Petro no lo afirmó explícitamente. Dijo eso envolviendo su razonamiento en una jerga pretendidamente marxista-ecologista e históricamente errada: dijo que la “revolución industrial” originó la crisis climática. ¿La crisis climática comenzó entonces desde mediados del siglo XVIII?
En las redes sociales circula un corto video que recoge los dos párrafos más indigestos e incomprensibles de su discurso, donde él trató de jugar con nociones como “composición orgánica del capital”, “acumulación de capital”, “rotación de capital” y “capital fósil”. Visto de cerca: Petro no pudo siquiera utilizar esos términos con exactitud: los lanzó como huesos efectistas para el consumo de los jóvenes. Supongo que sólo impresionó a quienes no conocen ese lenguaje (1).
Para juzgar la prestación de Petro en esa universidad busqué el video completo de la conferencia (2). Descubrí allí que el exguerrillero dijo en esa universidad cosas pavorosas que dejan prever que habrá una radicalización extrema del régimen que él y su partido Colombia Humana están tratando de erigir contra la oposición de los congresistas más valientes y contra millones de colombianos.
En su plática, Petro repitió la mayor superchería de los grupos verdes extremistas: que el capitalismo lleva al planeta a la extinción del género humano. Los inventores de esa creencia decretan, además, que hay que reducir drásticamente la población para salvar al planeta, que hay que destruir, también, una parte del medio ambiente para salvar al planeta.
La idea utópica inventada en 1833 por John Etzler —que una sociedad próspera puede vivir gracias a las energías renovables (paneles solares, eólicas, ruedas hidráulicas)—, fracasó y aún hoy ese tipo de energía no ha podido reemplazar las energías fósiles, ni la energía atómica civil. Petro miente cuando dice que los capitalistas desecharon esas “energías limpias” por egoísmo y no por razones de eficiencia tecnológica.
Petro obviamente omitió recitar la lección completa de los verdes, para que no lo vieran en esa universidad como un iluminado. Quiso que lo vieran más bien como un profesor de economía agobiado por la situación actual, que él resume así: “Vamos caminando hacia la extinción”.
Consecuente con eso, Petro declaró su pesimismo: “Nuestros hijos vivirán peor que nosotros y nuestros nietos vivirán peor que nuestros hijos”. La exposición de Petro fue, en realidad, un resumen no de El Capital de Marx sino de El capital fósil, un enfático ensayo de Andreas Malm, 45 años, autor fetiche de Greenpeace, que le permite a ese grupo escribir que “la supremacía de los ricos está acabando con el planeta”. Malm no es un “filósofo”, como cree Petro, ni un científico. Tampoco es una perita en dulce. En Francia lo conocen por impulsar en la extrema izquierda la tesis de que la violencia y el sabotaje son actos legítimos en la causa climática. Su teoría fue puesta en práctica hace poco en Sainte-Soline, donde la manifestación contra la construcción de un embalse para los agricultores desembocó en emboscadas, pedreas, cocteles Molotov, incendios y 35 heridos, 28 de los cuales eran policías. Supongo que una visita oficial de Malm a Colombia ya debe estar en trámite.
Considerando la totalidad de su charla, Petro apareció allí como un gurú que predica sobre el apocalipsis a corto plazo y que oculta mal su preferencia por la fuerza. Petro estima que los signos del fin del mundo son tres: el (supuesto) aumento del nivel del mar, los huracanes y la aparición de nuevos virus. Aunque ese tríptico no resiste el análisis, Petro lanzó una profecía: “Colombia en 2070 será inhabitable”.
Petro parece menos desesperado que la joven activista Greta Thumberg quien anunció, en 2019, que el fin del mundo llegaría en 2030. “Hacia 2030, 250 días y diez horas, llegaremos a un estado donde desatarémos una reacción en cadena irreversible fuera del control humano que acabará con la civilización que conocemos”. Thumberg le espetó a su auditorio: “No quiero que ustedes sean optimistas. Quiero que entren en pánico”.
Como Thumberg, Petro quiere ver a los jóvenes maniatados por ese sentimiento peligroso, el pánico, rechazando la racionalidad y acudiendo a la violencia para sacar de juego a los tarados que no entienden que el fin del mundo se acerca.
En su desdichada disertación, Petro se fue lanza en ristre hasta contra economistas que no niegan el impacto relativo del cambio climático sobre “los ecosistemas no gestionados”, como el norteamericano William Nordhaus, premio Nobel de Economía 2018, quien es “el principal teórico” de la tasa carbono que, según Petro, le puso un “precio de mercado a las vidas de la gente de los países pobres”.
Petro acusó de genocidio a los gobiernos de Occidente y a los teóricos de la economía de mercado para quienes “gran parte de la humanidad es desechable”. En Occidente prefieren la vida de los habitantes de los países ricos y toleran la muerte de los habitantes de los países pobres, aseguró el presidente colombiano.
¿Qué solución a eso ve Gustavo Petro? Su solución es simplemente totalitaria, soviética. El afirmó en Stanford que ni el capitalismo ni el mercado [libre] podrán resolver la “crisis climática” ni preservar la vida de la humanidad; que para resolver ese problema hay que tomar un “camino corto y pragmático”: una “revolución mundial contra el capital” dirigida por un “poder global”.
Petro subrayó que ese “poder global” será capaz de “regular el capital y el mercado”. Petro unas veces dijo “poder político global”, otras “poder público global”, como si fueran lo mismo. En todo caso, para él, ese “poder” no debe ser “nacional” sino “multilateral”. No será elegido sino cooptado no se sabe por quién ni en qué condiciones. Su propuesta es un gobierno único, secreto y autoritario que no le rendirá cuentas a nadie.
¿Pero si los países ricos ven como “desechables” a los pobres del mundo cómo ese “poder global” podría respetar los intereses de los países pobres? ¿Petro quiere que ese “poder global” excluya a Colombia, pero también a Estados Unidos y Europa occidental? ¿Quién mueve los hilos de esa propuesta estrafalaria? ¿Rusia y el Partido Comunista Chino?
Petro está contra los actores libres de las sociedades libres que, con su trabajo en todos los niveles (industrial, agrícola, intelectual, filosófico, científico) producen riqueza y aumentan el bienestar social. Petro estima que los actores libres no resuelven nada. Solo un misterioso “poder político global”, donde no hay actores libres sino esclavos, podrá salvar el planeta.
El presidente colombiano se mostró en Stanford como un fanático del colectivismo, sistema que Friedrich Hayek veía como una de las rutas de la servidumbre.
No es por casualidad que Petro haya insultado en Stanford a dos importantes economistas liberales, el francés Léon Walras (1834-1910) y el italiano Vilfredo Pareto (1848-1923). Los trabajos de ellos, que todas las facultades de Economía estudian con respeto, son para Petro, “errados”. “Esas teorías nos tienen al borde de la extinción”, exclamó con amargura.
Walras es conocido por su modelo de equilibrio general: existe un sistema de precios relativos que permite asegurar simultáneamente un equilibrio estable entre oferta y demanda en todos los mercados, en una economía competitiva. Pareto, quien denunció en su tiempo el creciente intervencionismo de los Estados en la economía, es conocido por su “curva de indiferencia” en sus estudios sobre la relación que existe entre la distribución del ingreso y las decisiones individuales.
Petro habló en esa universidad de cuanta cosa le pasó por la cabeza —hasta de la temperatura de la Luna— y puso en duda hasta la validez de las matemáticas en el campo económico. Sin embargo, se le olvidaron unos datos recientes muy serios, como el artículo de septiembre pasado de Nicolas Scafetta, un físico italiano que demostró que los modelos de circulación globales, en el 95% de casos, son “muy calientes”, es decir que sobreestiman el calentamiento pasado y futuro. Scafetta constató que el calentamiento real de la superficie terrestre, entre 1980 y 2021, pudo haber sido de cerca de 0,40° C, es decir hasta 30% en promedio menos de los cálculos del GIEC (3) y que, en consecuencia, el calentamiento mundial previsto para los próximos decenios podría ser moderado y quizás no especialmente alarmante. Scafetta comparte lo que demostró Richard Lindzen, climatólogo del MIT: que “los modelos son hechos sólo para justificar las políticas climáticas”.
Cuando los países desarrollados, sobre todo Estados Unidos y Europa Occidental deciden reindustrializarse, abandonando la retórica de los ultra-verdes, ¿por qué Colombia, por capricho de un presidente ideologizado, se embarca en la vía contraria, la desindustrialización y el decrecimiento? ¿Para quién trabaja Petro?
Notas
(1).- No es necesario haber leído El Capital para saber qué dice Marx sobre la acumulación de capital, el desarrollo de las fuerzas productivas, etc. En un folleto de vulgarización Salario, Precio y Ganancia, de 1865, destinado a la Internacional de trabajadores, Marx trabaja con esas nociones. Lo que Petro enuncia no viene de Marx sino de un texto reciente El Capital fósil, de Andreas Malm. Petro dijo alguna vez que él había leído El Capital (1867) cuando era joven. El Capital es una obra exigente. Salvo los capítulos sobre la historia del trabajo como creador de valor, la primera sección de esa obra, dedicada al “análisis de la mercancía”, es “de comprensión difícil”. Lo admite el propio Marx. Con razón: esa parte fue escrita en lenguaje hegeliano. La hipótesis errada de Marx sobre el “derrumbe ineluctable” del capitalismo por la baja tendencial de la tasa de ganancia, está ligada a su idea sobre la composición orgánica del capital restringida al perímetro de la fábrica inglesa de su tiempo.
(2).- youtube.com/watch?v=04fm20sTkow
(3).- Grupo Internacional de Estudios sobre el Clima, fundado en Francia en 1988, produce informes anuales criticados por algunos como alarmistas y desprovistos de la noción de incertidumbre, central en el tema del clima. El dogma del GIEC es que el calentamiento es causado por el hombre. Otros factores, como los ciclos solares, las erupciones volcánicas, son descartados. Los científicos no son mayoritarios en ese organismo. La duda metódica de Descartes es poco utilizada en el GIEC.