Hace poco menos de cien años se acuñó esta frase para indicar que dentro de una organización hay un grupúsculo generalmente minoritario, con gran poder de desestabilización que atenta en contra del proyecto mayoritario y colectivo. En Colombia se libra una lucha contra la subversión que inicialmente tuvo inspiración ideológica comunista.
Con el fracaso del modelo y con este el final de la guerra fría, se cortó la ayuda que recibían para dar inicio a un sistema de financiación de la guerrilla vía secuestro y del malhadado narcotráfico que ha traído para la sociedad corrupción sangre y desesperanza. El ideario político cambió por la práctica enconosa de las bandas criminales. (Columna: Los inventos de La Habana)
Sin embargo, fieles a los rezagos del ideario de Lenin y Mao combinan todas las formas de lucha. No es un secreto su accionar desde los organismos de fiscalización y control hasta la misma organización de justicia. Para el efecto les sirven de comodín los colectivos de abogados y algunas ONG que
tras el mascarón de los derechos humanos, persiguen socavar los cimientos del Estado y hacer de la sociedad presa fácil para sus inconfesables pretensiones.
Los procedimientos de algunos jueces son abiertamente dispares, cuando se trata de aplicar la ley de manera peligrosista -en la generalidad de los casos de la parapolítica- con la salvedad de los confesos, de los de la Farcpolítica.
En los primeros con el simple testimonio de un “pitirre” se acaba con la vida y honra de una persona, mientras que elementos probatorios de garantizada calidad, certificados por organizaciones internacionales como la Interpol, fueron desestimados, en las investigaciones a los profarianos, recurriendo al pobre argumento que habían sido obtenidos sin el cumplimiento adecuado de los procedimientos como fue el caso de los computadores de Raúl Reyes. ¿Habrase visto tamaña iniquidad? La máxima del Derecho Romano Dura lex sed lex se desvirtúa cuando se administra justicia con el resero de la ideología política, puesto que deja de ser justicia para convertirse en otra forma de lucha. (Lea: Nuevo fuero militar, un debate que no termina)
Ni que hablar de las infames sentencias contra el Coronel Plazas Vega y el General Jaime Uscátegui, entre otras, la condena internacional a Colombia por la tristemente célebre masacre de Mapiripán de la que después se estableció que había sido un montaje judicial del Colectivo de Abogados que fue conminado a reintegrar los dineros recibidos indebidamente mediante procedimientos de fraude y estafa para una sentencia torticera.
Hoy cerca de 15 mil soldados de la patria están empapelados gracias a las artimañas de los abogados de oficio de la subversión, esperando que el Estado por lo menos del garantice un juicio justo cuando en la mayoría de los casos pusieron el pecho para garantizar la vida y honra de todos los colombianos. (Entrevista: “Este proceso de paz está condenado al fracaso”: Alfredo Rangel)
La Corte Constitucional acaba de tumbar la reforma del Fuero Penal Militar que buscaba blindar jurídicamente al estamento militar después de arduos debates y de las salvedades correspondientes al Derecho Internacional Humanitario. La Razón: un vicio de forma, no de fondo, hubo dos minutos de traslape entre la terminación de la sesión de Comisión y la Plenaria de la Cámara, no obstante que se trata de relojes distintos. Se cumplió el objetivo, hay una quinta columna.