Parece inevitable la “cubanización” de Venezuela. El ineficiente régimen de Maduro capitalizó las recientes protestas para profundizar la tendencia autoritaria. Han sido 5 lustros de anulación de libertades, pero ahora el colapso de la cuasi-democracia es inminente. Maduro y su séquito del Socialismo del Siglo XXI necesitan acallar por la fuerza, el enorme malestar de un país que escapó a su gobernabilidad.
Vergonzoso que el hemisferio y particularmente Colombia, avalen con su silencio la escalada de represión y el ilegítimo encarcelamiento de Leopoldo López, líder de la oposición venezolana. Sometido como está el presidente Santos a los diálogos en La Habana, apadrinados por el Castro-Chavismo, solo hizo un “llamado a la calma” para sacudirse el deshonor y seguir “de agache”.
Es una traición a la tradición democrática que valoramos 44 millones de colombianos. Una afrenta para más del 50% de venezolanos que esperaba solidaridad de este lado de la frontera. El llamado a la calma fue un tímido maullido, ante el discurso vociferante de Maduro, para justificar lo indefensable y buscar apoyos en su zona de confort: la Celac, el Alba o la Unasur, que son la misma patraña Castro-Chavista para borrar de la región la fiscalización a su régimen. (Columna :¿A qué jugamos?)
Allí están sus aliados de la izquierda, aderezados y algunos comprados con la riqueza petrolera; la única fuente que sostiene a Maduro, incluso para aceitar de puertas para dentro una enorme burocracia, que se rige al igual que en esos organismos multilaterales, por una cadena de pagos de favores y salvavidas a las pretensiones, ocultas o explícitas, de unos y otros.
Lo graves es que de la mano del presidente Santos, Colombia terminó enredada en ese hipócrita integracionismo, que mantiene la farsa de proteger las libertades y los derechos humanos, mientras muchos de esos gobiernos ejecutan tenebrosas prácticas totalitarias, al peor estilo estalinista, para desaparecer, torturar o encarcelar supuestos “golpistas” y “fascistas” de la disidencia.
Organismos anti-capitalistas y anti-imperialistas, que buscan suplantar instancias internacionales que surgieron, esas sí, de una auténtica conquista por la libertad, la igualdad y la dignidad humana. Derechos indivisibles e inalienables, con el mismo rango de exigibilidad y justicia, que Maduro hoy patea en las narices de los gobiernos “amigos” que se autodenominan democráticos y de la propia OEA, arrodillada en la cumbre de la Celac en Cuba. (Lea: El modelo económico venezolano, un ejemplo para no seguir)
Son pasos para instaurar una zona de impunidad, inhabilitando el Sistema Interamericano de Derechos Humanos, su Corte y Comisión, sacadas a empellones de Venezuela y vapuleadas en Ecuador, Bolivia y Nicaragua, ante la mirada acrítica de nuestro Gobierno. Y es que no caería mal unir esfuerzos para eliminar el poder de esas instancias sobre los déspotas de allá y sobre los desafueros que campean aquí desde la mesa de negociación en Cuba, donde las Farc, buscan la misma impunidad de sus mentores.
Claro es, entonces, que la oposición en Venezuela está sola. Desaparecieron los defensores de la democracia liberal y emergieron gobiernos permisivos con los excesos de las dictaduras.
Sabemos que en Venezuela se abolió la división de poderes, con un ejecutivo que concentra el poder, incluso el judicial y gobierna por decreto. La criminalización de la protesta es pan de cada día, junto con el asedio a la oposición, la afectación de las reglas electorales, el veto a la información y la militarización de la sociedad con milicias irregulares protegidas por el Estado. La inseguridad y una economía en la peor crisis de su historia, tocan la ineficiente dupla Maduro-Diosdado Cabello, incapaz de controlar el aparato estatal y la polarización social y política que hoy llegó al límite. Así las cosas, el esclarecimiento de los crímenes, la libertad de los opositores, el restablecimiento del Estado de Derecho y las libertades en Venezuela, serán para otra ocasión. (Columna: Venezuela: ¿Culto de la personalidad sin freno?)
Del Gobierno de Colombia nada se puede esperar. Con la vergonzante mordaza de los diálogos con las Farc, tiembla ante el rugido de líder bolivariano.