La gran ventaja comparativa de nuestra ganadería se llama pasto. A diferencia de las de países con estaciones que requieren suplementar sus animales con dietas provenientes de granos y oleaginosas, los pastos tropicales bien manejados y los cultivos forrajeros en general son un recurso de bajo costo, eficiente y disponible de forma permanente. Sin embargo, la nutrición bovina en Colombia no optimiza el uso de sus pastos. El ejemplo perfecto es la lechería especializada de trópico alto o ‘clima frío’, donde, desde hace décadas, se impuso un modelo con el cual se busca maximizar el número de litros producido por animal según los kilos de alimento balanceado suministrado (producido con materias primas importadas), y no los litros producidos por hectárea de pasturas consumidas por los animales.
Nueva Zelanda, el país de la leche más competitiva a nivel mundial, lleva décadas privilegiando la producción de leche en un modelo pastoril que minimiza los suplementos nutricionales distintos al pasto. En Nariño, Corpoica anda validando un modelo de lechería especializada pastoril tipo Nueva Zelanda, que, pese a las críticas e incredulidad iniciales de algunos productores tradicionales, comienza a demostrar que un modelo lechero pastoril puede ser más competitivo que los sistemas actuales de nuestros productores. Además de pastos bien nutritivos, estos modelos requieren de animales que hayan sido seleccionados genéticamente para desempeñarse bien en estas condiciones.
La brecha no es solo en lechería, sino en la ganadería en general. Una hectárea en promedio en Colombia aloja 0,8 cabezas de ganado cuando podría alojar fácilmente entre dos y tres a punta de pasto. La pobreza en este indicador refleja un sector ganadero que trabaja en modelos extensivos y no le pone mucha atención a la agricultura de los pastos.
Un requerimiento básico para mejorar la carga animal es disminuir el tamaño de los potreros de las fincas. Los bovinos son muy eficientes consumiendo y agotando grandes extensiones de pasturas ineficientemente. Solo deben tener acceso a los espacios donde está la comida que necesitan en las siguientes horas o pocos días. Entre más pequeños los potreros y más corto sea el tiempo que pasan los animales por estos, más rinden y más animales alojan.
El otro requerimiento es saber qué tanto están alimentando los pastos a los animales. Así como muy pocos agricultores saben qué nutrientes les aportan los suelos a sus cultivos (porque no los analizan y siembran a ciegas), la mayoría de los ganaderos ignora qué están comiendo sus animales. Afortunadamente, esto está cambiando y cada día vemos más a unos y a otros enviando muestras de sus suelos y forrajes a Corpoica y a otros laboratorios para tomar mejores decisiones productivas.
La nutrición que les ofrecen distintos pastos y forrajes a los animales cambia según su manejo agrícola, su madurez, el manejo de los suelos, el clima, la temperatura y muchas otras condiciones. Un pasto nutritivo un día, al poco tiempo puede dejar de serlo. Al tener el ganadero ese conocimiento preciso, podrá balancear la dieta de su ganado con elementos tales como minerales, levaduras, aceites y otros que acompañen las sales que todos los animales requieren.
Con un hato que tenga alta eficiencia reproductiva y bien alimentada, se resuelve buena parte del reto de competitividad de la ganadería. Si a esto le sumamos modelos agrosilvopastoriles, bienestar animal y gestión empresarial, la ganadería colombiana podrá tener un gran futuro.
Portafolio, 14 de marzo de 2018.