logoHeader

columna

¿Será Pambelé el profeta de estas elecciones?

por: Carlos Alonso Lucio- 31 de Diciembre 1969

Esta vez no son unas elecciones comunes y corrientes, hoy nos estamos jugando un destino, y Colombia seguro pasará sobre la frase memorable de nuestro campeón

Esta vez no son unas elecciones comunes y corrientes, hoy nos estamos jugando un destino, y Colombia seguro pasará sobre la frase memorable de nuestro campeón

De esta campaña presidencial puede decirse cualquier cosa menos que no ha habido de todo.

Bueno, tal vez ha faltado una: una mejor calidad de los candidatos.

Después tendremos tiempo para analizar los mil vacíos que están regados por todo el panorama. Por lo pronto siento que la política, los partidos y los jefes políticos nos quedan debiendo el servicio mínimo que han debido de prestarnos: presentarle al país una baraja de candidatos presidenciales en la cual cada ciudadano hubiera podido encontrar, al menos, un candidato con quien sentirse satisfecho a la hora de votar.

Nunca he compartido el dicho ese de que los pueblos tienen a los gobernantes que se merecen. No necesariamente es así.

En el caso de Colombia, la superioridad de su sociedad frente a la clase política es más que evidente. No nos vengan a decir que nuestra gente no es mejor que los políticos o que nuestros deportistas y nuestros empresarios y nuestros artistas y nuestros científicos y nuestros trabajadores y nuestras familias no son mejores que la clase política actual. Todos lo son, y de lejos.

Hace cerca de un siglo, Gaitán comenzaba a advertir la división entre los que él denominaba el país político y el país nacional. Hoy la cosa parece haberse multiplicado por mil.

Esto puede tener muchas causas, pero por sobre todo, tiene un gran origen: la desvinculación rotunda entre los intereses de los políticos y los intereses de la gente. Aquí lo que mueve realmente a los partidos y a sus jefes es el poder, la conquista del poder a cualquier precio y como sea. Ellos saben que sus mieles están en el poder. El poder para dinero, el poder para vanidad, el poder para puestos, el poder para contratos, el poder para entrar a poder y el poder para seguir pudiendo.

No nos digamos mentiras. La política ha llegado a unos extremos de desprestigio tales, que la mejor gente no quiere participar activamente en ella. Entre que los jóvenes más sobresalientes no quieren entrar en ella y que los jefes de los partidos les cierran las puertas para que no les hagan sombra, hemos tenido que llegar al drama de un proceso electoral en el que nos devanamos los sesos buscando con pinzas al que menos nos disguste para poder votar.

  • Porque tenemos que votar.

No votar es la peor irresponsabilidad que podemos cometer contra nuestro país.

El hecho de que estemos conminados en estas elecciones frente a una clase política tan precaria, eso no quiere decir que no tengamos un gran país por defender y por sacar adelante.

Estas no son unas elecciones comunes y corrientes. Esta vez nos estamos jugando un destino.

La vida y la Historia tienen sus paradojas. A veces pareciera que acertar consistiera, tan solo, en no errar. Y eso tiene algo de lógica en la medida en que hay veces que errar es fatal. No todos los yerros son iguales.

Yo voy a salir a votar con mucho entusiasmo. Lo que pasa es que se trata de un entusiasmo distinto.

Esta vez no voy a votar porque algún candidato me despierte algún entusiasmo.

Esta vez la que me despierta el entusiasmo es Colombia. La conozco desde hace muchos años. La he recorrido toda y a pie. Conozco sus valores y sus instintos.

Y sé que no se equivocará.

Una vez más, Colombia demostrará que es muy superior a sus dirigentes.

Les cuento a los más jóvenes que por allá por los años setenta tuvimos un gran boxeador, un campeón mundial, Kid Pambelé. Además de la destreza de sus puños lo hicieron famoso algunas frases que pasaron a convertirse en folclor nacional.

  • Es mejor ser rico que pobre, fue la más famosa.

Pero también tuvo otra memorable que nos cae como anillo al presente:

  • En cualquier momento puede ocurrir cualquier cosa.

Estoy seguro de que Colombia no permitirá que Pambelé se convierta en el profeta de estas elecciones.

Colombia saldrá a votar por sí misma, por encima de sus precarios candidatos.