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columna

¿Quiere usted vivir en paz?

por: Fernando Londoño- 31 de Diciembre 1969

Cuando le hagan esta pregunta tan inteligente, lector querido, recordará a nuestro Pambelé, para quien era mejor ser rico que pobre y a aquel otro sabio que descubrió preferible estar aliviado que enfermo.

Cuando le hagan esta pregunta tan inteligente, lector querido, recordará a nuestro Pambelé, para quien era mejor ser rico que pobre y a aquel otro sabio que descubrió preferible estar aliviado que enfermo.  

Es muy probable que ante una idiotez de tal calibre resuelva quedarse en su casa viendo televisión o jugando dominó con sus amigos, que perder su tiempo haciendo una cola, si colas hubiese, para contestar una sandez semejante. O quizás se llene de indignación y por indignado se abstenga, pues que descubrirá que algo anda podrido tras de semejante estupidez. Pero también es posible que se pregunte, entre desconcertado y malicioso, para donde lo llevan con semejante truco. Y por eso se preguntará que pasa si contesta lo que contestaría cualquier persona normal en este planeta.   Lo primero que se le vendrá a la mente, será adivinar si contestando “si” le darán lo que se supone que le den. Y rápido rápido entenderá que en el mejor de los casos ya no lo amenazarán de muerte los de las Farc, pero seguirá en manos del ELN, de las BACRIM, de los USUGA, de los PELUSOS, es decir, de todos los bandidos que en Colombia viven del narcotráfico y negocios aledaños. Usted, que no es tan zoquete como el presidente Santos lo imagina, comprenderá que lo llevan a una trampa segura. Hacer la paz, si así se la puede llamar, no significa que mejore su seguridad. Al contrario, la cosa se le pondrá peor cuando todos los grupos de bandidos, que son muchos, entiendan que serlo paga y se dediquen con frenesí a ganar méritos para que los traten como a estos criminales que desde hace 5 años se pasean, con su plata lector, por los sitios más exclusivos de La Habana. ¿Quién no querrá que le den algo parecido?   Pero ahí no han de parar, sino que comienzan sus cavilaciones. Ese “sí” supondrá que estos criminales, los peores que mente humana imaginó, ¿se queden impunes sin pagar un día de cárcel? Pues claro que sí. Es lo que tienen escrito y lo que perfeccionarán después de que inocentes los ciudadanos contesten que quieren la paz. Primera encimita: la impunidad para los delincuentes.   Y si no en una cárcel, ¿a dónde irá a parar tanto bandido? Para empezar, al Congreso. De modo que tipos condenados a 300 o 400 años de prisión por haber cometido los peores delitos que haya parido la mente humana, ¿serán los que hagan nuestras leyes, dispongan de nuestro presupuesto y se conviertan en gobernantes? Pues claro. De eso se trata. Ya la cosa gusta menos, pero muchísimo menos.   En el Congreso no caben todos. ¿Y los demás, que para empezar nadie sabe cuántos son, todos esos, qué se harán? ¿Entregarán sus armas y se dedicarán aganarse la vida, trabajando duramente como cualquiera de nosotros? Por supuesto que no. Como han repetido 1.000 veces, no entregarán un fusil. La cuestión empeora. Evidentemente. De modo que ¿será cierto que seguirán con armas en la mano, convertidos en “Gendarmes” que dirigirá el General Oscar Naranjo y en guardias de seguridad de sus colegas bandidos, dueños y señores de las Zonas de Reserva Campesina y de los “lugares apartados del país”? Acertó, otra vez, amigo mío. Para eso es la plata del posconflicto, que usted cubrirá con sus impuestos. Para pagar muy bien, en adelante, a estas tropas de bandidos.   Bueno, se dirá, cada minuto más inquieto. ¿Y las víctimas de todos estos sinvergüenzas? Las viudas, los huérfanos, los desplazados, los mutilados con sus minas, ¿quién habrá de socorrerlos y de hacerles justicia? Si pensó por un instante que serán estos desalmados, aparte esa idea para siempre. Si alguien socorre a las víctimas, será usted ciudadano trabajador y abnegado, porque los de las Farc no tienen un peso ni un dólar. Son unos pobrecitos.   Y entonces, ¿qué pasa con la cocaína, un negocio que vale billones de pesos por año? Pues que seguirá en todo el país, como ahora en el Catatumbo, en Nariño, el Cauca, el Chocó, el Nudo de Paramillo. ¿No ha leído, en papeles que ya firmaron De La Calle y Jaramillo que las Farc quedan encargadas de inducir a los campesinos a sembrar algo que no sea coca? Los carteles de la droga dedicados a combatir la droga. Sí señor.   ¿Y quién me gobernará en adelante, después de que yo, ingenuo o pendejo, diga que sí quiero la paz? Un dictadorzuelo, que usted detesta. Un tal Juan Manuel Santos, que con su respuesta queda legitimado para hacer lo que le venga en gana. Y unos bandidos que tendrán en su bolsillo las llaves que guarden la Constitución. La que nunca se podrá cambiar, sino con su beneplácito. ¡Y me preguntan que si quiero la paz!