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La horripilante decisión de la Corte Constitucional

Por Carlos Alonso Lucio - 23 de Mayo 2021

Sí, horripilante. Tal como suena y la define el diccionario de la Real Academia: que “causa horror y espanto”.

Sí, horripilante. Tal como suena y la define el diccionario de la Real Academia: que “causa horror y espanto”.

Esta semana, en medio del vendaval de bloqueos y desastres económicos y sociales, la Corte Constitucional decidió aportarle su grano de arena al descuadernamiento del país embutiéndole al Congreso las 16 nuevas curules que se inventaron en los Acuerdos de la Habana. Y lo hizo por la puerta de atrás, mediante la interpretación del sistema de votaciones del legislativo.

Resulta inaceptable que la Corte haya decidido meterse por el lado de una leguleyada sobre cómo se compone una mayoría en el Senado, habiendo omitido por completo la discusión de fondo.

El tema de fondo consiste en el significado real de las 16 curules y en lo que le va a pasar al país y a las regiones cuando éstas comiencen a ser elegidas y a operar.

Lo primero, es que el argumento de que las curules serán para representar a las víctimas es absolutamente falso. La tesis de Roy Barreras de que allí quedarán representadas ocho millones de víctimas es totalmente mendaz. Allí solo podrán ser elegidos los candidatos impuestos por las bandas criminales que imperan en todos los territorios adonde se establecieron dichas circunscripciones especiales.

Esto es tan simple de entender, como que los colombianos sabemos que absolutamente todas las zonas en que hubo las desmovilizaciones de las Farc y que, supuestamente, fueron devueltas al control del Estado, fueron retomadas por los grupos ilegales. No hay un solo territorio que no haya vuelto a ser copado por ese coctel de narcotráfico, disidencias, minería ilegal. Son territorios que viven bajo las dictaduras del hampa.

Esto es tan simple de entender, como que Cauca, Chocó, Pacífico Nariñense, Catatumbo, Arauca, Bajo Cauca Antioqueño, Cordillera Central Del Valle del Cauca, Caquetá, Putumayo, Guaviare, etc., etc., etc., están tomadas por las bandas criminales que ejercen allí sus desafueros, sus imperios y sus tiranías.

Esto es tan simple de entender, como que adonde existe el imperio del crimen no puede haber democracia. Allí no puede haber ni urnas limpias, ni campañas transparentes, ni candidatos autónomos, ni ciudadanos libres.

Esto es tan simple de entender, como que los únicos que podrán llegar a las 16 curules serán los escogidos por los capos de cada región y sus “candidatos” serán impuestos a punta de fusil, plata y perrero.

Esto es tan simple de entender, como que los capos no van dejar de aprovechar la oportunidad de sumarle a sus fortunas financieras, militares y territoriales una extraordinaria y regalada fortuna política. Basta contar que, en un Congreso tan fragmentado como el actual, las 16 curules más las que ya tienen las Farc y sus aliados en el Congreso los convierten en amos y señores de una bancada reina, fiel de la balanza, para definir las leyes en infinidad de casos.

Esto es tan simple de entender, como que estas 16 curules se convertirán en la nueva ocasión para revictimizar a esas comunidades ¿Dizque para representar a las víctimas? Cuando las bandas les impongan sus candidatos y las obliguen a salir a votar con el fusil en las sienes, estas comunidades no serán más que víctimas, una vez más, de los dictadores del crimen.

En esta historia horripilante, lo único que no es fácil de entender es cómo tan altos magistrados de la más alta corte de Colombia, no pudieron entenderlo.

¡Qué horror!