Una de las características de la vida económica es la diferencia de visión que tienen los empresarios y los banqueros. Unos y otros ven la realidad de su negocio desde perspectivas distintas.
Es inevitable que ello suceda, pues los empresarios operan en lo que denominamos como el sector real de la economía, mientras el banquero lo hace desde la economía monetaria. En el plano contable esto se refleja en la visión disléxica. Lo que para el banquero es cartera y se registra en el activo, para el empresario es deuda y aparece en el pasivo. Lo que es “bueno” para el banquero es “malo” para el empresario. Es como mirarse en el espejo y anotar que el movimiento de la mano derecha se refleja como uno de la izquierda.
El empresario se queja con frecuencia y no sin razón de que el banquero no entiende las dificultades inherentes a la actividad productiva. Se lamenta del énfasis que se le da a los resultados de los estados financieros, que solo reflejan una parte de la realidad del negocio. Siente que quien lo evalúa no dimensiona su papel como tomador de riesgos. Para el empresario, el riesgo del crédito es solo uno de los riesgos que asume. Los demás, el operacional y el de mercadeo entre los más importantes, son desplazados por la evaluación de la capacidad de pago que es lo único que parece importarles a los que aprueban el crédito.
El banquero, por su parte, desconfía, no sin razón, de la calidad de la información que el cliente le presenta. Sabe que la realidad es diferente y que debe descubrir dónde están las zonas grises que pueden esconder debilidades graves del negocio. Tampoco entiende por qué los presupuestos que respaldan las solicitudes de crédito se desfasan y resultan poco objetivos. Esta incomprensión es inevitable. Pero puede ser subsanada con el conocimiento del cliente.
Un buen banquero debe salir de su oficina y visitar a su cliente empresario con frecuencia. Ello le permitirá entender la naturaleza real del negocio y sus particularidades. Será clave para poder identificar las necesidades de financiación y adecuar los productos de crédito a los ciclos de producción y ventas.
A pesar de que empresario y banquero operan bajo la premisa del riesgo, no es el mismo fenómeno. Para el empresario, la incertidumbre tiene un marco muy amplio que cubre desde el entorno de la economía, las variaciones de los costos de los insumos hasta los cambios en las tendencias de consumo. Para el banquero, el riesgo está limitado a la capacidad de pago del deudor.
Más allá de las inevitables diferencias entre las visiones del empresario y del banquero, lo importante es recordar que los dos se necesitan y que su suerte económica está ligada.
Acercar las visiones de los empresarios y los financieros es determinante para mejorar la solidez de la economía. Empresas con mejores estructuras financieras les permite crecer y generar más empleo. Bancos más cercanos al sector real pueden cumplir su misión de irrigar recursos para mejorar el crecimiento.
**Miguel Gómez Martínez
Asesor económico y empresarial
migomahu@gmail.com**
Portafolio, octubre 29 de 2019