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Foto: las2orillas.co

columna

Siempre habrá un milagro para lavar el alma

por: Carlos Alonso Lucio- 31 de Diciembre 1969

Hallar con vida esos cuatro niños escapa a lo meramente humano. Veo a Dios en este milagro en el que viene inspirado el mensaje de que su mano está sobre Colombia

Sin importar el tamaño ni la intensidad de las preocupaciones que nos asalten, los seres humanos no podemos dejar de caminar hacia la Tierra Prometida ni permitir que los ojos dejen de mirar hacia la luz que siempre existe a final de todo túnel.

Los colombianos acabamos de asistir a un verdadero milagro y nada ni nadie merecen tanto la pena como para que nos neguemos a reconocerlo y a gozarlo. El alma de nuestra nación lo necesita.

Hallar con vida a esos cuatro niños después de haberse estrellado contra el mundo, después de haber pasado cuarenta días y cuarenta noches eternos sin más coordenadas que la vida o la muerte, era un imposible. Desde mi experiencia de haber pasado meses enteros en la selva, los argumentos de este mundo no me alcanzan para explicarme la sobrevivencia de esa bebé de doce meses que vimos regresar en brazos de sus hermanitos.

Podremos pasarnos los próximos días y las próximas semanas hablando de la valentía y del instinto, hablando de la genética y de la cultura, podremos hablar de la técnica y de la tecnología o de la casualidad en la ley de las probabilidades, y es posible que algo de cierto quepa en cada una de estas razones.

Pero sólo hay una verdad verdadera: con estos niños ocurrió algo que va más allá de lo normal. Hay algo que escapa a lo mera y evidentemente humano. Yo veo a Dios en la salvación de estos niños. Como creyente, siento una felicidad inmensa al sentir que mis ojos todavía pueden reconocer la mano de Dios actuando sobre la vida de estos niños. Siento la felicidad inmensa por ellos y por sus familias. Pero, además, siento la felicidad inmensa porque sé que en este milagro también viene inspirado el mensaje de que la mano de Dios está sobre Colombia. Que nuestra nación no está sola ni a la deriva. Que no importa el tamaño ni la hostilidad de la selva que tengamos que atravesar, la mano de Dios está allí para salvarnos.

Por eso le hago un llamado a la Colombia de la Fe para que no dejemos de mirar y de entender el mensaje del milagro que acabamos de vivir. Porque entiendo la importancia de la Fe en la vida. Porque entiendo la diferencia de la vida con Fe y la vida sin Fe. Porque sé la importancia que tiene la Fe para alcanzar la luz que siempre existe al final de todo túnel. Porque entiendo la importancia de la Fe en la Historia.

Siento que los colombianos no podemos dejar de reconocer y de reconocernos en el milagro que acabamos de vivir. Cómo no reconocer en Lesly el milagro de la mujer en la vida. La niña en cuyos cortos trece añitos cupo toda la feminidad del universo. Lesly es la Mujer. Lesly es todas las mujeres del mundo. En cada mujer del mundo hay una Lesly. La madre. La hermana. La sabiduría. La belleza. La protección. La valentía. La incertidumbre. El alimento. El descanso. La noche y el día. La piel. El andar. La luz. La luz en la noche. El amor. La Fe. La vida.

El día que los hombres de Colombia reconozcamos el milagro de Dios en Lesly, comprenderemos la obligación que tenemos de respetar y proteger a todas las mujeres de la Tierra, comenzando por las de nuestra familia.

Y también siento una felicidad inmensa porque los colombianos podemos reconocer en el milagro de los niños a nuestras FFAA constitucionales ligadas al alma y a la misión de nuestra nación. Porque fueron esos ciento cincuenta valientes los que llevaban puesto el corazón de Colombia en sus uniformes.

Los colombianos nunca debemos olvidar que Lesly y sus hermanitos cayeron en manos de la muerte cuando salían huyendo de las milicias de las Farc que habían condenado a muerte a su padre. Jamás debemos olvidar que fueron nuestras FFAA constitucionales, de la mano con las comunidades del territorio y con la fuerza del corazón de Colombia en sus uniformes, quienes los devolvieron a la vida.

Colombia, ¡Gracias a Dios!