Pues además del apoyo que incorpora, también señala diferencias frente a lo negociado, a lo que se conoce de procesos no culminados, incluido el de la Jurisdicción Especial, y a los temas pendientes, como las salvedades, la reparación a las víctimas, la Comisión de la Verdad y la entrega de armas, entre otros.
No obstante, su valor más importante, a mi juicio, radica en que, frente al pronunciamiento del CGN sobre el compromiso de refrendación de los acuerdos, el documento gremial, que no solo es integral, independiente y respetuoso, sino representativo de la visión de paz de la sociedad colombiana, constituye un verdadero piloto para el Gobierno, una guía que contiene las claves de lo que podría ser ese proceso de refrendación.
En efecto, no se trata de la opinión de una persona o un sector político o de opinión; se trata de la posición del empresariado colombiano, diverso en sus intereses, orientaciones y entornos de producción, una verdadera panorámica del sentir y de las expectativas del país frente a la paz.
Es además una posición consensuada -consenso no es sinónimo de unanimidad-, lo cual rompe para bien con una tradición del CGN, cuyos pronunciamientos requerían acuerdo total, lo cual los hacía imposibles, cuando no generaban innecesarias rupturas en esa unidad construida alrededor de factores comunes y respeto a las diferencias, que debe caracterizar a las organizaciones gremiales. Para el caso, se confrontaron las posiciones de los escépticos, que no por ello son enemigos de la paz -entre los que todavía me cuento-, con las de los más optimistas frente a la verdadera voluntad de las Farc, entendida como la seria intención de integrarse a las instituciones democráticas sin cambiarlas antes a su amaño.
Es valioso también por ser el resultado de un trabajo juicioso y participativo, desarrollado en comisiones y plenarias, en las que, precisamente por la sensibilidad de los temas y la diversidad de posiciones, el consenso se construyó palabra por palabra, con rigor de matemático y paciencia de artesano.
Son posiciones ancladas a un ejercicio no menos importante del CGN: su documento de principios, el credo del empresariado colombiano, en el cual la paz se concibe, “no como la ausencia de conflictos, sino como el discurrir de una sociedad que cuenta con los mecanismos institucionales para resolverlos”.
Estos principios se dejan ver en posiciones fundamentales del documento, como que “Esta es una negociación entre un Estado legítimo y un grupo armado al margen de la ley que se da por razones humanitarias”. Queda claro entonces, que “no se está negociando un nuevo orden político y social” y, por lo tanto, “la negociación debe transcurrir dentro de la Constitución, y no por fuera de sus preceptos”.
La Comisión de la Verdad, pero enmarcada en el Estado de Derecho; el respeto a la propiedad privada; la convivencia de la agroindustria con la agricultura tradicional; la responsabilidad moral y económica de las Farc en la reparación de víctimas; la responsabilidad personal por los crímenes del conflicto, frente a la pretendida socialización de la culpa; el cese de todas las actividades delictivas y una entrega de armas total y verificable, son todas posiciones sustantivas.
Sin duda, un documento histórico que logra interpretar y compendiar las claves de la paz.