La personalidad de Fabio Echeverri exhibía esa mezcla sorprendente entre el hombre de mundo, educado y cosmopolita que estaba detrás del empresario exitoso, dirigente gremial por excelencia y respetado asesor económico, con ese sentir de hombre de campo, de paisa francote y algo campechano si se quiere, caballista y, también, “ganadero de alma”, que encontraba expresión en su refugio de Subachoque. Ese apego a lo rural le venía de cuna. Su padre, el gran patriarca antioqueño Luis Guillermo Echeverri Abad, fue uno de los firmantes, junto con mi padre, del acta de constitución de Fedegán en diciembre de 1963. Quizás por eso, y por su inclinación al reto empresarial, aceptó la invitación a participar desde su fundación en el proyecto de Friogán S.A. como parte de su Junta Directiva. Cuánto le debemos. Allí nos dio su consejo certero, porque creyó en esa empresa de los ganaderos colombianos, que entre Iragorri y el presidente Santos intentan llevarse por delante en su afán de castigar a Fedegán por su posición frente a las negociaciones con las Farc. Esas malquerencias, tan propias de este gobierno, también sacaron a Fabio de la Junta Directiva de Ecopetrol después de muchos años, no porque su consejo hubiera dejado de ser importante, sino porque, simplemente, había sido designado por Álvaro Uribe para prestarle ese servicio a la principal empresa del Estado. Lúcido en el análisis y el diagnóstico, la de Fabio era una voz escuchada por el poder político y económico; vertical en la defensa de sus convicciones, no negociaba sus principios y, por ello, fue guía y portaestandarte en la defensa del legado de la Seguridad Democrática. La determinación en sus decisiones para avanzar en lo que creía, no daba espacio a la dubitación ni al ánimo confuso. Son atributos que lo llevaron a posiciones destacadas, aunque rehuyendo siempre los halagos fáciles pero escabrosos de la burocracia. El país lo recordará por su labor como presidente de la ANDI, y no exagero al afirmar que la historia de la industria colombiana del siglo XX no se entiende sin el aporte de Fabio Echeverri. Nos dejó sentencias lapidarias, adobadas de un fino sarcasmo, o bien, de la francota irreverencia de quien “no tiene pelos en la lengua” para expresar lo que piensa, sin importar si es al mismísimo presidente de la República a quien hay que graduar de “mentiroso profesional”. En fin, Fabio Echeverri Correa, un gran colombiano que le hará falta al país en este trance de incertidumbres. Nota bene. Se veía venir. Con la arrogancia con que sometieron a un gobierno débil y se burlaron de las víctimas, sin repararlas, sin contar la verdad ni entregar sus riquezas mal habidas y, lo que ha ofendido al país, sin presentarse siquiera a su justicia a la medida, Timochenko se lanza a la presidencia, mientras Santos solo atina a decir "que tenemos que ser generosos". ¡Qué horror!
Sin pelos en la lengua
Por José Félix Lafaurie Rivera - 03 de Noviembre 2017
Durante los últimos 20 años la vida me permitió gran cercanía con Fabio Echeverri Correa, colombiano extraordinario y referente de la vida nacional, dueño de una personalidad que, a primera vista, sorprendía por su franqueza descarnada y su charla explosiva, siempre inteligente y amena, pero resuelta a dar las batallas necesarias para imponer sus ideas. Jamás rehuyó el franco debate. Tenía opinión sobre todo. Nada le fue indiferente, y menos el quehacer de la patria. Por eso pienso que, a sus 84 años, aún le faltaba mucho por aconsejar, mucho por pensar sobre la realidad del país y mucho por decir, con esa lucidez, firmeza y valentía que lo caracterizaban.