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columna

Las encuestas y el cristianismo

por: Carlos Alonso Lucio- 31 de Diciembre 1969

¿Debo yo votar por quien las encuestas me dicen que va a ganar o por quien me dictan mis reflexiones, mis evaluaciones y mis principios y valores?

Hago la advertencia respetuosa de que esta columna ha sido escrita, principalmente, para lectores cristianos católicos y cristianos evangélicos. Lo advierto porque hoy existe la tendencia ideológica de quienes consideran que exponer argumentos bíblicos en el debate público constituye un atentado contra lo que ellos conciben como su “libre desarrollo de la personalidad”.

Claro, esta columna también está abierta para los no creyentes que saben y defienden que el debate público debe ser libre y sin ningún tipo de censuras. Me resulta muy honroso que la lean.

Mejor dicho, hago la advertencia porque no quiero correr el riesgo de que algún no creyento o alguna no creyenta vayan a sentir afectado su “libre desarrollo de la personalidad”.

Ahora sí, entremos en materia.

Las encuestas son un instrumento muy importante de la sociedad actual. Podría decirse que constituyen un avance importante de la civilización.

De hecho, hay quienes afirman que el acto de medir no solamente es imprescindible para la vida humana; también lo es para la vida en general. Que si los organismos no tuvieran como instinto la capacidad de percibir magnitudes, cantidades, proporciones, la vida no sería posible. Estamos hablando de que para vivir se necesita medir. Medir, por ejemplo, el grado de abundancia o de escasez, de simpatía o de hostilidad, de riesgo o de seguridad.

Por eso las encuestas son tan importantes. Porque en ellas tenemos uno de los aportes más significativos de la ciencia y la tecnología a la solución de una de las necesidades vitales. Podría decirse que hoy no existe área de la vida social que no las utilice. Basta mirar la encuesta en la sociología o en la justicia, en medicina o en administración. En el mercadeo, ni hablar.

Luego no se trata de hacerle ningún señalamiento a la encuesta como tal. Se trata, simplemente, de alertar sobre el uso abusivo que muchas veces se hace de ella. Cuando no se usa para medir sino para engañar. Cuando no se usa para saber sino para provocar conductas en la gente. Para hacer conductismo.

Hoy los colombianos estamos viviendo un verdadero bombardeo de encuestas. Apenas normal en medio de las campañas presidenciales en las que todo el mundo quiere anticiparse a conocer qué va a ocurrir. Eso es casi que antropológico.

Sobre el uso y el abuso de las encuestas en la política se ha hablado mucho. Inclusive se ha legislado bastante. Todo el mundo sabe que, además de medir, las encuestas políticas también se usan para alterar climas políticos, para seducir aliados, para aumentar falsamente las cotizaciones de algunos candidatos o también, lo más grave, para inducir a muchos electores a tomar una determinada decisión de voto de manera inconsciente. Sencillamente, para manipular al elector.

Por lo que nos muestran las experiencias, aquí y en otras partes, de ahora y de tiempo atrás, eso pareciera no tener solución. Contra eso no han sido eficaces ni las leyes, ni los jueces, ni los partidos. Y cada vez lo serán menos en la medida en que los medios de comunicación han hecho de las encuestas un magnífico señuelo comercial de su negocio.

Todo parece indicar que la única solución a esta enfermedad de la política puede hallarse en la conciencia de las personas. En el nivel de su cultura democrática y en su capacidad de pensamiento crítico que, de alguna manera, termina siendo directamente proporcional a su libertad.

Pero esta vez quiero compartir una reflexión con la cristiandad, en la medida en que considero que en la Biblia y en nuestra Fe podemos encontrar una serie de enseñanzas que nos permiten defendernos de ese tipo de engaños y manipulaciones de una manera más sólida.

La Biblia es abundante en enseñarnos que no debemos acudir a ningún tipo de adivinaciones. En Levítico 19:26 dice con toda claridad “no practiques la adivinación ni la brujería”.

Insisto en que, de ninguna manera la encuesta es un ardid de la adivinación ni de la brujería. Pero nadie puede desconocer que nunca ha faltado el farsante que quiere usarlas en clave de engaño. Es lo mismo que ha ocurrido con los farsantes que salen a decir que el futuro se puede leer en un tabaco, en unos naipes o una taza de chocolate.

La razón de ser del cristianismo en esta insistencia en no caer en la adivinación ni en las manos de los adivinadores es muy clara.

El cristiano no debe actuar por lo que crea que va a ocurrir sino por lo que sus principios y sus valores le determinan que es correcto hacer.

Me explico mejor: el cristiano no roba o deja de robar porque crea que lo pueden descubrir o no. El cristiano no roba porque sabe que tiene prescrito no robar y sabe por qué. El cristiano no agrede o humilla a otro en dependencia de si el otro es fuerte o débil para defenderse. El cristiano sabe que debe respetar a su prójimo porque lo tiene prescrito y entiende el valor del respeto a la dignidad humana.

En este orden de ideas, con respecto a la prestidigitación que los medios de comunicación hacen con las encuestas, creo a que a los cristianos nos puede servir hacernos una pregunta básica:

—¿Debo yo votar por quien las encuestas me dicen que va a ganar o por quien me dictan mis reflexiones, mis evaluaciones y mis principios y valores?

La Historia nos muestra una enseñanza:

—Cuando una sociedad vota a conciencia, con base en los principios y valores más auténticos, la sociedad avanza y construye su libertad. Pero cuando la sociedad sucumbe ante la adivinación no le queda otro horizonte que el desierto y la esclavitud.

El cristiano no debe, entonces, decidir su voto por lo que digan las encuestas sino por lo que Dios nos ha enseñado, por lo que le dicta su conciencia.