Algún día tendremos ocasión, si Dios es servido, de diferenciar el “vivo” del torpe. Por ahora digamos que el tinglado de esta farsa viene montado por una colección de “vivos” que se las dan de inteligentes.
Ahora han venido con el cuento de que revelando los acuerdos con los terroristas se acaban los argumentos de cuantos nos oponemos a esa estúpida función de La Habana. Lo primero es que para revelar la cosa revelada debía permanecer secreta. Como ya era de hace tiempos conocida, de revelación nada hubo. Se fiaban los farsantes de la mala memoria o el descuido mental de la galería. Pero no acertaron.
Lo segundo es que nuestras quejas no venían del secreto, sino precisamente de lo que veíamos. Lo repugnante de aquellos diálogos no es lo que
permanece oculto sino lo que ya ha salido a la superficie. Sin perjuicio, claro está, de que mañana nos enteremos de peores cosas, guardadas hasta ahora en los sótanos del esperpento.
Lo tercero es que los acuerdos no hacen sino confirmar las más graves acusaciones que hemos levantado contra ese llamado proceso de paz. Que Santos le está entregando el país a la guerrilla terrorista, salta como evidencia en cada documento, en cada una de sus líneas. Que vamos para el socialismo del Siglo XXI, es indiscutible, después de la lectura de cualquiera de los 3 bodrios que han salido a la luz. Que nos espera, tan tarde para creer que es una ilusión, beber en las fuentes putrefactas del castro chavismo. Veamos algunas cosas que contiene el famoso acuerdo sobre el Desarrollo Rural.
Lo primero es lo que no se ha acordado. Los farsantes insisten en que la cuestión del llamado latifundio ya quedó resuelta. Mentiras. Las Farc han dicho mil veces que el tema está intacto. Repiten los cínicos que la propiedad privada ha quedado a salvo. Falso. Las Farc proclaman que el tema aguarda. Se calla que las Farc demandan la revisión de los Tratados de Libre Comercio. Sobre el asunto, silencio en la noche. Ocultan los paz adictos que las Farc tienen por gran trofeo la prohibición de la inversión extranjera en el campo, porque también detestan cualquier modo empresarial para el uso de la tierra. Y recuerdan que nada han dicho sobre un tal Consejo Nacional Agropecuario, que toda la izquierda espera con avidez para darle puntilla al campo productivo, liberal, desarrollado. Estas cositas bastan para entender que a pesar de todas las claudicaciones y entreguismos, las Farc, es decir, los comunistas criollos y foráneos, quieren mucho más.
Lo segundo es que vale recordar quiénes tienen puesta la firma en lo que ya se ha escrito. Por el Gobierno, varios personajes, empezando por el jefe, que no han oído el berrido madrugador de los becerros. Y por los terroristas, los que conocen el campo por el millón de hectáreas que dicen los que mejor llevan esas cuentas se han robado a punta de pistola y de fusil; los que se llevan, con la tierra y sus alhajas, a los hijos de los dueños para enseñarlos a matar y para que mueran en su guerra; los que han desarrollado la magna empresa de la extorsión y el secuestro campesino; los que llenan los campos ajenos de minas anti persona y destruyen la tierra para sembrar coca y robar oro de sus entrañas. Buenos títulos para el negocio con Juanpa, no cabe duda.
Pues ese grupo tan selecto de especialistas en la industria agropecuaria, ya ha concluido en varios acuerdos. El primero, que debe expropiarse toda la tierra que no esté debidamente aprovechada. Un vigoroso salto atrás, de 50 años para ser precisos. Lo que sea la tierra inexplotada y cómo pagarla a sus dueños despojados, fueron cuestiones que quedaron sin resolver de la tristemente célebre ley 135 de 1.961. Luego, un pequeño aditivo: el banco de tierras se compondrá de las que se expropien con indemnización. ¿Cuáles y cuántas? Pues lo que diga el famoso Consejo Nacional Agropecuario, que sin duda contará con Piedad Córdoba como presidenta honoraria.
Pero eso no es todo, ni siquiera el plato fuerte de la merienda. Porque los acuerdos disponen que se haga por el campo lo que el país no pudo hacer en 200 años: carreteras y caminos, acueductos rurales, viviendas campesinas a todo dar, como dicen en México, y asistencia técnica gratuita para cada agricultor y cada ganadero. ¡Qué maravilla!
Y el remate: la tierra se manejará colectivamente. Como en la Rusia de Stalin, la Cuba de Castro y la Venezuela de Chávez y Maduro. Y por supuesto con los mismos resultados. Prepárense, amigos del “Soy Capaz”, para hacer colas en los mercados y para manejar la cartilla del racionamiento. Pero todo sea por la gloria del Infante Juan Manuel.