Esta vez para contener a unos productores del sector rural que realizaban unos paros anunciados, por las mismas razones que los originó, hace menos de un año, pero agravados según sus promotores, por la baja efectividad o incumplimiento de lo pactado para solucionar lo que piden los campesinos. ¿Qué pasó? ¿Por qué el Gobierno Santos no muestra buenas notas en el manejo del sector agropecuario y por qué se dejó coger tanta ventaja de los paros agrarios?
Al iniciar su Gobierno celebramos que se le hubiera dado al sector agropecuario un estatus igual al que reciben tradicionalmente otros sectores. El Gobierno habló de la locomotora agropecuaria. Pero con el trascurrir de los días su conductor, el entonces ministro de Agricultura y Desarrollo Rural, Juan Camilo Restrepo Salazar, empezó a girar en torno a otros intereses.
De nada valieron las advertencias que le hicieran los gremios de la producción frente a problemas cruciales originados en la inequidad de los TLC firmados que amenazaban la sostenibilidad de los subsectores del agro y lo sumirían en un mayor empobrecimiento, o incluso, sin que se argumentaran los impactos de los TLC, demandaban estímulos para crecer. Así lo advirtió Fedegán. Y la respuesta fue un lánguido “no hay plata”, que los Conpes no tenían financiación.
Cierto es que al inicio del Gobierno, La Niña –el tan temido fenómeno climático impuso sus reglas de juego, pero en ese momento al igual que durante todos los años, la gremialidad agropecuaria en especial Fedegán FNG, se convirtió en un instrumento de gran valor para sacar adelante la responsabilidad que le competía al Gobierno, con resultados exitosos, pero por sobretodo transparentes, con las bodegas de alimentos para bovinos.
Así lo señala la Contraloría General de la República para el caso de Fedegán. Los ganaderos pudieron comprobar una vez más, que tenían un gremio sólido y que sus servicios les servían a todos los ganaderos.
Tampoco se supo la suerte y hoy cuatro años después no se sabe del proyecto de reforma agraria en que venía comprometido el país. Se quedó en consultas con las comunidades. Como en el juego de las cartas, se refundió con otros proyectos. Así el giro ubicó al tema de tierras en el centro. Para ese Ministerio, en ese momento, no había nada más. Era lo más parecido a una dependencia de una de las partes de la mesa de negociaciones de La Habana.
Giro, que el ministro Restrepo, acompañó de un proceso de destrucción de la institucionalidad, especialmente la gremial del sector agropecuario. Fue una política a raja tabla de “divide y reinaras”, sin advertir que por falta de atención a los problemas productivos y sociales del campo, la crisis se hacía cada vez más grande.
Proceso de desinstitucionalización que fue prohijado por el mismo presidente Santos, para quién eran enemigos todos aquellos que se atrevieran a cuestionar su política de paz. Así fue tildada de enemiga de la paz a Fedegán, y marginada de todo cuanto tuviera que ver con los temas rurales. La SAC sufrió otro tanto.
Lamentablemente la desinstitucionalización también desbordó al propio Gobierno, quien incluso escuchó a la junta directiva de Fedegán, sin que ello no pasara más allá de unas palmaditas en la espalda, y echó mano del ministro de Hacienda, cuyo talante girar cheques y feriar el país, logró contener temporalmente la protesta campesina, con el mismo mecanismo que el ministro Restrepo había creado en su paso por ese Despacho y que ha introducido grandes distorsiones a la economía real en favor del sector financiero: el impuesto a las transacciones financieras inicialmente el 2 por mil y luego elevado al 4 por mil, que a la postre se convirtió en un poderoso limitante para el proceso de bancarización de la economía.
Al anochecer la tarde para el presente mandato gubernamental, los problemas del sector agropecuario siguen ahí. Fueron cerca de cuatro años que el país perdió, dejando como saldo un sector agropecuario herido fatalmente y un sector rural feriado a favor de quienes destruyeron el país. En la vera del camino van quedando muchos productores, tal como ocurrió con las ganaderías de leche, y más recientemente, con los de otros productos agrícolas.
Siempre se advirtió que no había política agropecuaria, y el presidente Santos sigue sin advertir que aún no la tiene. Mientras tanto, y para cerrar su mandato, se atrinchera en los esmad para pasar el mal rato que le provocan los problemas del agro que le creó su mismo ministro. Vienen nuevos logos, pero los camaleones son los mismos, aunque cambien de colores