Bogotá es tal vez de las ciudades más atípicas del mundo para ser centro de negocios y de transformación productiva de un país. A 500 km de distancia del puerto más cercano, Buenaventura, y necesitando atravesar casi tres cordilleras en medio de los andes para transportar insumos importados, o para exportar, debería figurar en el top de las ciudades más competitivas, al menos de Latinoamérica, o al menos del país.
La ciudad capital es tierra de todos pues recibe a habitantes de todas las partes del país, incluso es la mayor receptora de migrantes, pero a su vez es tierra de nadie pues su multiplicidad cultural hace que pocos se apropien de su identidad y cuiden la región que les brinda oportunidades.
A su vez es una de las ciudades más costosas de América Latina con relación a lo que ofrece: altos impuestos, restricciones de movilidad, baja cantidad de vías y a su vez mala calidad de ellas, creciente inseguridad y sobre todo falta de liderazgo de quienes han estado al frente del Palacio Liévano como burgomaestres.
No es diferente con la alcaldesa actual quién fue elegida con determinadas propuestas y que en el transcurso de su periodo de gobierno no ha dudado en burlar, ejemplos de ello son las obras de la Avenida 68 o de la Carrera séptima, que criticaba con dureza como candidata pero que terminó realizando como mandataria.
También preocupa que de a poco viene cambiando su discurso frente a un metro elevado ya contratado, y también que de a poco va matizando un mensaje de que lo requerido es un metro subterráneo. ¿Tendremos metro? Solo cuando sea inaugurado lo creeremos, por ahora no hay nada.
Ahora, la ciudad con una gran cantidad de obras en ejecución se sumerge en más caos, pretendiendo la señora alcaldesa hacer lo no logrado en sus tres anteriores años de gobierno. Claro, la pandemia siempre aparecerá en sus razones de por qué no ejecutó con anterioridad las obras que debía ejecutar.
Lo más lamentable de todo es que Bogotá, que se ha configurado como un especial centro de transformación agroindustrial, no da respuesta competitiva a las necesidades de las cadenas de valor. Efectivamente, la Sabana de Bogotá, el altiplano cundiboyacense, así como los llanos orientales proveen a la ciudad capital con materias primas como leche cruda, bovinos, porcinos, aves, hortalizas, verduras, frutas, etc. para que en la ciudad se les agregue valor o se comercialicen al tener un mercado de más de ocho millones de habitantes.
Sin embargo, ya desde hace algún tiempo, muchas empresas del sector agroindustrial han decidido partir e instalarse en las afueras, esto con el fin de evitar las restricciones y malas condiciones de negocios que ha impuesto el gobierno de Bogotá, además de los altos impuestos que no se traducen en obras que promuevan la competitividad y faciliten hacer negocios.
Evidentemente en 2023 deberá elegirse un alcalde o alcaldesa con alta formación, que brinde soluciones prácticas a las graves problemáticas que hoy tiene la ciudad y que sobre todo vuelva a darle a la ciudad su papel de hacedora de negocios que se perdió en los últimos años. Lo bueno de llegar al 31 de diciembre de 2022 es que solo quedará un año para que acabe el nefasto gobierno de la señora López.
@ojcubillosp