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columna

Los estados desunidos

por: Miguel Gómez Martínez- 31 de Diciembre 1969

Lamentable, decadente, triste, mediocre, vergonzoso, deprimente y preocupante son los adjetivos que describen el proceso electoral de Estados Unidos.

No es fácil escoger un adjetivo para describir el proceso electoral de los Estados Unidos. Lamentable podría ser la descripción de esta elección en la cual el nivel del debate fue de una pobreza extrema. Cuando la primera democracia del planeta presenta al mundo un espectáculo poco atractivo en propuestas de campaña, deberíamos preguntarnos si este no es uno de los símbolos inequívocos de la crisis del modelo.

Porque decadencia es también una palabra que también podría ser apropiada para esta circunstancia. Decadentes los debates sin profundidad ni estilo. Ni hablar de los candidatos que compiten en versiones diferentes de la mediocridad. La de Trump ya muy conocida y caracterizada; la de Biden de un gris profundo y sin brillo.

Triste el papel de los medios que olvidaron la hermosa tradición estadounidense de ser voceros equilibrados de los hechos. Su sesgo era tan evidente que resultaba insoportable. En medio de la confusión y tensión de las primeras horas, las cadenas de televisión luchaban por torcer los hechos en el sentido que les convenía, como lo hacen los medios en los países subdesarrollados. En el olvido quedaron la ética y la búsqueda de la objetividad que son el principio fundamental de la libertad de prensa.

Vergonzosa la ineficacia del sistema electoral que tarda días en producir resultados confiables. Las denuncias de fraude son inevitables cuando pasan las horas sin resultados. Además, no es la primera vez que sucede lo que debería haber llevado a modernizar una estructura obsoleta. No hay excusas aceptables en la primera potencia tecnológica del planeta.

Deprimente es el nivel de polarización de una sociedad donde las fracturas son cada vez más grandes. El voto rural, masivamente republicano, se enfrenta al demócrata de los grandes centros urbanos. Las rupturas regionales son visibles con claridad en los mapas electorales y, a pesar de que los demócratas tienen la mayoría popular, hay zonas enteras de la geografía donde el rechazo a sus posiciones es radical. Los Estados Unidos son hoy una sumatoria de estados desunidos.

Quisiera creer que Biden tiene la capacidad de recuperar la estabilidad de la democracia estadounidense pero no estoy optimista. Su origen estrictamente parlamentario, la languidez de su hoja de vida, la debilidad de su carisma, su edad y la ausencia de claridad en algunas de las acusaciones que han salido a la luz pública, no me parecen ser buenos augurios. Pero sobre todo me preocupa la pobreza del mensaje de su campaña, capturado por los grupos de interés y las minorías que constituyen una colcha de retazos que hace difícil gobernar. Biden no es Kennedy, ni Obama, ni siquiera Clinton. Es más parecido a Johnson, el congresista politiquero, y a Carter el débil de carácter.

Lamentable, decadente, triste, mediocre, vergonzoso, deprimente y preocupante son los adjetivos que describen el proceso electoral de los Estados Unidos. A nadie en el mundo le conviene este estado de cosas. Es la primera democracia del planeta y el pilar de las libertades occidentales. No es un buen momento histórico. Un gran país como Estados Unidos merece mucho más.

Miguel Gómez Martínez

Presidente de Fasecolda

migomahu@hotmail.com

Portafolio, noviembre 10 de 2020