Su elección dentro del último grupo de víctimas fue, sin lugar a dudas, una clara ofensa –otra – a las víctimas de las Farc y un acto de arrogancia y falta de neutralidad, ni siquiera del Gobierno, y yo diría que tampoco de la Comisión conformada por la Iglesia, la Universidad Nacional y la ONU, sino del señor Hochschild específicamente.
Ni la Iglesia, de la que se espera que esté en la posición de la paz a toda costa, ni la Universidad Nacional siquiera, de donde no se ha podido retirar la imagen del Che Guevara ni su nombre de la plaza del campus, salieron a defender la presencia de alias “Teodora” en La Habana con la vehemencia que mostró Hoschschild.
Nadie puede desconocer la condición de víctima de Piedad Córdoba, que fue secuestrada por las AUC, pero nadie puede olvidar tampoco sus fotografías en Miraflores, sonriente al lado de Chávez e Iván Márquez, para ese entonces prófugo de la justicia, o en el Cagüán, años atrás, obsequiada con ramo de flores y boina guerrillera, y abrazada con el mismo Márquez, con Rodrigo Granda y Jesús Santrich, sus amigos de siempre.
Piedad no estuvo en La Habana por las víctimas; Piedad estuvo en La Habana por las Farc, que seguramente se lo solicitaron a su otro gran amigo Fabrizio. El lenguaje de los gestos es a veces más diciente que las mismas palabras. Hay que ver el video en el que, a su llegada a La Habana, Rodrigo Granda literalmente se le encarama a Hochschild para darle un abrazo de viejos conocidos y compadres. A mí me parece que la neutralidad obliga, por lo menos, a la compostura.
Con las mismas condiciones de victimización que defendió el delegado de la ONU en la exsenadora, hay miles y miles de colombianos y colombianas. ¿Por qué ella? Lo dicho: Piedad no estuvo por las víctimas; pero echando mano de un juego de palabras, yo sí me atrevo a pedir “piedad por las víctimas” de las Farc. Por todas, por las que quieren olvidar y perdonar, como las que han ido a La Habana a dar conmovedor y respetable testimonio, pero también por las que no han podido olvidar y esperan que la justicia castigue los crímenes que las afectaron. Basta ya de relegarlas, para llevarles a las Farc sus amigos en vez de sus víctimas, como señaló con valentía el senador Lizcano, que fue privado de la compañía de su padre durante 8 años de secuestro ignominioso, o la familia Gaviria que se negó a viajar a La Habana.
Muchos colombianos seguimos pensando que en el proceso de negociación con las Farc, este grupo terrorista debió enfrentar exclusivamente a sus víctimas, para reconocerlas, pedirles perdón y concretar las formas de reparación efectiva. ¿Qué hacía una víctima de las bacrim en La Habana? El Gobierno y la Comisión cedieron a la pretensión de las Farc de hacer un sancocho de violencias para armar una amplia gama de víctimas y, por esa vía, echarle la culpa de todo a todos y diluir su propia responsabilidad.
Al calor del anuncio del final del bloqueo a Cuba y de la tregua indefinida -¿extorsiva?- los noticieros empezaron a anunciar que ya está próximo a cerrarse el tema de víctimas ¿Qué pasó con la verdad y el reconocimiento, qué pasó con la petición pública de perdón, qué pasó con la reparación efectiva? Por Dios, piedad por las víctimas.