Quisiera creer que si las cosas salen mal, existe un regreso. La historia confirma que una vez los socialistas adquieren el poder, no lo regresan. Solo al leer el acuerdo firmado por el Gobierno y las Farc en La Habana, se puede visualizar lo que implica para el futuro del Colombia. La publicidad oficial quiere convencernos que no hay sino beneficios y ganancias. Quisiera creer que es así. Pero el problema es que, al estudiar el documento, hay muchos elementos que comprometen nuestro futuro como sociedad libre.
Quisiera creer, como lo hacen la mayoría de los que no leyeron el documento, que muchas de las cláusulas peligrosas del acuerdo no se cumplirán. ¿Entonces, por qué están escritas en blanco y negro y validadas por las firmas de las partes? Si no se cumplen, volverá la guerra.
Quisiera creer, como lo hacen muchos de los partidarios del Sí, que las Farc entendieron que no hay en Colombia ambiente para sus ideas socialistas y buscan desesperadamente una salida que les permita, como burgueses, disfrutar sus fortunas y vivir tranquilos su vejez. Pero ellos lo dicen una y otra vez: su objetivo es el socialismo bolivariano y están más cerca que nunca de lograrlo.
Quisiera creer, como lo hacen los empresarios y gremios, que la paz no comprometerá nuestra capacidad de crecimiento. Insisto en que el acuerdo hará nuestro país ingobernable hasta que un proceso Constituyente –en cual todo puede ocurrir– restablezca el orden socialista como sucedió en Venezuela.
Quisiera creer que el acuerdo de paz es un nuevo comenzar para Colombia. Pero quienes lo apoyan representan la clase política más desprestigiada que ha debilitado nuestras instituciones y fomentado la corrupción. La coalición que vota por el Sí cree estar asegurando que ninguno de sus privilegios serán tocados. Se sorprenderán demasiado tarde, pues las Farc no son ingenuas y harán exigibles las concesiones firmadas.
Quisiera creer que la violencia y la seguridad mejorarán. Pero la evidencia histórica confirma que otros grupos guerrilleros seguirán matando, extorsionando y secuestrando. La horrible noche no se acabará. Sin un sistema judicial eficaz y unos medios policiales motivados, otras organizaciones criminales ocuparán el espacio que las Farc, si lo quieren, abandonarán.
Quisiera creer que las Farc respetarán las libertades fundamentales de opinión, circulación, igualdad ante la ley, creación de empresa, pluripartidismo y propiedad. Pero para ellos, el socialismo está por encima de la libertad. A medida que consoliden su proceso en los años venideros, las libertades irán marchitándose.
Quisiera creer que la comunidad internacional no dejaría que Colombia fuese una nueva Venezuela. Pero he visto cómo el mundo entero ha permitido que se destruya a un país rico, se torture a su población y se le robe el futuro a su juventud sin hacer nada. Cuando tengamos problemas reales, nadie nos ayudará.
Quisiera creer que si las cosas salen mal, existe un camino de regreso. La verdad histórica confirma que una vez los movimientos socialistas adquieren el poder, no lo regresan. El cercanísimo ejemplo de Venezuela debería mostrarnos la validez y actualidad de este principio político.
Quisiera creer que Santos es un genio que sabe para dónde va y para dónde nos lleva. Pero estoy convencido que es un egocéntrico, y que, por lo tanto, no puede ser un estadista. Las Farc han aprovechado con habilidad sus debilidades.
Quisiera creer que los del Sí tienen la razón. Pero se equivocan. Votaré No.