La atención de empresas y grupos de investigación a nivel mundial, se centra en buscar alternativas para reinventar la producción de alimentos, dar respuesta a las demandas del mercado mundial –que cada vez es más exigente con la oferta de productos que protejan la salud humana y la sostenibilidad ambiental-, y para asegurar la alimentación de una creciente población mundial y superar los grandes niveles de subalimentación y desnutrición.
Muchas organizaciones internacionales, con la FAO a la cabeza, han señalado que para 2050 vivirán en la tierra 2.000 millones de personas más, lo cual implica que la producción de alimentos debe aumentar en un 60 %. Y también han señalado que la inversión agrícola es una de las estrategias más importantes y eficaces para el crecimiento económico y la reducción de la pobreza en las zonas rurales, donde vive la mayoría de los pobres del mundo. (1) El Banco Mundial explica, en su Informe sobre el desarrollo mundial 2008 (Agricultura para el desarrollo), que el crecimiento del producto interno bruto (PIB) en la agricultura ha demostrado ser, al menos, el doble de eficaz en la reducción de la pobreza frente al crecimiento de otros sectores. Y concluye que las regiones del mundo donde el hambre y la pobreza están hoy más extendidos, han visto el estancamiento o la disminución de la inversión agrícola en las últimas 3 décadas. Más aún, grandes empresas a nivel mundial que han puesto sus ojos en la producción de proteínas y en la seguridad alimentaria, han aportado importantes recursos financieros para buscar innovaciones e investigaciones que permitan tener mejores herramientas de recolección de datos y monitoreo de cultivos (2). Es el caso de la agricultura de precisión –que en nuestro medio no ha tenido la expansión requerida-, la cual permite tomar decisiones con una información, valga la redundancia, más precisa y en tiempo real, referidas a la velocidad de la producción o a los costos, tal como se hace en la industria. También se están utilizando las tecnologías inalámbricas para la recolección de datos, para enunciar unas pocas. Fedegán, con recursos del Fondo Nacional del Ganado y del Sena, se ha aproximado a tener información de costos de producción de la ganadería bovina con un alto grado de certeza y en tiempo relativamente corto, con actualizaciones trimestrales. También está proyectando crear comunidades virtuales para la transferencia de conocimiento, basado en metodologías probadas. Se ha convertido así esta Institución en líder en la trasferencia de conocimiento. Corpoica está en la misma dirección, porque es consciente de la importancia y los impactos de la asistencia técnica y la innovación. Es evidente que esas tendencias mundiales se enmarcan en una política de producir alimentos, en aumentar la transparencia de las cadenas de suministro, y en organizar la producción. En contraste, Colombia no tiene un norte claro, no existe una política pública definida. El país no sabe a dónde quiere llevar el Gobierno el campo. Tiene una política de tierras, pero no de producción. Y ha puesto todos sus esfuerzos en ese tema, con la promesa de implantar un modelo de desarrollo basado en la economía campesina, familiar y comunitaria, sobre cuyos impactos y funcionamiento no se conoce siquiera un “paper”. Al final del día, cada país pone sus “huevitos” donde cree tener mayores réditos, y gasta sus pesitos como quiera. Pero no hay que olvidar que no hay almuerzo gratis, y que hay inversiones buenas y otras de mala calidad. 1. http://www.fao.org/invment-in-agriculture/es/ 2. Ver un reciente artículo de El Tiempo, abril 9 de 2015: “Silicon Valley echa raíces en la agroindutria”.