En el pasado todo era más sencillo y menos efectivo. Los investigadores y sus grupos de trabajo, siguiendo un principio de autonomía y sintiéndose los sabios, se podían dar el lujo de partir de sus ideas y desarrollar procesos de investigación que, aunque generaron nuevo conocimiento, publicaciones y satisfacción personal, poco han contribuido a la sociedad en términos de mejoras en la productividad y la competitividad de las actividades productivas. En la cultura de las universidades y los centros de investigación ha primado la iniciativa individual, disciplinaria, con comportamientos unidireccionales y de arriba hacia abajo en la “identificación de los problemas y propuestas de soluciones”. Y las supuestas soluciones a veces simplemente “no encajan” en los sistemas de producción y las realidades sociales y locales, generando por ende poco o ningún impacto. Y mientras tanto el mundo y la manera de gestionar conocimiento van por otro lado. Más grave aún es que los laboratorios, los salarios y los bienes y servicios consumidos en los procesos de investigación y desarrollo son mayoritariamente financiados con recursos públicos del presupuesto nacional, transferencias, regalías, y parafiscales, por lo que debe prevalecer el imperativo de que se maximice su aprovechamiento en función de mejorar nuestra sociedad y su aparato productivo. Corpoica, con apoyo del Ministerio de Agricultura, Colciencias y el BID, y partiendo de la Agenda Nacional de Ciencia y Tecnología Agroindustrial realizada hace un par de años, viene facilitando la construcción social, a la mejor usanza de los países de la OCDE, del Plan Estratégico de Ciencia, Tecnología e Innovación para el sector Agropecuario (PECTIA), que ayudará a orientar la inversión que hará el país en la próxima década en esta materia y que permitirá evaluar periódicamente sus efectos en mejorar la productividad y sostenibilidad de la producción agropecuaria. Hasta este momento unas 2.000 mil personas del nivel nacional y territorial, que incluyen productores, gremios, compradores y vendedores, gobiernos y sector académico y de la investigación, vienen identificando sus problemáticas y priorizando sus necesidades desde lo territorial, teniendo en cuenta las señales de las cadenas de valor, los mercados y las grandes tendencias y retos como el cambio climático, las TICs y las nuevas herramientas biotecnológicas, entre otras. Las discusiones –que continúan e involucrarán muchos más actores– también identifican temas claves como las capacidades actuales, la oferta de tecnologías y conocimiento, las necesidades de formación del capital humano, y ayudan a conformar una especie de ecosistema de innovación solo con el hecho de que diferentes actores se reconozcan y comiencen a pensar en abordajes colaborativos que puedan generar soluciones mejores y más pertinentes. A finales del año, el país contará con una versión 1.0 del PECTIA, un borrador que necesitará ser validado con los nuevos gobernantes en los territorios y que requiere generar un fuerte consenso alrededor del mismo, tanto por parte de los rectores del sistema de competitividad, ciencia, tecnología e innovación, como por el resto de agentes para que pueda cumplir sus propósitos. Si el PECTIA “pega” y logra la legitimidad y gobernanza requeridas, es mucho lo que puede ayudar a orientar y mejorar la tan necesaria competitividad y productividad del agro colombiano. Sería un sueño convertido en realidad. Si le interesa saber más, en la plataforma Siembra del Ministerio de Agricultura www.siembra.gov.co encuentra todo sobre el PECTIA y cómo participar e influir en la conformación de este. Hágale. *Publicado en Portafolio el 26 de noviembre de 2015 Juan Lucas Restrepo I. Director Ejecutivo Corpoica @jlucasrestrepo
Soñar no cuesta nada
Por Juan Lucas Restrepo - 30 de Noviembre 2015
En el pasado todo era más sencillo y menos efectivo. Los investigadores y sus grupos de trabajo, siguiendo un principio de autonomía y sintiéndose los sabios, se podían dar el lujo de partir de sus ideas y desarrollar procesos de investigación que, aunque generaron nuevo conocimiento, publicaciones y satisfacción personal, poco han contribuido a la sociedad en términos de mejoras en la productividad y la competitividad de las actividades productivas.