La Ley de Expropiación por Causa de Utilidad Pública o Interés Social y Ley Orgánica de Seguridad y Soberanía Agroalimentaria, conforman lo que he denominado la toma por asalto de la agricultura venezolana.
Ha sido un elemento común en la verborrea del gobierno Hugo Chávez Frías y de Nicolás Maduro, su insistencia en lograr “la predominancia de la propiedad social de la tierra, fábricas, empresas y agroindustria” como paso para alcanzar la “transformación socialista del campo y la agricultura en Venezuela”.
Quienes se mantienen en el gobierno, han condenado a la agricultura a una crisis jamás padecida, retrotrayéndonos a los niveles de producción de alimentos de la década de los años 60. Su modelo económico - agrícola nos ha conducido a estar entre las naciones con mayor índice de “Vulnerabilidad Alimentaria” en el continente con el 21.2 % de nuestra población sin poder cubrir sus requerimientos básicos de alimentación, transformándonos en un país “Importador Neto” con una “Balanza comercial de alimentos per cápita de –84 %” (IICA).
De la destrucción de nuestro aparato agroproductor, la beneficiaria ha sido la hipócrita “izquierda” venezolana, hoy personalizada en los grupos que conforman “el nuevo empresario”, denominada la “Boliburguesia”. En las zonas agroproductoras estos grupos han conformado supuestas asociaciones de productores, que nuevamente serán quienes en su mayoría reciban de las empresas estatales AGROSUR y AGROFANB, los escasos agroinsumos disponibles en el país para el Plan de Siembra 2020.
El Ministro del poder popular para la agricultura productiva y tierras, Wilmar Castro Soteldo, anunció que para el presente año se asignó un financiamiento de 415.154.457 dólares. Según sus declaraciones “el aporte estatal ha sido de menos de 300 millones de dólares”, reconociendo que esos recursos han sido asignados a entidades del propio estado.
Estas simuladas asociaciones de productores, privilegiadas con la asignación de insumos, son las que se encargan de entregarlos luego a los verdaderos agricultores, sometiéndolos a una neo esclavitud al verse obligados a entregar una cuota de hasta 5.000 kilogramos por cada hectárea sembrada de maíz, como pago por los insumos recibidos. En caso de obtener rentabilidad, también son obligados a ceder cerca del 50 % de lo alcanzado.
En el entorno del gobierno abundan estos fariseos, mercaderes de la tragedia ajena, aves de rapiña, que continúan enriqueciéndose utilizando a discreción los pocos recursos financieros que anuncia el gobierno para el sector agropecuario, pero además, en estos últimos años, han puesto en práctica una nueva modalidad de apropiación de los bienes bajo control del estado. Presenciamos con impotencia como hoy se les asigna a dedo, en procedimientos alejados de la ley, las tierras y agroindustrias bajo control oficial, que el mismo Socialismo del Siglo XXI ha llevado a la ruina.
Con violencia y arbitrariedades quienes defienden la tesis de la “injertación socialista del estado” en el sector agropecuario continúan en su empeño de “tierra arrasada”, de arrastrarnos al pasado, y cual ladrones, insisten en su intento de arrebatarnos el futuro, pero han sido sorprendidos por la enorme e inagotable resiliencia del productor venezolano. Se equivocan quienes nos mal gobiernan si piensan que lograrán doblegar al sector agropecuario venezolano.
Es cierto, hoy agricultores y ganaderos atraviesan el más duro momento de las últimas cinco décadas de historia, quizás a ratos parezcan diezmados y la desesperanza parece vencerlos, pero la gente de nuestros campos es noble y corajuda, con su piel y alma curtida por el arduo trabajo, y jamás, les aseguro, los veremos rodilla en tierra.
Quienes conforman el Socialismo del Siglo XXI, siempre han desestimado la emoción y satisfacción que experimenta el pequeño, mediano y gran productor, al colocar en los surcos la semilla que busca garantizar los alimentos de los hogares venezolanos. En sus 21 años el gobierno Chávez - Maduro ha dejado claro el menosprecio al compromiso y tesón que los hombres y mujeres de nuestra ruralidad, le colocan con admirable ahínco a sus eternas jornadas de trabajo para el cuidado de sus rebaños.
No entendieron nunca, quienes mal dirigen nuestra hermosa Venezuela, que la agricultura y ganadería son un acto de fe, de compromiso transferido de generación en generación, de infinita perseverancia y constancia que inspira a estos hombres y mujeres a perseguir siempre con indisoluble optimismo, la conquista de una mejor cosecha, de una mejor cría. Lo que se aprende del campo, nunca se olvida.
El arduo trabajo de labrar el suelo, o del cuido de rebaños, es uno de los actos más sublimes de amor a la patria que he presenciado en los más recónditos lugares de nuestra geografía, que se materializa en los alimentos, que llegan a los centros de consumo. Aún hoy, luego de más de dos décadas de esta “plaga roja” y en medio de esta pandemia que azota a la humanidad toda, los alimentos que continúan auxiliando a los hogares venezolanos, son los recolectados por manos venezolanas, en tierras venezolanas.
Ing. Agr. M. Sc. Werner Gutiérrez Ferrer
Ex Decano de la Facultad de Agronomía de LUZ
@WernerGutierrez