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Proceso Kafkiano

Por Abelardo De La Espriella - 16 de Agosto 2020

La causa penal contra el presidente Álvaro Uribe Vélez (AUV) tiene de todo menos de jurídica. Se trata de un bodrio kafkiano como el que más. Al igual que Josef K, protagonista de la famosa novela El Proceso, AUV ha sido detenido sin ninguna razón,

Al igual que Josef K, protagonista de la famosa novela El Proceso, AUV ha sido detenido sin ninguna razón, por motivos absurdos (fue AUV quien denunció las trampas de Iván Cepeda), hechos adulterados, verdades a medias, embustes colosales, violación de derechos fundamentales e interpretaciones amañadas.

El presidente AUV ha entrado a un foso profundo e inexpugnable, en el que poco a poco, al igual que en la tragedia vivida por Josef K, aparecerán nuevas y más absurdas acusaciones que serán imposibles de rebatir desde lo jurídico; porque, si hay algo peor que una “justicia” paquidérmica y enrevesada, es una “justicia” que, además de lo anterior, esté politizada e ideologizada hasta la médula como la colombiana.

Como en El Proceso de Frank Kafka, ni apareciendo un video de Iván Cepeda entregándole altas sumas de dinero al mitómano Monsalve (al mejor estilo de Petro), la Corte se convencerá de la inocencia de AUV, porque solo les sirve condenarlo; ese perverso guion que ellos mismos escribieron, pasando por encima de la Constitución y de la Ley, ya está finiquitado.

Josef K, consiguió un buen abogado; sin embargo, el tribunal no reconocía defensa de ninguna clase. Si AUV hubiese estado asistido por Jesucristo en el linchamiento sin fórmula de juicio que se tramita contra él en la Corte Suprema, de seguro el hijo de Dios resultaría “crucificado” con las respectivas “compulsas” penal y disciplinaria, incluso arresto.

El asunto está tan coordinado y estratégicamente preparado que representantes de la izquierda radical (íntimos de los magistrados) han vociferado que AUV debe someterse a la JEP. Lo mismo le decían a Josef K, para hacerle creer que la única manera de librarse de la persecución era confesando una culpa que no tenía.

Por más canallas y ruines que sean, los odiadores del presidente AUV están en lo suyo: tratando de derrumbar el “muro de contención” que ha evitado que la izquierda se tome el poder. Lo que produce dolor, tristeza y grima es que en un gobierno supuestamente amigo hayan dejado tocar al gran bastión y baluarte de nuestra democracia e institucionalidad, cosa que paradójicamente el tartufo Santos en 8 años con toda su infinita maldad y poder no pudo lograr. Bastaba con extraditar en su momento a Santrich y cumplir una sola promesa de campaña: acabar con la JEP, para que los verdugos que hoy tienen “secuestrado” a AUV no se hubiesen atrevido a navegar hasta las honduras de una infame medida de aseguramiento.

La cosa es así: el presidente AUV debe renunciar a su curul; si la Suprema insiste en mantener la competencia, hay que acudir ante otra alta Corte vía tutela, lo que eventualmente obligaría a que el proceso pasara a la Fiscalía, entidad que de ser consecuente con la imputación que ya le hizo al abogado Diego Cadena, tendría que archivar, teniendo en cuenta que la teoría del caso del ente acusador parte de la base de que AUV no sabía de las gestiones de Cadena. Otra movida, menos contundente: presentar una tutela contra la medida de aseguramiento, por ser violatoria del debido proceso. En todo caso, el atropello contra AUV dará lugar de una manera u otra, a una reingeniería profunda de la cloaca en la que se ha convertido la “justicia”.

El presidente AUV no se dejará vencer como Josef K, que, al final de la historia, a sabiendas que iba a morir y de que no había ley alguna que le protegiera, sucumbió ante el oprobio y la injusticia; y los que lo queremos desinteresadamente y le admiramos no lo dejaremos solo nunca, a diferencia de tanto oportunista que se ha lucrado de la imagen del Gran Colombiano.

Hay muchos haciendo campaña a costillas del suplicio de AUV y su familia. En lo personal, lo único que me interesa es ayudar en lo que pueda al CEO. La política me produce asco, y la Patria, pues no tiene mucho sentido seguir luchando por algo que no existe: en estricto rigor ateniense, la verdadera patria nunca traiciona a sus grandes hombres. La verdadera patria son la familia, los amigos y los titanes como AUV.

Lamentablemente, Colombia es como aquel monstruo inventado por Borges, que, insaciable en su hambre de destrucción, termina devorándose así mismo.