Le han dicho de todo. Que bruto, que comprado, que traidor de los de abajo. Para atacar a un opositor y minar a un auténtico símbolo de nuestra nacionalidad
El huracán de improperios que decidieron desatar contra Egan Bernal es algo que va más allá de las reacciones que suelen darse en las refriegas electorales. Si miramos las cosas con más detenimiento, podremos darnos cuenta de que se trata de una estrategia que vienen adelantando contra todo aquello que encarne los valores más esenciales de la sociedad.
Así es. No contentos con caerle encima a todo aquello que se les oponga, tampoco descansan en su empeño de vulnerar los cimientos esenciales sobre los cuales ha venido construyéndose nuestra sociedad.
Con los ataques a Egan Bernal logran conjugar los dos propósitos destructivos. Por un lado, atacan a un opositor y, por el otro, minan a un auténtico símbolo de nuestra nacionalidad.
Egan cometió el sacrilegio de no apoyar a Petro. Y no solo cometió el sacrilegio de no apoyarlo sino que cometió el crimen de apoyar a otro candidato.
—¡Que llueva candela!
Le han dicho de todo. Que bruto, que ignorante, que comprado, que traidor de los de abajo, que insensato, que quedó minusválido por su accidente.
Para empezar, así no se le debe tratar a nadie y menos a una de las personas que encarnan la mejor dignidad y los mejores valores de una nación.
—¿Qué se creyeron?
—¿Cómo así que bruto e ignorante?
Desde la primera vez que escuché a Egan Bernal quedé cautivado por su inteligencia y su madurez. Siempre me ha deslumbrado el grado de genialidad que se requiere para triunfar en desafíos tan imposibles como el Tour de Francia o como cualquiera de las máximas competencias ciclísticas.
Lo que sí no alcanzo a comprender es la razón por la cual una actriz o un actor parten del supuesto de su superioridad intelectual frente al deportista. Según ellos, cuando una diva apoya a un candidato, es sabiduría; y cuando un deportista apoya a otro candidato, es ignorancia.
—¿No es mucha pedantería?
En esto no hay que equivocarse, los totalitarios de hoy saben perfectamente que no basta con desfigurar y satanizar a sus opositores. También es necesario desfigurar y destruir los símbolos sobre los que se sustenta la sociedad que pretenden derribar.
Hay una parte de la sociedad que queremos que nuestros hijos tengan por referencia a Egan Bernal y hay otros que quieren que sus hijos sean como las Primeras Líneas.
—Y claro, nada más distinto de un Primera Línea que Egan Bernal.
Han llegado a tal grado de irracionalidad e irascibilidad que no se dan lugar a formularse preguntas mínimamente pertinentes.
—¿Por qué una persona tan respetable como Egan Bernal llegó a la conclusión de apoyar a Federico Gutiérrez?
—¿Por qué personas tan respetables como Nairo Quintana y William Ospina optaron por respaldar a Rodolfo Hernández?
—¿Por qué personas tan respetables como Eduardo Pizarro y José Antonio Ocampo decidieron apoyar a Sergio Fajardo?
Como mínimo, formularse estas preguntas los podría llevar a la conclusión de que hay que respetar la dignidad y la inteligencia de las personas, aun cuando no coincidan con sus candidatos y sus planes. Por ahí derecho irían aprendiendo a respetar los derechos de la gente y la democracia.
El tema es muy preocupante. Con la misma irracionalidad e irascibilidad con que hoy atacan a Egan, ayer, hace un año, atacaron y destruyeron el monumento a los Héroes; otro símbolo histórico de la colombianidad.
No me los imagino, aún más irracionales e irascibles, desde la pedantería del poder.