Rogelio Arenas es un productor oriundo de Boyacá que trabaja con ganado de leche y novillas de levante, pero desde hace varios meses ha tenido que ver cómo su negocio tambalea por culpa del cambio climático y la falta de atención del Gobierno. El ganadero nació en Sogamoso, Boyacá, hace 62 años, y aprendió el oficio de su padre y su abuelo. Del primero recibió como herencia una finca en el municipio de Firavitoba, a 10 minutos de su ciudad natal. Desde muy pequeño, le enseñaron el oficio de ordeñar vacas y cuidar reses. Por eso decidió ser profesional agrónomo de la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Él fue uno de los fundadores de la Federación de Ganaderos de Boyacá, Fabegán, junto con el actual presidente del gremio, Víctor Manuel Fajardo Becerra. Luego de trabajar con ganadería de leche, Arenas decidió comprar una finca en Prado, Tolima, y adquirió varios ejemplares cebú blanco de buen mestizaje para iniciar una producción de levante de cría. (Lea: 9 pilares para criar terneros saludables) “Las 2 producciones son totalmente independientes. Como ambas están ubicadas en distintos departamentos tienen necesidades opuestas. La forma para mantenerse uno es vender las crías más gordas para ir comprando comida”, explicó. Todos los días Arenas madruga como buen campesino. Cuando está en la finca de leche, asiste al ordeño. Luego calcula la cantidad de alimento que puede brindarle al ganado para el día. Para esto, cuenta los pasos que puede dar un animal en el día y limita el área con cerca eléctrica de modo que solo consuma lo necesario. En el día trabaja en la finca haciendo los arreglos que correspondan, como instalar cercas o limpiar zanjas. Además, está pendiente de los animales y de cómo continúa el día para saber qué más puede hacer. En su predio de trópico bajo, también sale a revisar el ganado, y quita las malezas porque es lo único que crece en su predio durante el verano. El productor va de Firavitoba a Prado todas las semanas, gastando hasta 6 horas de viaje y alrededor de $200 mil por trayecto, incluyendo pasajes y combustible. (Lea: ¿Cómo ser un ganadero competitivo ante altos precios de insumos?) Los problemas que trae el cambio climático En la finca de Firavitoba ya no tiene agua. Antes contaba con 2 represas en su predio, aunque una se secó por completo, y la otra la está sosteniendo como puede. Además, cuenta con un nacimiento que cuida como “oro”, del cual extrae el líquido para abrevar. De esa producción, ha tenido que vender más de 15 animales para mantenerse a flote. “Ahora estoy trabajando a pérdidas, completamente. No hay producción para mantener la finca. Pero los obreros siguen cobrando mensualmente”, declaró. Y a pesar de las dificultades, se rehúso a pensar que podría prescindir de alguno de sus empleados, pues reconoció que las familias de ellos dependen de su negocio. En 2010 tuvo la primera crisis cuando las inundaciones se llevaron a todo a su paso. La recuperación fue lenta, pues la tierra se maltrató en gran medida y los pastos se pudrieron. (Lea: Ganaderos afectados por ola invernal recibieron semillas de maíz) “Ahí tuvimos que hacer prácticamente los potreros, pasar rastra, botar semilla nuevamente y recuperar los pastos que se quemaron, porque el permanecer con agua se pudre, se apicha. Eso le pasa al kikuyo y al raigrás. Esos no son pastos de agua”, precisó. Esa situación la vivió durante los 2 años de la ola invernal. Luego, de un momento a otro, todo cambió y empezó a sentir cómo era el calor y la falta de agua fueron los factores que empezaron a ocasionarle inconvenientes. “Este es un problema de hace un par de años, que no ha vuelvo a llover lo que normalmente llovía. Este fenómeno del Niño no es que haya durado de octubre a ahorita. Tenemos dos años que nunca volvió a llover con la misma intensidad. Si antes caían 1.200, 1.400 mil{imetros en el año, yo creo que ya no alcanza a unos 800, casi la mitad. Eso hace que los reservorios que uno tiene no capten suficiente agua”, sostuvo el productor. En estos casos en los que el alimento comienza a escasear, Arenas recomendó hacer un buen manejo de pastos o emplear métodos como ensilajes y henolajes para mantener alimento todo el año. (Lea: 7 factores que determinan la calidad del heno) Sin embargo, para el ganadero es muy costoso emplear silos y henos en su predio en Boyacá, porque en el departamento no se producen estos suplementos y debe traerlos de otras regiones. Por otro lado, producirlos en el departamento del altiplano resulta muy costoso. “El maíz en Boyacá es supremamente lento. Si usted va a cultivar maíz para tener silo, en el Tolima en tierra caliente demora 75 días, en Boyacá son casi 4 meses. Además, no hay pastos adecuados para hacer heno en Boyacá, a no ser que se haga un henolaje, pero tampoco se consiguen las máquinas”, arguyó. En Tolima, ante la falta de alimento, decidió buscar suplemento para sus ganados debido a que sus pastos se secaron. Se enteró de una ayuda que brindó el Gobierno, y acudió al comité para ver si podía adquirir silo. “De todo el alimento que llegó al comité ganadero de Purificación, logré comprar 3 toneladas. Eso me alcanza para 3 semanas, utilizándolo solamente para las vacas que están pariendo, las recién paridas. Les pongo un saco diario de silo para 30 animales, para que rinda”, explicó. Cuando Arenas acudió a la ayuda en el comité, se la negaron porque tenía 150 cabezas de ganado de cría, y los alimentos solo se podían dar a aquellos que tuvieran hasta 100 animales. (Lea: Ganaderos con más de 100 reses también reclaman ayudas del Gobierno) Víctima de una conflagración y de la falta de atención En noviembre del año pasado, un incendio quemó más de 200 hectáreas de su predio en Tolima. Funcionarios de la Umata del municipio de Prado visitaron la finca y prometieron que adelantarían la reforestación. “Llamaron a que llenara una planilla, que iba a ser pasada a la gobernación para ver si nos daban alguna ayuda. La gente dijo que comenzarían con 5 hectáreas, luego 3, y después nunca volvieron”, contó Arenas. Los pastos no han vuelto a reverdecer porque no han caído lluvias, por lo que el productor se vio obligado a sacar el ganado. Anteriormente, tenía 300 animales en esa finca, y hoy cuenta con 90. Sacó las vacas que estaban criando hacia otra finca con mejores pastos y repartió las reses restantes en los lotes donde quedó algún forraje. “Primero ocurrió un incendio el fin de semana, ese no fue tan dañino como el segundo, que también al siguiente fin de semana arrancó en la misma finca, y casi se la lleva toda. De las 300 hectáreas que tiene la finca, se quemaron 200”, relató. Fueron en total 10 personas las que ayudaron a apagar el incendio, entre empleados y vecinos, quienes con chamizas y bombas de espaldas se encargaron de evitar que la conflagración causara daños en los 2 nacimientos de agua por donde pasó. Esta labor duró 2 días enteros. (Lea: 5 daños irreparables que deja la sequía en la ganadería) “Después de esto, el tiempo que pasamos con la gente apagando todos los sitios calientes, apagando árboles, metiéndole motosierra a todos los palos que quedaron atravesados, y ahí lo único que hice fue regar semilla por la ceniza para que cuando llueva, crezcan los pastos”, añadió. La desilusión El ganadero aseguró que la última lluvia que cayó fue el 6 de enero, donde solamente hubo 40 mm de precipitaciones. Con estas aguas, retoñó parte de la semilla sembrada. “Por ahora estoy esperando a que llueva y se recuperen los pastos y arrancar de nuevo porque no hay más”, expresó contrariado el ganadero. Incluso se mostró desilusionado con el negocio pecuario. Siendo proveedor de una reconocida empresa del sector lácteo en el país, ha sido testigo de cómo han mantenido el precio de la leche durante 14 o 15 años, mientras que en el mercado aumenta cada año. (Lea: Gobernación de Boyacá busca soluciones para crisis lechera) Además, manifestó su desacuerdo con el Gobierno que atiende a los pequeños y medianos productores, pues él también tiene las mismas necesidades que ellos. Por eso reclamó que haya tan pocos programas para el campo y el sector agropecuario, mucho menos para los ganaderos. “Para el Gobierno los ganaderos es gente rica, terratenientes, gente que no necesita ninguna ayuda. Entonces no conozco ningún tipo de ayuda que el Estado haya programado aparte de las veces que Fedegán ha podido vender silo o heno como en las otras épocas”, acotó. También propuso que se facilitaran créditos para que las asociaciones de ganaderos pudieran acceder a maquinaria que les sirviera a todos los afiliados, para producir alimentos y almacenarlos en época de escasez. Por el momento, Rogelio Arenas está convencido de que su labor beneficia a muchas personas y no se resigna a seguir trabajando, a pesar de que espera que la gente sea consciente de la magnitud de sus esfuerzos. “Muchas cosas hemos hecho para que la gente trate de agarrar un poquito de conciencia de que el campo no es tan fácil”, dijo.