Con orgullo y gran responsabilidad, el equipo de profesionales del II Ciclo de Vacunación contra aftosa y brucelosis va a cada predio ganadero para vacunar bovinos y bufalinos, en una maratónica tarea que desarrollan con el corazón.
El equipo de vacunadores de la Federación Colombiana de Ganaderos, Fedegán, y el Fondo Nacional del Ganado, encargados de inmunizar los bovinos y bufalinos contra la fiebre aftosa y brucelosis, viven en cada región con mayor o menor rigor toda una odisea para cumplir con su propósito.
En el caso del departamento de Guainía, por ejemplo, este equipo se enfrenta a las inclemencias del clima y a largos trayectos, pero siempre dispuestos, sonrientes y cuidando los biológicos para llegar a todas las fincas a inmunizar el ganado.
“Tenemos un equipo de vacunadores extremos, valoramos mucho el trabajo que realizan porque conocemos las dificultades de la zona. Esta es una muestra más de todo lo que hacemos desde el Fondo Nacional del Ganado para cumplirle al país con nuestras coberturas en vacunación y tener nuestro hato protegido”, manifiesta con orgullo, Ariel Fernando Galvis, coordinador regional de Fedegán y FNG.
Una labor hecha con el corazón
Diego William Ventura hace parte de los vacunadores que tienen bajo su responsabilidad esta tarea en la zona de Guainía y Vaupés. Tiene gran experiencia. Con este son 10 ciclos de vacunación en los que participa; es decir, cinco años de arduo trabajo desde el campo. Una labor que desarrolla con el corazón y que le permite derivar el sustento económico para su familia.
“También quiero aportar un granito de arena para mantener el estatus sanitario como país libre de fiebre aftosa con vacunación”, señala con orgullo.
Sin embargo, el día a día no es nada fácil. Desde que comienza el ciclo de vacunación se embarcan en un viaje que dura 45 días, donde recorren en lancha imponentes ríos, cuidando cada uno de los elementos que llevan para cumplir su trabajo y sobrevivir como lo son los implementos de bioseguridad, botas de caucho, combustible, cavas, hielo, los biológicos, entre otras cosas más que van en sus bolsos de viaje.
“En la zona municipal hay tres ríos. Nos desplazamos por el río Orinoco, por el río Vichada y por el río Inírida, tenemos un trayecto de ocho horas sin parar”, comenta.
Las jornadas desafiantes de los vacunadores
Algunas veces salen de Puerto Inírida y sin perder ni un solo minuto, empiezan a recorrer las fincas. “Donde nos agarre la noche, ahí nos quedamos, sea en una piedra, en una playa o en una casa o si no en la embarcación, porque hay que cuidar, el combustible y los biológicos”.
En ocasiones son afortunados y pueden comprar víveres e incluso gallinas, en otros casos llevan anzuelos para pescar, “pero en algunas zonas por la temporada de invierno el pescado no lo logramos sacar; en otras ocasiones nos ha tocado apretar barriguita”, dice entre risas Diego.
Los trayectos para llegar a las fincas son largos, incluso pueden tomar cuatro o cinco días. Para cumplir con el cronograma, muchas veces arriesgándolo todo, viajan hasta de noche.
En cada jornada, el equipo sale con cavas, neveras portátiles y hielo para preservar la cadena de frío de los biológicos que es su prioridad.
“La duración del hielo es de seis días. Para llegar al municipio de Barrancomiras, por ejemplo, nos toca cuatro días de camino hasta la última finca que es Laguna Cumare; es un trayecto largo y nos toca pasar el raudal de Mapiripán. En esa zona uno no encuentra hielo. Lo que hacemos es prender una planta toda la noche para para conservar la cadena de frío de los biológicos y poner hacer hielo”, indica Diego, al destacar que en la zona en la que desarrolla su trabajo es vía fluvial.
El Día a día de un vacunador
Cada día es programado con anticipación. Uno o dos días antes le avisan al ganadero que llegarán a la finca y acuerdan la hora, que puede ser a las 5:00 a. m., 6:00 a. m. o 7:00 a. m., que el ganado ya esté disponible.
“Llueva o truene debemos estar en el predio a la hora acordada y esperar si es el caso a que escampe en la finca”.
Al llegar, en ocasiones deben ayudar a organizar el ganado. “En las comunidades del río Vichada no tienen instalaciones para la vacunación, así sean, ocho, nueve o diez animales no tienen corral y no tienen implementos para trabajar con el ganado; entonces, en muchas ocasiones nos ha tocado hacer de todo un poquito. Ser ganadero, ser vacunador, ayudarle al vaquero”, comenta.
Aunque hay lugares en los que solo deben poner las vacunas sin preocupaciones de otro tipo.
Un trabajo con sacrificios
Aunque es un trabajo con sacrificios, agradecen la oportunidad de hacer parte de los ciclos de vacunación y está orgullos de integrar la campaña sanitaria de Fedegán-FNG.
“Se aguanta frío, lluvias o sol. Uno tiene que ser de hierro. En estos 45 o 30 días como vacunadores no nos podemos enfermar; hay que estar al 100 % en el campo y pues sí hay sacrificios muchas veces, pero los sorteamos”.
Diego William destacó la amabilidad de los ganaderos y su interés en participar en el ciclo de vacunación. “Ellos saben los beneficios que trae la vacunación, lo que puede hacer el ganadero con el registro único de vacunación que hacemos y los peros que trae cuando no vacunan”.
Son con estos aguerridos vacunadores que, con tesón y sin miedo a las limitaciones, el país cumple con las coberturas de vacunación que lo llevan a mantener el estatus libre de aftosa, que representa acceso a mercados internacionales, generar buenas condiciones de comercialización y precio del ganado, y desarrollo al país.