Hay que comenzar por decir que la degradación del debate público se le ha convertido a Gustavo Petro en una verdadera obsesión. Es como si su primera estrategia consistiera en llenar de bajezas y palabras ralas toda discusión seria que se le pone en frente.
Claro que esta estrategia no tiene nada de nueva. Es uno más de los viejos recursos de quienes pierden los argumentos y prefieren, entonces, enturbiar las discusiones llenándolas de emocionalidades, de palabras brochas, de fantasmas asustadores, de griterías sórdidas.
Esta semana salió a insultar a los empresarios y a señalar que lo quieren “tumbar”.
Para empezar, eso de utilizar la palabra “tumbar” no tiene otro propósito que empantanar la discusión en un planteamiento turbio, impreciso. “Tumbar” puede querer decir muchas cosas y puede no querer decir nada. Solo que lo pone a uno en la tarea de tener que descifrarlo. Sobre todo cuando la turbiedad viene ligada a una amenaza. A una amenaza despótica e incendiaria.
Las palabras exactas que utiliza son las siguientes: “Hay quienes sueñan, por ahí, en tumbar al gobierno. Recogen platicas de unos grandes empresarios españoles, se van a España a ver cómo se tumba el gobierno”.
Dizque “Hay quienes sueñan, por ahí”, dizque “grandes empresarios españoles”, dizque “recogen platicas”. Nada claro, nada en concreto, todo turbio. Si Gustavo Petro sabe quiénes son, dígalo. Si dice que hay empresarios extranjeros y sabe quiénes son, está en la obligación de denunciarlos.
Pero no, de eso no se trata. Porque su estrategia no consiste en aclarar nada sino en enturbiarlo todo. En este caso, en enturbiarlo todo de conspiración, de conspiratividad, de oscuras intenciones, de secretos inconfesables. Se trata de inventarse el fantasma de un oscuro grupo de personajes que actúan desde la más sombría oscuridad para impulsar oscuros propósitos contra un presidente limpio y puro.
Para salir de la turbiedad planteada por Gustavo Petro,
El Golpe de Estado. ¿Será que lo que Petro insinúa es que se está cocinando un golpe de Estado en su contra?
- Eso no se lo cree nadie.
Baste recordar que en América Latina los golpes de Estado solo han podido darlos los militares y los gringos. O mejor, los militares con los gringos. Y está claro que en Colombia los militares son respetuosos frente al poder político civil y que la política norteamericana dejó atrás las conspiraciones golpistas desde hace décadas. Luego la insinuación de que se le está cocinando un golpe de Estado es tan sinuosa como inverosímil.
El otro escenario es el del Juicio Político.
Ese es otro tema. Ese sí es de verdad. Pero es un camino que no consiste en “tumbarlo” sino en juzgarlo. Juicio de la justicia legítima que debe terminar retirando al presidente del cargo si se prueban los delitos y las indignidades denunciadas y si el Congreso considera pertinente retirarlo.
Hablar de “tumbar” a un presidente siempre sugiere un cierto grado de conspiración por el poder, un cierto grado de intencionalidad e intereses políticos de sus adversarios partidistas o ideológicos.
Aquí no hay eso. Aquí lo que hay es la exigencia cívica del cumplimiento del postulado democrático consagrado en la Constitución según el cual nadie puede estar por encima de la Constitución y las leyes.
Se trata de comprender y respetar la regla básica que nos diferencia de las tiranías: En la democracia todos los ciudadanos, comenzando por el gobernante, estamos obligados a acatar la Constitución y las leyes, a diferencia de la tiranía en la que el déspota puede pasar por encima y pisotear cualquier constitución y cualquier ley.
Me cuento entre los primeros que exigimos el Juicio Político a Gustavo Petro porque consideramos que violó la Constitución y las leyes. Y lo hago desde mi condición de ciudadano, alejado de toda actividad partidista. La exigencia del Juicio Político a Petro no es ninguna jugada política sino una exigencia ciudadana, cívica y constitucional, institucional y pacífica.
Por eso no podemos aceptar que Gustavo Petro nos amenace.
Escuchemos con mucha atención su amenaza: “No se les ocurra hacer eso, porque estarían iniciando una nueva era de violencia. Les voy a decir: no sean brutos que ya en la historia de Colombia se ha hecho, se ha repetido y se sabe qué pasa. El campesinado sabe qué tiene qué hacer, la juventud popular sabe qué tiene que hacer, el pueblo trabajador sabe qué tiene qué hacer, así yo no siga en esta existencia”.
Una vez más, en razón de su manejo turbio del lenguaje, tenemos que volver a hacer el ejercicio de descifrarlo para que no siga engañando a los incautos. En blanco y negro, lo que Petro dice es que, si se avanza en el Juicio Político por los delitos denunciados ante la Comisión de Acusaciones, entonces él convocará a sus milicias y a sus bases políticas, del campo y de la ciudad, para que vuelvan a sembrar de terror, vandalismo y bloqueos al país, tal como lo hizo durante los dos meses de terror y desastres humanitarios y económicos que impuso en 2021.
En concreto, lo que Petro quiere es que no se le adelante el Juicio Político que establece la Constitución a cambio de que no incendie al país.
De nuevo su estrategia de miedo. De nuevo de estrategia tiránica.
Su nueva amenaza es una razón más que poderosa para juzgarlo, y juzgarlo rápidamente, antes de que él sí cumpla su amenaza y nos tumbe la Constitución y la democracia.