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La plata para el campo II: “La libertad de elegir”

Por José Félix Lafaurie Rivera - 08 de Mayo 2020

El acceso al crédito es una de las mil caras de la inequidad que afecta al campo colombiano. A nivel macro, el sector agropecuario aporta el 6,2 % del PIB y recibe el 4,9 % del crédito, aunque solo 1,2 % llega a los productores rurales. La industria aporta el 11,9 % del PIB, mayor capacidad de generación de riqueza que obedece, en gran medida, a que recibe el 20 % del crédito.

Solo así se entiende que el sector rural participe apenas con el 2 % de la Formación Bruta de Capital Fijo, que no es otra cosa que ausencia de tractores, equipos de ordeño, riego y un largo etcétera. Mejor dicho, trabajamos con las uñas, mientras la industria se lleva el 26,1 % de la capacidad de equipamiento.

A nivel micro las cosas no pintan mejor. El Censo Agropecuario de 2014 encontró que, de dos millones de productores, 1,7 eran residentes rurales y, de ellos, 1,5 millones, ¡el 88 %! eran pequeños, una situación que no ha variado sustancialmente. Por eso no es extraño que, de 2,7 millones de unidades productivas, menos del 10 % tenía acceso al crédito y solo el 16% construcciones, maquinaria y asistencia técnica.

En ese escenario de baja cobertura, y sin desconocer los esfuerzos de Finagro, es poco significativo que más del 80% de los créditos corresponda a pequeños productores, si además el recurso está mal repartido, pues el 3 % de los créditos se lleva el 71 % del valor y, por si fuera poco, sabemos que el 75 % se desplaza hacia los eslabones de transformación, comercialización y servicios de apoyo.

Son evidentes las fallas del mercado del crédito agropecuario. De nada sirve que haya recursos por $1,2 billones disponibles para crédito de redescuento, si los bancos le tienen “pereza” a esa modalidad y, sobre todo, al productor ligado a la tierra y los animales, pero con mayores niveles de riesgo, menor capacidad de garantías y, por ello, privado de acceso efectivo al crédito.

“La garantía”, además de ser una de las principales barreras de acceso al crédito, una vez constituidas las hipotecas, se convierte en un “cerrojo” que encierra al productor “de por vida” en el cerco estrecho de un solo banco, amparando muchas veces deudas irrisorias durante años. Las hipotecas, por sus altos costos de constitución y de traslado a otra entidad, impiden la movilidad al dejar amarrado y sin alternativas al deudor frente a nuevas necesidades de crédito.

Desde Fedegán hemos propuesto un Sistema Móvil de Garantías administrado por Finagro, como administrador del Sistema Nacional de Crédito Agropecuario. Será a Finagro, y no a los bancos, a quien el deudor hipoteca sus activos; y será Finagro, como administrador, quien expida títulos hipotecarios de primer grado y de fácil aceptación por los bancos, una vez el demandante del servicio compare tasas, plazos y demás condiciones, hasta encontrar las de su conveniencia en un mercado libre del crédito, con el valor agregado de que una sola hipoteca podrá amparar préstamos con diferentes entidades.

Tomo prestado el título del memorable libro de los esposos Friedman, “La Libertad de elegir”; para marcar esa gran diferencia. El productor no saldrá a la faena casi humillante de “pedir” crédito, sino al mercado a escoger a quien “le ofrezca” mejores condiciones dentro de una abierta competencia.  

Pasaremos de un mercado de compradores “sin alternativas” ante los bancos, a uno de vendedores compitiendo por clientes de crédito, con garantías disponibles y, sobre todo, con “libertad de elegir”. No dudo del impacto transformador de esta propuesta en la urgente capitalización del campo.

@jflafaurie.