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columna

A rechazar la invasión

por: Carlos Holmes Trujillo- 31 de Diciembre 1969

La actitud nacional tiene que ser la de rechazar, de forma contundente, sin atenuantes, la invasión a Colombia.

La actitud nacional tiene que ser la de rechazar, de forma contundente, sin atenuantes, la invasión a Colombia.

El ingreso a territorio colombiano de un grupo de militares venezolanos armados, que hostigaron a los pobladores, destruyeron sus cultivos, hicieron instalaciones precarias e implantaron la bandera de ese país en nuestro suelo, fue una invasión. Mírese como “la penetración sin derecho en un sitio careciendo del consentimiento de su dueño”, o como un “atentado contra el derecho constituido, ya se dirija contra la propiedad ajena, para apoderarse de ella, ya contra una jurisdicción para usurparla”, o como la “penetración en territorio de otro país con la finalidad de adueñarse de este”, lo que sucedió fue que se invadió el suelo colombiano.   Y de lo que se trata ahora no es de interpretar los hechos, sino de rechazarlos con vigor y serenidad. Auscultar las razones que tuvieron los invasores es asunto que corresponde a los analistas y académicos, actuar en defensa de la patria es responsabilidad del Gobierno.   Llama poderosamente la atención que, frente a acciones armadas de tamaña gravedad, exista en este momento una especie de actitud infantil y complaciente de triunfo. Las declaraciones de ministros del Gobierno tienen el tono de gran victoria que se produjo gracias a la paciencia y firmeza del capitán del equipo. ¡Por Dios!   El río Arauca, que es la frontera entre las 2 naciones, no fue atravesada por un equipo de fútbol, un coro infantil o una compañía de teatro venezolanos. Entraron militares armados que, según las informaciones de los medios, manifestaron con hechos su propósito de permanecer en Colombia, acudiendo a la absolutamente inaceptable teoría de que estaban en territorio venezolano. Dijeron, además, que cumplían órdenes superiores. ¿Qué significa lo anterior? Pues que hay un designio más arriba en el régimen de Maduro, que resulta atentatorio contra nuestra soberanía.   Que se hayan retirado no puede, no debe, producir satisfacción alguna en Colombia. Lo único satisfactorio es que hechos de semejante gravedad no tengan ocurrencia, porque existe la voluntad recíproca de acudir a los mecanismos diplomáticos existentes, y a los tratados vigentes, para solucionar cualquier diferencia entre los dos países.   Salir a decir, en tono de explicación de lo inexplicable, que lo acontecido busca levantar una cortina de humo para desviar la atención de la grave situación interna en Venezuela, o que se está frente a una disputa territorial no resuelta, sería un error en el que no se puede incurrir.   La actitud nacional tiene que ser la de rechazar, de forma contundente, sin atenuantes, la invasión a Colombia. Este asunto debe ponerse en conocimiento de la ONU, la OEA, la Unión Europea, de otras organizaciones regionales y de países amigos, con el propósito de que haya claridad sobre la posición colombiana frente a una agresión desafiante.   La política y los mecanismos diplomáticos no son incompatibles con la firmeza de las posiciones que tienen que tomarse, de cara a hechos que atenten contra la seguridad y soberanía de la nación. Son tantos los mecanismos que existen para solucionar controversias entre Colombia y Venezuela, que ver a un grupo de militares venezolanos atravesando la frontera para quedarse en nuestro suelo huele mal, muy mal.   A rechazar, entonces, la invasión.   Portafolio, Bogotá, 27 de marzo de 2017