Quizás desde los Panamericanos de 1971, Cali no se mostraba al mundo como lo hizo con lujo durante la COP16 sobre biodiversidad, que ya terminó y, sobre ella, hay tres aspectos que quiero resaltar:
El primero: Bien por Cali, por su alcalde Alejandro Eder, por la gobernadora Dilian Francisca Toro; bien por la Fuerza Pública que garantizó la seguridad, y bien por las personas y entidades que la hicieron posible; pero, especialmente, ¡bien por el pueblo caleño!, que hizo suya la COP16, se tomó la Zona Verde en el Bulevar del Río y la convirtió en un “evento vivo” que se expandió por la ciudad, con todo y Festival Mundial de Salsa. Yo me sentí en la antesala de su famosa feria.
Segundo: Bien por Bruce Mac Master, la ANDI y el Consejo Gremial Nacional. El 1er Congreso Naturaleza & Empresa en el marco de la COP16 fue una experiencia entusiasta, participativa y aportante del empresariado colombiano, no tanto en discursos y declaraciones, sino en proyectos concretos, hechos y resultados. Lo que a la COP16 le faltó en presidentes, le sobró en empresarios comprometidos. En efecto, sentí a un empresariado que no se deja atrapar en las amenazas del armagedón ambiental, sino que busca y está encontrando salidas, en su mayoría sin apoyo público y, quizás por ello, desconocidas para el país, alimentado por las narrativas del cataclismo mundial.
Conferencistas internacionales, inclusive, se sorprendieron cuando hablé del impacto reforestador de la ganadería sostenible a partir de sistemas silvopastoriles, con capacidad de capturar más CO2 del que emite; como se sorprendieron del liderazgo de FEDEGÁN en sistemas sostenibles de producción ganadera, un esfuerzo de más de 15 años, que mereció el apoyo del Fondo Global Ambiental, GEF, del Banco Mundial, pero no ha merecido el del Estado colombiano.
Eso me lleva al tercer comentario. Ya pasó la COP16…, ¿y ahora qué? No conozco aún las declaraciones finales que se negociaron en la exclusiva y protegida Zona Azul, pero me encontré con el comunicado final de la anterior (Montreal 2022) y su esperanzador titular: “La COP15 finaliza con acuerdo histórico por la biodiversidad”. ¿Acaso la nuestra terminará con otro acuerdo “histórico” y nada más?
No quiero subestimar la COP16, pero tampoco sobreestimarla. De hecho, la ONU anda por el mundo de COP en COP. Además de la de biodiversidad, la de cambio climático será COP29 en Aserbayán, y la anterior (Dubai 2022), en otro acuerdo histórico anunció “el inicio del fin de los combustibles fósiles”. Hay COP16 para desertificación, la COP15 para humedales será en Simbawe en 2025 y hasta la COP Escazú se ha reunido tres veces.
Todas con sus miles de expertos, ministros y embajadores; todas con sus acuerdos históricos que suscriben muchos y cumplen muy pocos, pues no son vinculantes para las partes.
¿Qué esperamos entonces de nuestra COP16, ni siquiera para el mundo, sino para el país? Pasar de acuerdos y declaraciones grandilocuentes a decisiones de política pública, con voluntad de hacer y con recursos; con menos leyes e instituciones “autónomas” y con más resultados.
¿Qué espera la ganadería? Hemos propuesto establecer 10 millones de hectáreas en ganadería silvopastoril con apoyo del Estado, aunque solo un millón representaría una revolución ambiental y productiva, pero en 2019 el presidente Duque, en otra de tantas cumbres ambientales, se comprometió ante el mundo con apenas 100.000 y no cumplió. Hoy, pese al entusiasmo del gobierno, en nuestro Acuerdo de Tierras para Reforma Agraria no hemos podido hacer una sola hectárea de sistemas Silvopastoriles.
Así es muy difícil. No basta con prometer y asustar con el fin del mundo, hay que actuar.
@jflafaurie