Conocemos de primera mano la literatura fariana. Sabemos de sus métodos, de sus odios y de su sentido moral. Por eso no tenemos la menor duda de la autenticidad del grotesco documento en el que condenan a muerte al presidente de Fedegán, José Félix Lafaurie. Y no nos queda la menor duda de su cobardía y de la manera como eluden responsabilidades, cuando las ven cercanas. Lafaurie preside uno de los más importantes gremios del país, el que congrega en monolítica unidad a los sufridos, despreciados, ignorados ganaderos colombianos. Por eso la lucha de Lafaurie ha sido tan dura y ha tenido que enfrentar, como ahora, la maledicencia del presidente de la República. Entre otras cosas, porque Fedegán es de los poquísimos gremios que no se han dejado tomar por asalto del Gobierno y de sus socios, los plenipotenciarios de las Farc. El tema gremial es de vital importancia para la Nación y nos parece que lo tomamos a la ligera, mientras los santo-comunistas se tragan el espacio. La ANDI quedó en manos de un empleado de Santos, el señor Mac Master; la Federación de Cafeteros se la volvió a engullir de un solo estirón; al presidente de la SAC lo trató en público a las patadas, con resultados visibles; es dueño de las aseguradoras a través de un antiguo uribista y luego traidor al hombre y a la causa; los banqueros están en su poder absoluto; se ha venido apoderando de las Cámaras de Comercio y a FENALCO le muestra cada día su antipatía, porque no le gusta su presidente. Para terminar la lista, tiene en el bolsillo al presidente de los azucareros, gremio al que le metió la más gigantesca multa que se ha impuesto en América, por un incómodo aplauso en su presencia augusta al presidente Uribe. En este panorama se aprecia la posición insular de los ganaderos, que no se comen el cuento de la paz, simplemente porque se saben el primer objetivo de los narco terroristas de La Habana. Se entenderá, entonces, por qué las Farc odian a Lafaurie y cuando ellas odian, matan. Es su estilo, su sistema, su forma de entender el mundo. De modo que el presidente de Fedegán tiene que tratar de sobrevivir entre le fuego cruzado del Gobierno y de los bandidos que retozan en La Habana. ¡Dura tarea! El país parece de espaldas a ese conflicto trágico. Porque está también de espaldas a su realidad y pareciera resignado a su suerte. Los colombianos no sabemos lo que se nos viene encima. Fracasado estruendosamente en todas partes, el Socialismo del Siglo XXI se juega su última carta. Y se la juega con la desesperación del tahúr que va con sus restos. Colombia le permitiría resurgir de sus cenizas y siente que está a poco de lograrla. Se nos olvida que el Socialismo es la dictadura del proletariado; que es la KGB en acción, bien representada que estaría por el inefable General Naranjo; que es la desaparición de todas las libertades en función de un Estado macro cefálico, cruel, déspota e incompetente. Venezuela nos serviría como ejemplo más próximo. Siempre aparece un Chávez cuando es tiempo de imponerlo. Y un Maduro que cargue con su ruina. Por todo eso habría que matar a Lafaurie. Juanpa quiere encargarse de su defenestración moral y política. Las Farc son más resueltas y pragmáticas. Y por eso están en lo suyo, en su espléndida especialidad, que es el asesinato. Un hombre como Lafaurie les sobra y les estorba.