La VII Cumbre de la Alianza del Pacífico que integran Colombia, México, Perú y Chile que acaba de concluir ha despertado una gran expectativa, pues promete convertirse en el bloque comercial más auspicioso de cuantos se han forjado en la región.
De entrada los presidentes Santos, Humala, Peña Nieto y Piñera acordaron desmontar en un breve plazo todas las barreras arancelarias; por lo pronto, a partir del 30 de junio el 50% del universo arancelario de estos países estaría exento. En palabras del presidente Santos al término de la Cumbre, “el 90% de las partidas arancelarias tendrá arancel cero”, mientras que para el 10% restante, dentro del cual están algunos productos agropecuarios de una gran sensibilidad, se contempla una desgravación gradual y progresiva. (Lea: Alianza Pacífico, un acuerdo con tinte gris para la ganadería)
Queda por delante una tarea propia de verdaderos orfebres encomendada a varios grupos de trabajo, para definir aspectos atinentes a normas de origen, medidas sanitarias y fitosanitarias, obstáculos técnicos al comercio, facilidades migratorias, el transporte intermodal, y la cooperación aduanera, entre otros. Aspectos estos todos, además de complejos, álgidos y no hay que perder de vista que el diablo está en los detalles.
Esta alianza tiene dos particularidades que lo hacen muy peculiar: en primer término su ambición va mucho más allá de lo meramente comercial y propende por la libre movilidad intraregional tanto de capitales, bienes y servicios como de las personas. (Lea: Cerealistas entrarán en paro si se incluye al maíz en Alianza Pacífico)
De hecho se dispuso prescindir del visado para los residentes en los países que hacen parte de la Alianza y la creación de una Visa especial Alianza del Pacífico para los visitantes de terceros países, para que estos puedan desplazarse libremente dentro del área. La otra característica es que esta Alianza se inscribe dentro de la modalidad del regionalismo abierto, de tal manera que otros países distintos a los fundantes de la misma pueden acceder a la misma, como lo acaba de hacer Costa Rica.
De consolidarse este bloque económico adquiriría un gran peso específico en la región, pues sumados estos cuatro países representan el 50% del comercio de la región, cuyas exportaciones e importaciones en el 2012 fueron del orden de los US $556 mil millones y US $551 mil millones, respectivamente. Su PIB agregado equivale al 3.5% del PIB mundial, a la par con el PIB de Brasil, considerada como la octava economía del mundo. Y de contera, representa un mercado muy atractivo habida consideración de que su población supera los 208 millones de habitantes, con un ingreso per cápita nada despreciable del orden de los US $13 mil 600 en términos de paridad cambiaria. Por sus proyecciones superaría el alcance y la fuerza de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y de MERCOSUR, de los cuales hace parte también Colombia y en la práctica significa un contrapeso para los mismos.
El presidente Santos ha magnificado la importancia de este paso que están dando estos cuatro países aliados al ponderar la Alianza del Pacífico “como el más importante que ha tenido América Latina en su historia”. (Lea: Pacífico colombiano, esperanzado con la Alianza del Pacífico)
La Presidenta de Proexport María Claudia Lacouture se precipitó a anunciar que “la estrategia está permitiendo actuar como bloque, tanto para la promoción de las exportaciones como para la atracción de inversiones extranjeras directas en cada uno de los países”. Nos parece que se está ensillando sin traer las bestias; como lo afirma el director de Portafolio Ricardo Ávila, “todavía es temprano para decir que se han concretado las posibilidades de un esquema que promete mucho, pero al que todavía le faltan varios hervores”.
Son varios los obstáculos a salvar antes de que, como lo afirmó el presidente Santos, esta Alianza se constituya “en el nuevo motor económico y de desarrollo de América Latina”.
Si bien es cierto los cuatro países que integran esta Alianza tienen muchos aspectos en común, poseen otros que los hacen muy heterogeneos, empezando por el hecho que cada uno de ellos tiene su propio TLC bilateral con los EE.UU. y sus estipulaciones les resta capacidad de maniobra. De tales tratados se deriva una intrincada y compleja maraña de obligaciones, compensaciones, salvaguardas y exclusiones que, en un momento dado se pueden convertir en un nudo gordiano dificil de desatar.
Empezando porque, como lo advirtió en su momento la exministra Cecilia López, de acuerdo con la Cláusula de la Nación más favorecida, “cualquier concesión que el país le haga a otros en términos de comercio, automáticamente tendrá que aplicarla a estados Unidos, así ese tema se haya manejado de otras maneras en el TLC con ese país”. Como dicen en Norte de Santander, al lado del enfermo come el alentado!