Los científicos cognitivos Philip Fernbach y Steven Sloman publicaron, en 2017, La ilusión del conocimiento: ¿por qué nunca pensamos solos? (The Knowledge Illusion: Why We Never Think Alone, Riverhead Books), un interesante análisis sobre los problemas del manejo de los temas de complejidad. En general las personas creen que saben muchas cosas porque suman el conocimiento de otros.
El entorno en el que vivimos nos permite acumular nociones que no dominamos pues no las hemos estudiado ni contamos con el nivel básico de profundidad. Nos enriquecemos con esos conocimientos, pero, debido a que no los hemos asimilado de forma integral, podemos llegar a conclusiones erróneas.
Un famoso paradigma del conocimiento es la afirmación de esta carrera sin final hacia el conocimiento.
Hay cosas que sabemos. Gracias al esfuerzo de muchos hombres de ciencia que han, con paciencia y método, buscado respuestas a los grandes desafíos del hombre, tenemos ciertas certezas que nos permiten avanzar en la investigación. Sabemos que la Luna fue una vez parte de la Tierra, sabemos lo que sucede cuando una persona desarrolla un cáncer o cuando un gusano se transforma en mariposa.
Hay cosas que sabemos que no sabemos. No sabemos lo que sucede si entramos en un agujero negro en el espacio. Hay teorías, pero nadie está seguro de lo acontecería pues no hemos llegado a ese nivel de experimentación y verificación. Sabemos que no sabemos cómo curar el cáncer y este es uno de los grandes desafíos de la ciencia.
Pero lo más desafiante es que hay infinidad de asuntos que no sabemos que no sabemos. Y no para nosotros los seres normales. Hay muchísimas cosas que aún las personas más versadas en un tema no saben que no saben. Ni siquiera se nos ocurre que sean posibles. Esa es la noche negra e inmensa del conocimiento que solo a medida que avanzamos muy lentamente con nuestra tenue lámpara de la ciencia, podemos ir descubriendo. Estamos viviendo un buen ejemplo de ilusión del conocimiento.
En medio de esta pandemia todos hablamos, con aparente conocimiento, de temas complejos que desconocemos totalmente. Ni somos virólogos, no manejamos los modelos matemáticos que hacen las proyecciones, tampoco conocemos el procedimiento para elaborar una vacuna. Pero hablamos de ello porque leemos algo en las redes, escuchamos una entrevista de un experto u observamos un gráfico donde en una escala logarítmica “se aplana la curva”. Con esa información, que es lo poco que pudimos medio entender de algo muy complejo, pontificamos, avanzamos opiniones, sugerimos políticas y criticamos al gobierno. Políticos, líderes de opinión o periodistas, se atreven a hablar de cosas que no saben que no saben posando de expertos que no son. ¡Cómo es de escasa la humildad en estos tiempos!
El conocimiento es un fenómeno acumulativo. Los grandes avances de las últimas décadas nos hacen creer que estamos en las fronteras de la sabiduría. La verdad es que, a medida que descubrimos nuevos hechos, tenemos que aceptar que también aparecen nuevas incógnitas y más zonas oscuras. Lo desconocido es cada vez más profundo.
Miguel Gómez Martínez
Presidente Fasecolda
Portafolio, abril 28 de 2020