Colombia no es un laboratorio para hacer experiencias absurdas, como la destrucción de la industria petrolera y energética del país, como la inducción deliberada de la recesión y del anti desarrollo en el sector agropecuario y en otros sectores claves del empleo y de la producción colombiana
Una cosa es el conocimiento y otra la creencia. Max Weber explicaba que en el terreno de las ideas hay que distinguir entre la pura metodología científica y la ética de la convicción. En esta última categoría se inscribe para algunos la obra especulativa del economista y sociólogo francés Serge Latouche, 82 años, autor que parece ser uno de los mentores ideológicos de Gustavo Petro y de Irene Vélez, la nueva ministra de Minas y Petróleos de Colombia.
Serge Latouche, profesor de la universidad Paris-Sud 11 y autor, entre otras obras, de Le temps de la décroissance (2010), está convencido de que la búsqueda del desarrollo equivale a la horrible “occidentalización del mundo”, que el antidesarrollo, la recesión económica y el empobrecimiento de las sociedades, es una forma de “escapar al capitalismo”, de constituir una “verdadera alternativa al productivismo liberal” y de alcanzar una “sociedad alternativa”.
Aunque ningún estudio científico valida esa hipótesis, los adeptos de la liquidación del progreso y de la tecnología, como los partidos verdes más radicales, hacen de ese tipo de creencias una bandera política. La batalla cultural del “decrecimiento” es sin peligro para los profetas del fin del mundo. Saben que el cuento del antidesarrollo no se traduce a corto plazo, salvo una catástrofe inesperada, en ampliación rampante de la miseria en las sociedades desarrolladas donde ellos viven y que su propia situación personal no será afectada. Olvidan, eso sí, que tales tesis, aplicadas a países pobres o del Tercer Mundo, pueden desatar, a corto plazo, desequilibrios y calamidades nutricionales, médicas, demográficas y de infradesarrollo intelectual grave, sobre todo entre los más jóvenes.
Yo le pediría a Gustavo Petro que deje de jugar al aprendiz de brujo con teorías tóxicas y de fondo maltusiano que él dice haber aprendido en Bélgica. Colombia no es un laboratorio para hacer experiencias absurdas, como la destrucción de la industria petrolera y energética del país, como la inducción deliberada de la recesión y del anti desarrollo en el sector agropecuario y en otros sectores claves del empleo y de la producción colombiana. Que lo hagan los hacedores de teorías del Primer Mundo, bajo una gran campana de vidrio y sin afectar a la gente, pero no en Colombia utilizando a la población y a la macro y micro economía, como conejillos de indias.
Colombia aspira, a justo título, a desarrollar no la pobreza sino su potencial intelectual, económico, industrial, comunicacional, comercial y artístico. Sin embargo, mientras Colombia siga las teorías deletéreas del nuevo mandatario, no habrá progreso. La agenda del gobierno, que muchos creen “de avanzada”, es reaccionaria: retroceder a una economía de subsistencia, como lo prevé el acuerdo de La Habana cuando dice que la “economía campesina, familiar y comunitaria” es lo “fundamental” del “desarrollo rural integral”.
No sé qué dijo Serge Latouche del lamentable efecto de su teoría en Francia al estallar la epidemia del Covid. De un día para otro, Francia se encontró sin medicamentos, sin respiradores artificiales y sin material médico para proteger al personal médico y a la población. Seducidos por la teoría del decrecimiento, las élites de Francia y otros países dejaron en manos asiáticas esas fruslerías. Cuando estallaron la guerra en Ucrania y las sanciones contra Rusia, Francia recibió otro tremendo golpe: descubrió su vulnerabilidad energética pues había desmantelado casi la mitad de sus plantas atómicas, una energía limpia que disminuye los gases de invernadero, pero tan detestadas por los fanáticos del anti desarrollo. Ahora está tratando de reactivar a las carreras 32 reactores para encarar el invierno.
El cambio climático, tema crucial pues tiene efectos sobre todo tipo de poblaciones, puede ser agravado por el decrecimiento. Las adaptaciones que exige ese fenómeno solo pueden salir de un mayor desarrollo tecnológico, de más investigación y actividad en todos los órdenes. Solo el desarrollo y el crecimiento económico elevaron drásticamente los niveles de salud y confort de la población mundial. El decrecimiento reducirá esos niveles alcanzados. Para resumir: esa teoría es una forma de locura que precipita los desastres que cree poder evitar. La ecología política en las manos de los verdes, escribe el ensayista Pascal Bruckner, “es a la vez el agente y el vehículo de nuestro deseo de muerte”.
Eduardo Mackenzie, https://twishort.com/Fhpoc 2 de septiembre de 2022