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Foto: Fedegán FNG

La toma de MinAgricultura: Grave, muy grave

Por José Félix Lafaurie Rivera - 07 de Septiembre 2015

La afrenta del Gobierno de Venezuela contra el pueblo de Colombia, la exacerbación de la corrupción propia de cualquier elección popular con la que se construye la democracia, y por supuesto, la destorcida que está sufriendo la institucionalidad por cuenta de la genuflexión de los representantes de los colombianos en La Habana, han minimizado mediáticamente la toma del Ministerio de Agricultura.

Veamos. La protesta se origina en el no cumplimiento de las promesas por parte del Gobierno, en este caso, del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, que con bombos y platillos señaló que como resultado de los pasados paros agropecuarios –que por cierto vale la pena recordar que para el presidente Santos ’el tal paro no existió’ desnudando la concepción real que el primer mandatario tiene del sector rural, se aplacó la protesta campesina con el ofrecimiento de recursos para el desarrollo de proyectos, y que posteriormente se reafirmó tal tesis con el Pacto Agrario mediante el cual se destinaria más de un billón de pesos para proyectos agropecuarios.

Pero la protesta y toma del Ministerio de ahora reafirma –además de que se llevan más de 37 reuniones y nada se ha concretado– el criterio que tiene el Gobierno del Campo colombiano.

Lo grave es que se sigue utilizando el presupuesto nacional como una piñata en las que se regalan unos dulces para tener contentos a unos niños, en este caso a unas regiones y poblaciones o a quienes tienen mayor injerencia en la protesta. Siempre se dice, en los pasillos gubernamentales, que para confabular una protesta o para lograr fines perversos –al estilo de Maquiavelo–, nada más efectivo que repartir unos dineros del erario público, y es desde las altas esferas y desde el Despacho de Minhacienda donde se definen los montos de esas partidas.

Lo anterior no es exclusivo de Minagricultura. Ocurre en el manejo de todo el aparato gubernamental. Es el presupuesto nacional al servicio no del desarrollo, ni del bienestar de los colombianos, sino para perpetuar el poder gubernamental en quienes lo detentan. El caso del gobierno local de Bogotá es patético.

Cada quien protesta de acuerdo a su poder. Los unos con las armas, el terror y el poder que les da el dinero del narcotráfico, los otros con la ruana y la desesperanza de muchos años de recibir promesas; otros ensuciando las ciudades e informalizando cada vez más sus actividades. Total, el Gobierno les da su bendición, en su infranqueable carrera hacia la presidencia de la República. Lo grave es que no estamos ensamblando las bases para un buen posconflicto, sino para profundizar más las luchas sociales, que es en el fondo lo que busca una izquierda desenfrenada, atizada por las viejas jerarquías de La Habana y la entronización del desequilibrio en Venezuela. La toma de MinAgricultura tiene más de fondo que de forma.