Róbulo Buenahora, William Varón y Juan Carlos Molano son 3 ganaderos ubicados en zonas distintas de Colombia. Todos fueron víctimas del exceso de lluvias que sufrió Colombia en 2010 y dieron algunos consejos de cara a un nuevo periodo que podría darse en este 2016. La ola invernal que afectó al país durante 2010 y 2011 perjudicó seriamente la producción agrícola y pecuaria del país. Según datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadística, DANE, esa temporada de precipitaciones afectaron un millón 642 mil 108 hectáreas en 575 municipios a lo largo y ancho del territorio. (Lea: 4 pasos para realizar la transición de El Niño a La Niña) Los departamentos más perjudicados hace 5 años fueron Casanare (323 mil 037 hectáreas), Bolívar (319 mil 525 hectáreas), Córdoba (142 mil 691 hectáreas), Magdalena (134 mil 924 hectáreas) y Santander (99 mil 964 hectáreas). Ante tales daños y la probabilidad manifiesta que Colombia vuelva a vivir un fenómeno de La Niña antes de que concluya este año, CONtexto Ganadero habló con 3 productores ubicados en distintas regiones quienes contaron lo que vivieron por cuenta del invierno. Róbulo Buenahora (Aguachica, Cesar) “Yo llevé del bulto muy duro en ese invierno”, así me respondió Róbulo al preguntarle por lo ocurrido durante La Niña en 2010. El principal problema que se presentó en su predio tras las intensas lluvias de aquella época fue el encharcamiento. (Lea: Así se preparan algunos departamentos para enfrentar La Niña) Cerca de 300 cabezas de ganado no tenían donde pastar, por lo que se pasaban de un potrero a otro en donde encontraban algo de pasto, pero tras entrar a determinado foro lo embarraban todo. Además se presentaron problemas podales, en palabras del productor “fue un desastre”. Además de esos inconvenientes, recuperar el predio, la afectación de los semovientes y la no producción de los mismos causó graves problemas económicos en la explotación. Es decir, ese año siguiente tras las lluvias se perdió por completo y para poder permitir que la finca volviera a estar en condiciones óptimas fue necesario subarrendar unos potreros para que los animales se alimentaran. “No todos las empresas ganaderas tuvieron las mismas afectaciones, unas estaban en tierras más altas o tenían suelos francoarenosos que drenan diferente, pero mi finca queda en La Gloria, Cesar, en donde me dio más duro y definitivamente perdí el año entero, sumado al estado y la producción de 300 novillos. No sé cuánto perdí en términos económicos porque todo fue catastrófico”, dijo Róbulo con cierta tristeza mientras me contaba la historia. (Lea: Director del Ideam dice que este año no habrá fenómeno de La Niña) En aras de prevenir una tragedia igual, el ganadero les sugirió a los productores bajar la carga de los predios al 30 %, porque con un exceso de lluvia los animales no tienen ni donde dormir, lo que dificulta cualquier tipo de actividad. William Varón (Villanueva, Casanare) Con la gentileza que caracteriza a los llaneros, William me contó lo que vivió en su finca durante 2011. Su predio está ubicado a orillas del río Upía, principal afluente del Casanare y el límite que separa al departamento del Meta. Según su experiencia, cada que hay una temporada invernal se pueden presentar hasta 2 inundaciones que no generan mayor inconveniente. “Lo peor que puede ocurrir es que no haya paso a pie entre uno y otro caño”, asevera por conocer bien la zona. Sin embargo, dejó ver su preocupación en caso de que se vuelva a presentar un fenómeno de La Niña como el de aquel 2010-2011, pues a su juicio así esté preparado y tenga la experiencia por estar en una zona ribereña, hay cosas que se salen de todo control y son muy difíciles de prever. (Crónica: Las lecciones que quedan tras las embestidas del clima) “Cuando La Niña, se perdió prácticamente todo el cultivo de maíz, se salvó una parte del plátano y el cacao por fortuna no lo habíamos sembrado. Y en cuanto al ganado, se inundaron los potreros. Hubo una ventaja y es que el agua fluyó rápido, pero lo malo fue el barro que quedó de esas lluvias, que fue el que acabó los cultivos y pastos”, narró el ganadero. Reconoció que su explotación la ha ido adaptando a las condiciones propias de la región, por lo que cambió los pastos e implementó algunas mejoras para que de presentarse una creciente del río Upía por cuenta de las lluvias, no vuelva a pasar lo de 2011. “Así el Ideam no anuncie el inicio del fenómeno, es vital que los productores vayan almacenando comida; conozcan bien el terreno, su topografía y geografía, tengan un plan de contingencia y anticiparse a los sucesos”, recomendó. (Lea: Gremio ganadero de Nariño se prepara para la llegada de las lluvias) Tras nuestra charla, William pidió a los productores tener contacto con las autoridades encargadas del tema de prevención de desastres, para que los ganaderos estructuren planes que eviten una catástrofe mayor. Juan Carlos Molano (Mariquita, Tolima) Al hablar con Juan Carlos y escuchar su historia quedé sorprendido, la finca ubicada en Mariquita aún no se ha podido recuperar tras la catástrofe de 2010. El empresario ha adelantado importantes acciones de mitigación, pero no han sido efectivas. En medio de nuestra conversación dijo una frase que me dejó perplejo: “en este momento me vale más recuperar el predio que venderlo”. Sin embargo, Molano no ha desistido en su lucha por volver a ver su finca como la tenía antes de la catástrofe de 2010. Aseguró que cuando la adquirió gracias a un préstamo del Banco Ganadero, vio en ella un potencial importante para el levante de animales. "Allí el ganado solo necesita agua y sal, porque de resto los pastos son muy buenos y el ganado se pone bonito", dice con nostalgia. (Lea: Efectos negativos del invierno sobre los parámetros productivos) La tragedia inundó 3 hectáreas de la finca, pero el drama no solo fue el exceso de agua en el predio, sino las dificultades que ha tenido para poder recuperar el terreno ya que cada que hay precipitaciones las aguas arrasan con todo el sembrado que hay. "La erosión y el talado de árboles alrededor del río Cuamo han causado todos estos males. Una vez sembré árboles para que empiece la reforestación y recuperación ecológica, el agua se lleva todo. En ese proceso he invertido $45 millones, pero un proyecto que presenté vale $550 millones, mucho más del valor de la finca", lamenta Juan Carlos. No obstante, su fe en el predio y la tierra no lo han dejado desistir. "Yo confío en que mi finca vuelva a ser lo que una vez fue", concluyó.