Que si Petro es terco o no, ya nadie lo pone en duda. Ni sus propios amigos y aliados. Eso lo reconoce todo el mundo. Podría decirse que la diferencia radica en que a sus áulicos la terquedad de Petro les parece pasable, tolerable, incluso interesante desde el punto de vista de que lo ven como a un líder muy convencido de su ideología. Para los demás, para el resto de los colombianos, su terquedad es un problema que pone en riesgo construcciones sociales muy importantes que el país ha venido conquistando históricamente con mucho esfuerzo.
Uno podría decir algo más: por ejemplo, que Petro es un poco más terco que el promedio de los tercos o, como mínimo, que el promedio de los políticos tercos. Y eso ya es mucho decir, en la medida en que el promedio de la terquedad de los políticos siempre ha estado muy por encima del promedio de la terquedad de la gente terca.
De hecho, el trofeo de la terquedad de los políticos tercos se lo llevan los marxistas. Y Petro se ufana de ser marxista. Cómo serán de tercos los marxistas que, siendo ellos los únicos portadores de una ideología fracasada en el cien por ciento de sus experimentos, siguen dispuestos a acabar con sus sociedades con tal de seguir siendo marxistas.
Cómo será de terco Petro, que hay reformas que le han criticado los marxistas porque reconocen que les han fracasado hasta en los “paraísos” marxistas. Algo increíble: ha habido marxistas que le han pedido a Petro que no sea tan terco.
Los ejemplos son protuberantes. Su terquedad de acabar con el petróleo y el carbón de la noche a la mañana no se la compra ni el Pacto Histórico. Su terquedad de involucionar hacia el viejo sistema de salud estatal no se lo compra ni su leal presidente del Congreso. Su terquedad llamada Paz Total no se la compran ni siquiera los expertos más convencidos en procesos de paz.
Luego la terquedad que algunos medios de comunicación le achacan a la ministra de Salud, realmente, no es de la ministra sino del presidente. La ministra no hace nada distinto que seguir a pie juntillas la terquedad de su jefe. No importa qué tanto comparta terquedades la señora Corcho con su presidente, lo cierto es que ningún ministro del mundo cuenta con un libre albedrío tan ilimitado como para poner en riesgo la coalición política de su gobierno. Si la ministra Corcho se dio el lujo de mandar al carajo a los partidos aliados del gobierno y de preferir hundir la reforma a la salud fue porque lo hizo cumpliendo con la orden de terquedad del presidente Petro.
Eso de mandar al carajo a sus aliados es una decisión tan radical y riesgosa que cualquier analista con dos dedos de frente no puede dejar de preguntarse si se trata de un reflejo más de la terquedad de Petro o si, además, se trata de una decisión estratégica de Petro.
Para plantearlo en otros términos:
— ¿Hundir la reforma a la salud es una terquedad o una estrategia de Petro?
La pregunta es muy pertinente por una razón muy sencilla:
— Porque para salvarla solo que tiene que hacer una cosa muy fácil: mejorarla. Solo tiene que atender las recomendaciones de los expertos de todos los sectores políticos que tan sólo quieren dos cosas: que no se destruya el sistema de salud y que se mejore.
¿Entonces por qué no lo hace? ¿Por qué prefiere sacrificar la reforma a la salud?
Por otra razón muy sencilla:
—Porque la verdadera estrategia de Petro no consiste en las reformas sino en lo que él llama “el cambio”. Que no es otra cosa que acabar con lo que hay para poner lo que él cree que debe haber. Mejor dicho: acabar con los avances democráticos de nuestra sociedad para aplicar su terquedad pseudorrevolucionaria. Que no es otra cosa que implantar en Colombia las terquedades que han resultado en el fracaso total de todas las sociedades adonde las han implantado.
Para comprenderlo, basta reconocer algo tan evidente como que el gobierno de Petro es, intencionalmente, un mal gobierno. Algo tan elemental como entender que si la estrategia de Petro pasara por hacer un buen gobierno, sencillamente no hubiera nombrado a la gente que nombró en los puestos en que los nombró. Nadie que quiera hacer un proceso de paz bien hecho, nombra al comisionado de paz que nombró para hacer la paz. Nadie que quiera hacer una buena reforma a la salud, nombra a la ministra de salud que nombró para que la hiciera. Nadie que quiera hacer una buena reforma energética nombra a la ministra de minas que nombró ni al presidente de Ecopetrol que nombró.
Yo me temo que lo que Petro está buscando no son las reformas sino poder echarle al sistema democrático la culpa de no poder hacer “el cambio”.
Lo que realmente está buscando que convencer a la gente de que hay que salir a la calle a tumbar lo que hay para poder hacer “el cambio” que él quiere.
A mí no me cabe la menor duda de que, en las particularidades de su psiquis, Petro se siente más cómodo y feliz destruyendo que construyendo.
Por eso, la terquedad de Petro no solo es un estado del alma. También es una estrategia política.