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Mi cita con Álvaro

Por José Félix Lafaurie Rivera - 06 de Noviembre 2020

El asesinato de Álvaro Gómez Hurtado el 2 de noviembre de 1995, doloroso para el país y dolorosísimo para quienes tuvimos la oportunidad de estar cerca de él, personal, política y periodísticamente, se me ha convertido en una obligada cita anual con su memoria.

El asesinato de Álvaro Gómez Hurtado el 2 de noviembre de 1995, doloroso para el país y dolorosísimo para quienes tuvimos la oportunidad de estar cerca de él, personal, política y periodísticamente, se me ha convertido en una obligada cita anual con su memoria.

En esta ocasión, sin embargo, cuando se cumplieron 25 años de infamia y de impunidad, me ocuparé de mi personal interpretación de la sorprendente autoinculpación de las Farc”, a costa de la remembranza de la personalidad de Álvaro y de su contribución al pensamiento político colombiano, algo con lo que la historia tiene una deuda enorme, reivindicada por Juan Esteban Constaín en su libro “Álvaro: Su vida y su siglo”, en el que no duda en afirmar que “fue el estadista más grande de Colombia en el siglo XX”, apreciación significativa en este país de tantos políticos y tan pocos “estadistas”.

Empiezo por anotar que me causó escalofrío oír a un ¡senador de la República!, no solo confesando que dio la orden directa de ¡asesinar a Álvaro Gómez!, sino afirmando, como si nada, que los organismos de seguridad conocían la responsabilidad de las Farc; que la Policía asesinó a los cuatro autores materiales y que, por eso, “al Estado le tocó callarse”.

Me causa repudio el acostumbrado cinismo de las Farc en su comunicado. Resulta que ahora les parece el asesinato “…una de las más desgarradoras noticias” de la historia política del país, y hasta ahora les dio por leer sus biografías para darse cuenta de que “…su contribución a la paz del país habría sido fundamental”.

Me causa extrañeza que semejante reconocimiento se produzca cuando, precisamente, la Fiscalía reimpulsa la investigación y llama a declarar, entre otros, a los capos del cartel del norte del Valle, a Piedad Córdoba, a los excabecillas de las Farc y hasta a Lucho Garzón.

Me causa profundo rechazo la mezquindad de Ernesto Samper cuando afirma que “los Gómez están buscando plata”. El amigo de Piedad y figura de la fracasada organización multilateral del chavismo, no tiene idea de lo que Álvaro llamaba el “talante moral”.

No sé qué me causa la declaración de la JEP sobre este “temprano reconocimiento”. ¿Temprano 25 años después? ¿Temprano después de tres años de funciones de la JEP? Por la misma “ingenuidad” se les voló Santrich.

Me causan inmensa solidaridad las declaraciones de Mauricio Gómez sobre el asesinato de su padre, respetuosas con la justicia mientras no se conozcan las pruebas, pero desconfiadas de lo que pasará con los procesos en la JEP y la Comisión de la Verdad. “No va a pasar nada”.

Me causaron desconcierto las declaraciones del presidente de la Comisión, no tanto por la exaltación del “acto libre” de las Farc y su “aporte en justicia y verdad”, que era de esperarse, sino por la insinuación de que “Al hacerlo corren riesgos inmensos: saben que los pueden matar (…) los que los odian y no creen en la justicia de la JEP y quieren hacer ‘plena justicia’”. No, padre De Roux, la mitad del país odia el historial narcoterrorista de las Farc; la mitad del país no cree en la JEP y rechaza su impunidad, pero esa mitad del país no busca venganza sino verdadera justicia; esa mitad del país, incluidos Mauricio Gómez y yo mismo, no somos asesinos.

Finalmente, me causa curiosidad que, apenas un mes antes, el 30 de septiembre de 1995, las Farc asesinaron a José Raimundo Sojo Zambrano, senador, ministro y presidente de FEDEGÁN. ¿Por qué no lo incluyeron en su “temprano reconocimiento”? ¿acaso se les olvidó?

@jflafaurie