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Todo es gris. Todo es mediocre

Por Fernando Londoño - 03 de Noviembre 2015

Don José Ingenieros saltó a la fama, donde se instaló cómodamente al publicar su libro “El Hombre Mediocre”. No le alcanzó el tiempo para convertir esa biografía de tantos en la historia del pueblo mediocre. Y eso somos, porque el que debiera ser nuestro líder, el de las grandes empresas, las grandes hazañas, las grandes ambiciones, es el más opaco, gris e impenitente de los mediocres.

Don José Ingenieros saltó a la fama, donde se instaló cómodamente al publicar su libro “El Hombre Mediocre”. No le alcanzó el tiempo para convertir esa biografía de tantos en la historia del pueblo mediocre. Y eso somos, porque el que debiera ser nuestro líder, el de las grandes empresas, las grandes hazañas, las grandes ambiciones, es el más opaco, gris e impenitente de los mediocres.   Del caballero este no se nos ha dicho, por ejemplo, si logró terminar una carrera. Que no la terminó y no hay rastros de los que fueron sus comienzos en una escuela de periodismo en la que apenas duró 2 años. De esa carrera inciertamente iniciada saltó a Londres, a una beca que la Federación de Cafeteros repartía a los que podían resultarle útiles. Y tener a Juanpa en Londres, haciendo nada, era un gran negocio. El Tiempo nunca habló mal de la Federación. Nunca cuestionó sus absurdas políticas de comercio ni sus crímenes ecológicos ni sus despilfarros ni sus corruptelas. Juan Manuel Santos, pagado por no hacer nada durante 10 años fue el precio de esas traiciones.   Un día aparece de columnista y es la hora en que no sabemos quién garrapateaba sus columnas mediocres. Y de ministro de Comercio Exterior, de lo que no sabía ni aprendió cosa alguna. Y de ministro de Hacienda, que le valió para dejar el país en la más grande crisis económica que se recuerde. Y de ministro de la Defensa: había servido de cadete 2 años en la Armada, en los que aprendió a marchar y tocar flauta. Esos eran sus antecedentes guerreros. Y después de candidato a la Presidencia, la que logró comprometiendo íntegro el patrimonio político de su mentor, Álvaro Uribe Vélez. De los grandes hombres, las grandes equivocaciones.   Vista con rigor, la hoja de vida de Santos no le vale hoy para un cargo gris en un Ministerio oscuro. Y eso es lo que pagamos, el precio de sobrellevar en la Presidencia al más mediocre de los colombianos mediocres.   Y por eso perdimos la mayor bonanza económica que se nos apareció en el camino, de la que no quedaron más que tristezas y podredumbre moral. Y por eso estamos condenados a una crisis que apenas empieza a tocar la puerta de una Nación indefensa. Y por eso tenemos el desempleo más alto de América y el record del desempleo juvenil en el mundo. Por eso se acabó la industria y languidece el campo. Y por eso no volvió la inversión extranjera y la nuestra, la que vale la pena, traslada nuestros capitales al exterior. ¡Qué orgullo!   Los hospitales que dejó el presidente Uribe y su encarcelado ministro Diego Palacio, servir bien es un honor que cuesta en el reino de la mediocridad, no dan abasto. Se acaban. Se caen a pedazos.   Uribe dejó plena la educación para Colombia. El desafío era la calidad. Y la calidad de la nuestra es cada día peor. O si se quiere, más mediocre. Santos compró las directivas de la FECODE, pero el cariño comprado, como dice la canción, no sabe querernos ni sabe ser fiel.   Lo que reza también para la mediocre casta de los políticos que rodean a Santos. Que le trabajan, comprando conciencias y enredando clientelas, mientras la mermelada alcance para sus tostadas. Lo que no sabe esa tropa de grises corifeos, es que la mermelada se acabó. Ya verán lo que es conservar clientelas prostituidas sin plata para pagarles.   Hasta en las cosas más modestas, reina el gris color de la mediocridad. El sistema carcelario y penitenciario es una vergüenza. ¡Ni una cárcel reparada en 5 años! Cuando no llueve, descubrimos que nada hizo este becario del papá de su ministro de Hacienda, para sobrevivir a una sequía. Nada es nada. Ni un reservorio, ni un canal de irrigación, ni un árbol sembrado para proteger las fuentes. Nada. Y nos quedamos sin energía y no tenemos diesel ni gas natural y se apagan las plantas termoeléctricas.   Le queda la paz. Es algo como una sinfonía de Beethoven interpretada por la Banda de Guatavita. Nada saben. Ni siquiera para dónde van. Lo de la impunidad los tiene dando vueltas como en la noria. Lo del cese bilateral les alcanza para acuertelar el Ejército. Lo de la refrendación es tan nítido como un discurso de De La Calle. Lo del narcotráfico como delitos conexo, es un pésimo chiste. Como los de Jaramillo. (Dice chistes Jaramillo?) Lo de la justicia transicional es un tratado como los de Leyva. La entrega de armas, un cuento grotesco. La concentración, un esperpento, pero no como los Del Valle Inclán. Tranquilo Juanpa: un día le contaremos quién fue don Ramón, el de las barbas de chivo. No lo lea. Le queda grande. No es para mediocres.