Daniel Rodríguez es un orfebre de Cundinamarca que ha trabajado toda su vida en la fundición y que desde hace 10 años se dedica casi exclusivamente a la elaboración de campanas para vacas. Aunque es oriundo de Pacho, Daniel Rodríguez reside ahora en el municipio de Villagómez donde tiene su taller de fundición. Allí fabrica desde piezas para maquinaria pesada y elementos agrícolas hasta comederos para perros y, desde hace 10 años, se dedica a la elaboración de campanas para las vacas. Nació en Pacho en enero de 1947. Cuando cumplió 16 años, viajó hasta Bogotá donde conoció el oficio de la fundición en varios talleres de la localidad de Engativá. Aprendió todo lo que era necesario y hace 30 años decidió abrir su propio negocio. Durante ese tiempo hizo contactos y empezó a trabajar con empresas agropecuarias como Ceba y Agrocampo en la elaboración de otro tipo de productos, hasta que le sugirieron la fabricación de los cencerros. (Lea: ¿Qué tan recomendable es el uso de campanas en el cuello de las vacas?) Continuó con el negocio durante un tiempo, hasta que finalmente, en 2009, decidió abandonar la ciudad y regresar al campo, donde tenía un terreno en Villagómez, que colinda con su pueblo natal. Vendió lo que más pudo en la capital y trasladó sus equipos a la finca donde instaló el taller de fundición. ¿Cómo fabrica los cencerros? La empresa de Rodríguez se llama Industrias Yndar y la constituyó en Bogotá hace 30 años. El nombre del taller y la gran mayoría de los equipos se los llevó para Villagómez, en donde se dedica casi exclusivamente a la fabricación de las campanas. “Yo las hago por encargo. A veces me piden una docena, otras veces 50 o 100. Digamos Agrocampo me compra 400 y 500 campanas de varios estilos y tamaños, y ellos las venden en su local. A veces un ganadero necesita 100 campanas, me llama y yo las hago”, señaló. A la edad de 70 años aún hace labores de fundición, aunque también cuenta con 3 empleados que lo ayudan en los trabajos del taller. Él diseñó los moldes para los cencerros que fabrica con aluminio fundido. No tiene las cuentas claras de cuántas realiza en un día; solamente sabe que de un molde obtiene 6 y que el proceso más demorado es el acabado. (Lea: Así funciona la bici desgranadora que causó sensación en Agronova) “Como este trabajo no es continuo, es decir, no tengo que cumplir con una cuota diaria sino con el encargo, entonces no tengo a nadie que me esté contando. Además que como fabrico otras piezas, hago una cosa y paso a la otra. Pero para darle un dato, por decir algo, en una semana saco 100 campanas”, puntualizó. Elabora 3 tipos de campana: cuadradas, redondas y ovaladas; y 3 tamaños distintos: pequeñas, medianas y grandes. La primera cuesta $7.000, la segunda, $10 mil y la tercera, $15 mil. Las grandes se utilizan para las vacas adultas, las medianas para las novillas y las pequeñas para los terneros recién nacidos o ganado de menor tamaño como ovejas y cabras. En cuanto a la forma, Rodríguez afirmó que depende del gusto de cada productor. También está al criterio del comprador si desea pintarlas de algún color o brillarlas. Es así como algunos las prefieren rojas o azules o blancas y hasta brillantes. “Yo fabrico los moldes en arena. Yo fundo el metal y lo inyecto al molde. Una vez sale, le doy el acabado que hacen los trabajadores o yo mismo, porque cuando hay mucho que hacer me toca colaborarles”, indicó. De acuerdo con el orfebre, la demanda de campanas es constante y nunca ha dejado de tener trabajo. No solamente las distribuye en Cundinamarca, sino también en Boyacá y Meta, donde tiene clientes fijos que le solicitan las campanas. Ellos lo llaman a su celular o le envían por correo la orden de compra. También tiene la ventaja de que los ganaderos le hacen publicidad a través de las redes sociales, sobre todo en los chats de Whatsapp, donde alguien puede preguntar por el contacto y obtenerlo de forma inmediata. “A la gente que no conozco obviamente le exijo plata por adelantado. Al que conozco, no hay problema, porque ya sé dónde está”, afirmó con desparpajo. (Lea: Spa para bovinos, alternativa para producir leche y carne de calidad) Para Javier Vivas, productor de Cundinamarca, las campanas son una forma efectiva y sencilla de mejorar la seguridad en la finca, pues funcionan como alarma cuando alguien intenta robar el ganado. También constituyen un método de detección de celos, debido a que cuando el toro monta a la vaca, hace sonar el cencerro de modo que el ganadero puede verificar si la res ha entrado en calor. Rodríguez no tiene vehículo propio para desplazarse hasta la finca donde le hacen el pedido. Cuando se trata de pedidos pequeños, los lleva en flota hasta el lugar de destino. Solamente con los grandes pedidos contrata un camión o si es urgente las envía por correo certificado. De resto, él mismo se encarga de entregar el producto elaborado. “Como el aluminio es un producto liviano, yo no me complico con eso de movilizarse en carros. Si es un pedido grande y son muchas cajas para entregar a varias personas, entonces pago un correo en automóvil o campero”, expuso. El taller ya tiene un heredero Rodríguez no solamente se dedica al oficio de la fundición. A pesar de que aseguró que su predio es pequeño y quebrado, tiene otros cultivos como café, sábila y yuca. Antes sembraba maíz, fríjol y demás productos que se dan en la región, hasta que se convenció de que el negocio no era rentable debido al costo de los fertilizantes y a la proliferación de las plagas. A sus 70 años, Rodríguez confesó que en ocasiones le cuesta cumplir con esta labor, pero sabe que tiene un compromiso con sus compradores y con su familia, pues este es el sustento principal para él, su esposa y su hijo. El joven, que hoy cuenta con 26 años, también le ayuda frente al negocio. Él es el único hijo que vive en la finca, pues sus 2 hijas mayores ya se casaron y residen en ciudades diferentes, una en Bogotá y la otra en Mosquera. Rodríguez se precia de decir que será el varón quien se quedará frente al negocio una vez él decida retirarse. (Lea: Relevo generacional en las fincas, un asunto que preocupa) “Él se especializó en un curso en el Sena y seguirá trabajando en esta industria para ver cómo nos sigue yendo. Como le dije, venga trabaje aquí y hágase cargo del negocio que acá está el taller, entonces por qué no lo dirige. Como ya tengo mis años, quiero enseñarle mientras él está joven”, dijo el fabricante de cencerros.