Pensando en ellos, en “los demás”, reitero lo que siempre he sostenido: que no puede haber estratificación de víctimas por su condición social, económica o por el perpetrador; convicción que orientó nuestro esfuerzo por visibilizar a las víctimas ganaderas de la violencia a través del programa “Acabar con el Olvido”, de la Fundación Colombia Ganadera, FUNDAGAN, porque los ganaderos no son menos víctimas, decía entonces e insisto ahora: porque ninguna víctima lo es menos o más que las demás.
Así las cosas, liberado “Mane Díaz”, brinca obligada la pregunta: ¿Y los demás?
Frente a los demás, la delegación gubernamental expresó en forma tajante que “exige desde ya, y exigirá en la próxima reunión con la delegación del ELN, que cada una de las personas que esta organización tiene en cautiverio sea liberada en condiciones de seguridad y dignidad de manera inmediata”.
Frente a los demás, las Fuerzas Militares y de Policía deben continuar en su búsqueda, con la misma intensidad que desplegaron para presionar la entrega de “Mane” Díaz.
Frente a los demás, el país todo y los medios principalmente, deben visibilizar a esas víctimas y convertirlas en protagonistas diarios, porque la indiferencia y el olvido son cómplices silenciosos de los secuestradores.
Frente a los demás, los también “retenidos” por las mal llamadas disidencias de las FARC, el Gobierno tendrá que decidir hasta cuándo el reconocimiento político, hasta cuándo los intentos burlados de negociación, hasta cuándo las declaraciones de voluntad de paz –“morcillas p’al diablo” decían las abuelas-, mientras asesinan, extorsionan, secuestran y tienen el cinismo de afirmar que “No somos productores ni consumidores de drogas…”.
En cuanto a la paz con el ELN, es un proceso en avance y en el que vale la pena persistir, pero necesita una fuerte base de apoyo ciudadano, que se gana con mensajes asertivos y se pierde con torpezas como el secuestro de “Mane” Díaz, el anuncio simultáneo de un nuevo paro armado y, en general, los hostigamientos contra la población, “la lógica del terror”, con los cuales -lo he repetido hasta la saciedad- el diálogo no será sostenible y tampoco habrá participación posible, ni paz posible.
En suma, lo que está en juego y se debe poner sobre la mesa de diálogos, no es el secuestro solamente, porque el del papá de “Lucho” abrió una vieja herida y exaltó los ánimos del país, y porque la delegación gubernamental ya sentenció que “ha llegado el momento de tomar decisiones que eliminen el secuestro”. Lo que Colombia necesita saber es si el ELN se visualiza realmente en un escenario de fin del conflicto, de entrega de armas, de reinserción; en fin, si tiene verdadera “voluntad de paz” en el corto plazo, porque el país dejó de creer en el cuento de que “los tiempos de la guerrilla son diferentes”.
El tiempo de la paz es uno solo, el de todos los colombianos, porque, en últimas, “los demás” somos todos los colombianos, víctimas de mil violencias, que no hemos vivido un día de paz por generaciones.
Los tiempos… también se acaban. El ELN tiene la palabra.
@jflafaurie