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José Félix Lafaurie Rivera

Foto: Fedegán FNG

columna

La marcha

por: José Félix Lafaurie Rivera- 31 de Diciembre 1969

Después de la marcha del 9 de abril se impone un análisis de lo sucedido, sobre todo por parte de quienes no asistimos por convicción y, además, anunciamos públicamente tal posición a nuestros lectores.

Habría que anotar primero que, de acuerdo con el registro escueto de los medios, la jornada tuvo éxito solo en Bogotá, donde las cifras oficiales estiman en 900 mil los marchantes. El Colombiano habla de 2.000 en Medellín, aunque el registro de RCN.com no sobrepasa las 400 personas. El Tiempo.com se refiere apenas a 500 caleños y reseña que en Barranquilla la marcha fue reemplazada por una eucaristía en la Catedral.

¿Qué hay detrás del éxito en Bogotá y cuál es su verdadero significado?

Es indudable que la declaración de día cívico buscaba ponerle gente a la marcha, a lo cual se sumó la participación de las entidades del gobierno central, con el presidente y los ministros a la cabeza. Otro de los convocantes, la Marcha Patriótica, desplegó costosos operativos para movilizar delegaciones regionales con los recursos de sus financiadores en el monte. No lo decimos nosotros. El especial de El Colombiano sobre la marcha señala que *“El ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, mantuvo su posición crítica y aseguró que la Marcha Patriótica, uno de los convocantes de la jornada, es financiada por las Farc”.* (Lea: Si la marcha fuera por la memoria de las víctimas, marcharíamos)

En cuanto al verdadero significado, el análisis debe hacerse alrededor de los objetivos de organizadores y participantes. Sin lugar a dudas, estos últimos marcharon por la Paz como anhelo general. ¿Quién podría estar en contra de la paz? Los medios y el Gobierno la vendieron como una Marcha por la Paz y lo propio hizo la Marcha Patriótica. Muy conveniente además para sus propósitos políticos, porque entonces, los que no marcharon son enemigos de la paz.

Pero una cosa es cómo la vendieron y otra muy diferente los objetivos de cada uno de ellos. El Gobierno despachó temprano su obligación legal de hacer un homenaje a las víctimas -aunque se olvido de las civiles- y se dedicó a su objetivo evidente de meterle apoyo popular, ya no a la paz como anhelo nacional -que no lo necesita-, sino a las cuestionadas negociaciones con las Farc, que busca legitimar a toda costa.

La Marcha Patriótica buscaba hacer el mandado de legitimar a las Farc como contraparte en esas negociaciones -aunque el Gobierno le hizo esa tarea-, pero también le importaba darse vitrina como el actor político que espera cobijar algún día a los parlamentarios farianos. Y a fe que lo logró, como coprotagonista al lado del presidente de la República y el alcalde mayor de Bogotá. Este último, por su parte, bautizó su propio objetivo como una marcha “por la paz, la democracia y la defensa de lo público”. (Lea: Más voces se unen al rechazo de la marcha del 9 de abril)

Los motivos establecidos por la Ley -La memoria y la solidaridad con las víctimas- se olvidaron o quedaron relegados a segundo plano, como también sucedió en el Congreso de la República, donde, literalmente, dejaron plantadas a las víctimas.

La inmensa mayoría de quienes marcharon lo hicieron por la paz como anhelo general, pero no por una negociación con un grupo narcoterrorista que, en el día de las víctimas, se obstina en negar su condición de victimario. No marcharon por unas negociaciones sobre las que nada se conoce, porque el Gobierno, como el Pibe, se limita a declarar que “van bien”.

Los organizadores, por el contrario, insisten en manipular el significado de la marcha como un apoyo rotundo a las negociaciones con las Farc, lo cual es una infamia con los marchantes y, por supuesto, con las olvidadas víctimas en su día.