En el caso del sector ganadero, respecto al sacrificio de ganado la salida momentánea de operaciones, en agosto y septiembre, de la empresa Minerva generó una contracción en el trimestre de 3,7%; aunque el acumulado del año sigue estando en cifras positivas. Se espera que el año termine con un crecimiento sobre 1% teniendo en cuenta que los dos primeros trimestres fueron de buen comportamiento y el cuarto, ya con la reincorporación de Minerva sumado a las fiestas navideñas, permitirían cerrar el año con buena dinámica en el consumo.
En el caso de producción de leche se completa el octavo trimestre con cifras negativas, y aunque las variables costos de insumos y clima hoy son menos críticas, la que le pega bastante fuerte al sector es la variable consumo. De un lado los altos precios al consumidor de leche y sus derivados, y de otro, el deterioro económico, ha impactado sobre el gasto que hacen las familias en productos lácteos.
En carne los precios al consumidor han estado bajo control, 3% es el alza entre enero y octubre, lo que efectivamente ha estimulado el consumo; aun cuando el sector en 2023 ha exportado 22 mil toneladas de carne y 192 mil bovinos en pie. Claro, la culpa no era de la vaca ni de las exportaciones, hablando del crecimiento de los precios en 2021 y 2022 que realmente fueron impulsados por factores internacionales.
Pero en leche, la presión sobre el precio al consumidor aun sigue siendo elevada. Entre enero y octubre el alza es superior a 12%, y esta situación también se presenta en otros bienes de la canasta familiar, lo que genera una situación de malestar económico. “El dinero no alcanza” dicen las amas de casa.
El Gobierno Nacional tiene razón en algo, la política de contracción del Banco de la República para atacar la inflación ha generado un importante deterioro en el consumo. Claro, con altas tasas de interés las familias aplazan sus compras de vivienda, o de vehículo y en general usan menos crédito de consumo, además el alza en los precios sigue lo que le pega duro a la adquisición de productos básicos.
La realidad es que se usaron herramientas para desestimular la demanda cuando la inflación que ha registrado Colombia y el mundo en los últimos tres años es inflación de oferta, por eso el problema inflacionario no se resuelve y 2023 terminará con un IPC cercano al 10% anual.
En otras palabras, el remedio no sirvió, y sí impactó de manera importante a la economía. Sin embargo, no es excusa y toda la responsabilidad económica no puede achacarse al banco central. La misma teoría económica y la experiencia en el manejo de política macro otorgan herramientas contracíclicas para evitar que la economía se desacelere cuando el gasto privado cae. Incrementar el uso y eficiencia en el gasto público debieron ser la tendencia gubernamental en 2023. Pero esto no ocurrió.
Desafortunadamente las ejecuciones presupuestales del Gobierno Central, a falta de 45 días para terminar el año fiscal, en gran parte de las carteras ministeriales apenas supera el 50%. Mientras que la economía ve grandes nubarrones, el dinerito de los programas públicos se mantiene guardado. En un país con tantas necesidades y altos niveles de pobreza esto no debe ocurrir.
El asunto ahora será el manejo del salario mínimo para 2024, que podría reajustarse alrededor del 12% para el próximo año, lo que puede colocarnos en un escenario de espiral inflacionario, y haría aún más lejano el escenario para que las tasas de interés bajen. De allí la importancia del dinamismo que deben tener los programas estatales para sobrellevar estos tiempos turbulentos ¿lo logrará el Gobierno Central?