Como el ambiente económico, el anteproyecto de presupuesto presentado a consideración del Congreso por el Gobierno Nacional, es de una gran tristeza. El monto total nominal crece 1 % para alcanzar los $235,6 billones, lo que equivale a una reducción real del 3,1 %. La estructura del presupuesto dista de ser óptima. El 63 % ($149 billones) está destinado a funcionamiento, con un incremento por encima de la inflación del 6,3 %. Un monto impresionante de $41 billones se requerirán para atender los pagos de pensiones, mientras el gobierno finge ignorar la bomba de tiempo que le explotará al gobierno entrante.
El servicio de la deuda de $52 billones representa el 22 % del total. La inversión ($34 billones) solo equivale al 15 % del presupuesto, y es la más castigada con una fuerte reducción del 17 % con respecto al 2017. Hasta ahí la “austeridad inteligente”, de la que tanto habla el Ministro de Hacienda. El presupuesto no está hecho para las necesidades de la economía que, dada su postración, requeriría un fuerte estímulo de gasto. Es un presupuesto para las agencias de calificación de riesgo que han mostrado los dientes y señalado su preocupación por el desequilibrio estructural de las finanzas públicas. Perder la calificación de grado de inversión sería uno de esos golpes de imagen que este gobierno no resistiría, así ello implique sacrificar la inversión que el país tanto se necesita. Pero a pesar de su austeridad forzada, el presupuesto tiene sus toques santistas de optimismo, al prever en el 2017 un crecimiento económico del 2 %, y del 3 % para el año entrante, lo que contradice las proyecciones de todos los especialistas. El petróleo se tasa en USD 55 por barril, lo que también parece irreal, pues es necesario incorporar la caída en la producción de crudo, que no supera hoy los 850 mil barriles diarios y que tiene problemas de exportación por el impresionante aumento de los ataques al oleoducto principal. Por sectores, a pesar de la larga huelga de los maestros, el presupuesto de educación cae, en términos nominales, lo que implica un fuerte ajuste a la baja real y anticipa nuevas protestas sindicales. Aumenta, en cambio, en 8,2 % el gasto en Defensa y seguridad, lo que desvirtúa el discurso oficial del ‘dividendo por la paz’ que permitiría destinar más recursos al sector social en lugar de dedicarlos a la guerra. La agricultura, gran castigada durante los 7 años de Santos, tendrá otro recorte masivo, con una caída del 29 % y menos de $2 billones anuales contra cerca de 3 en el 2017. Para el campo, azotado por la aftosa, el invierno, el incremento de las importaciones y el contrabando, no han terminado los años de suplicio. También hay recortes en ciencia y tecnología, industria, deportes y comercio. En cambio, el presupuesto de la Presidencia de la República crecerá 60 % para garantizar la chequera en el último año y una salida fastuosa como le gusta a este gobierno. Lánguido será, entonces, el cierre de este gobierno que tanto prometía en materia económica y que terminó siendo mediocre y decepcionante. Portafolio, Bogotá, 08 de agosto de 2017