Escribo estas líneas después de enviarle una carta al ministro Zea, a quien agradezco su interés en hallar soluciones a la difícil relación de cadena entre los ganaderos y la industria láctea, aunque estamos lejos de atenuar siquiera las fallas estructurales en ese mercado.
¿Cuál es la situación? Ya lo hemos dicho. Primero: una ganadería productiva que saca al mercado más de 7.300 millones de litros. Segundo: Una industria sin interés por aumentar su capacidad de procesamiento, que solo acopia el 44,3%, dejando en la informalidad más de 4.000 millones de litros. Tercero: Una política pública que no logra aumentar el bajo consumo de leche procesada en los estratos 1 y 2, de apenas 36 litros/año, un problema de salud pública y de equidad. Cuarto: Unos TLC que permiten importaciones crecientes con aranceles preferenciales. Cuando lancé la primera alerta, en mayo, la industria había importado más de 42 mil toneladas.
Las preguntas: ¿Por qué una industria con potencial de crecimiento no amplía su capacidad para ensanchar el mercado de leche procesada? La respuesta: porque está cómoda vendiendo productos de alto costo a estratos altos, y productos que el mercado no requiere, como leche “larga vida” para consumo inmediato, lo cual afecta el bolsillo de las clases medias y bajas.
¿Por qué una industria con tanta disponibilidad de materia prima -más del 100% de lo que procesa- y con poder para decidir a quién compra y a qué precio compra, opta por importar? Las respuestas: primero, los aranceles son bajos y la importación resulta buen negocio, y segundo, con esas “enlechadas artificiales” mantiene a raya el precio a los ganaderos “afortunados” que logran venderle su producción.
Las excusas, que no argumentos: La tradicional es el clima y hoy la pandemia, el desempleo y la caída del consumo como causas de la enlechada; pero si realmente están “enlechados”, ¿por qué siguen importando?
Para incentivar el consumo en los sectores vulnerables y aumentar el acopio en beneficio de los productores, con recursos aportados por los ganaderos al Fondo de Estabilización de Precios (FEP), se aprobaron cerca de $4.200 millones y $1.000 millones más para fomentar exportaciones. Es decir, los ganaderos ceden a la industria $5.200 millones para que, con esa plata, compren su leche y no tengan que importar.
¿Qué hizo la industria? En un mes aumentó 14% las importaciones, acumulando a junio 48 mil toneladas, equivalentes a más de 456 millones de litros, que no se compraron a campesinos colombianos en plena pandemia, sino a prósperos ganaderos de Estados Unidos y Europa. El Gobierno no puede prohibir las importaciones sin violar sus compromisos internacionales, pero la industria, como parte de la concertación de cadena y hasta como expresión de solidaridad, sí puede suspenderlas, durante 2020 cuando menos, pues nadie la obliga a comprar.
Ya es hora de que pongamos todos, como en la perinola. Además de los 5.200 millones de 2020, durante los cinco años anteriores los ganaderos transfirieron a la industria $12.000 millones, pero el acopio de nuestra leche bajó del 51% al 44,3%. Por eso le he insistido al ministro en un Fondo común en el que pongamos los ganaderos, como siempre, pero que no nos sigan “ordeñando; que también pongan la industria y el Gobierno, para llevar leche procesada a los colombianos que no pueden comprarla.
Llueve en el país y habrá más leche, y como si fuera poco, este mes se celebra el Día Internacional de la “leche vegetal”, una iniciativa de ONG internacionales de animalistas y veganos despistados que quieren acabar con la ganadería. ¡Habrase visto!
@jflafaurie