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columna

Sí se puede, lo demás es excusa

por: Oscar Cubillos Pedraza- 31 de Diciembre 1969

Hace unos días escuchaba a la presidenta de Findeter cuando hablaba acerca de los avances que han tenido en la reconstrucción de viviendas en la isla de Providencia luego del paso del huracán Iota en noviembre pasado.

Hace unos días escuchaba a la presidenta de Findeter cuando hablaba acerca de los avances que han tenido en la reconstrucción de viviendas en la isla de Providencia luego del paso del huracán Iota en noviembre pasado.

Uno de los elementos que más me llamó la atención, de manera totalmente positiva, fue como lograron vincular a tres de las más grandes constructoras del país con el fin de poder garantizar la obra de alrededor de 1.000 viviendas en unas nuevas condiciones de diseño que permitan soportar próximos eventos naturales.

Lo más importante, es que estas empresas se unieron en un consorcio para desarrollar este proyecto de reconstrucción sin tener ganancias en cada una de las viviendas. En otras palabras, solo se recuperan los costos brutos, en un proceso de aprovechamiento y demostración de Responsabilidad Social Empresarial -RES- junto al Gobierno Nacional.

Ojalá en otras cadenas de valor y sectores pudieran generarse sinergias para ayudar a los menos favorecidos, sobre todo en tiempos de pandemia y altas cifras de desempleo en el mundo.

Por ejemplo, en Colombia no se aprovechan o se generan como desperdicio 9 millones de toneladas de alimentos al año, en una desconexión entre oferta y demanda, en un país en donde 17 millones de personas se encuentran en condiciones de pobreza.

Algunas iniciativas han encontrado también la oportunidad de generar RES al recoger estos desperdicios en buen estado y poder colocarlos en comunidades vulnerables. Sin embargo, los costos de conservación, transporte y logística solo permiten hacerlo en las zonas circundantes.

En el caso de la producción de leche es bien conocido que un poco menos de la mitad de lo que se produce en el país es acopiado para la transformación, y alrededor de 30 millones de personas tiene un escasísimo consumo de leche y derivados lácteos: menos de 50 litros equivalentes de leche líquida higienizada al año.

Tal cual como en el escenario de Providencia en donde las empresas líderes de la construcción se unieron en favor de los damnificados, en el sector lácteo podría generarse algo similar. De un lado para sustituir las altas y crecientes importaciones de lácteos por producción de origen colombiano. De otro lado para establecer un fondo común que permita llevar leche y productos lácteos a comunidades alejadas y con problemas de pobreza y alimentación.

Ya hace varios meses la propuesta está hecha con el fin que productores de leche, Gobierno Nacional y transformadores industriales la echen a andar. Los dos primeros dijeron sí, vamos para adelante. Falta la tercera pata de la mesa.

Como dice la frase popular “obras son amores, y no buenas razones”, y ojalá la RES de tantas organizaciones salga a flote en estas épocas de dificultad, que aunque ya superándose, no significa que dejemos de hacer y ayudar.

@ojcubillosp