Muy importante que la Comisión V de la Cámara se haya ocupado de la crisis lechera, aunque paradójico que se le otorgara a la ministra Carvajalino escasos 15 minutos, con apagada de micrófono y generosa adición de cuatro más, para mostrar afanosamente a los legisladores la dura realidad de 350.000 compatriotas, en su mayoría campesinos que hacen parte de la pobreza rural.
La crisis de la leche se agravó por una condición climática coyuntural -eso espero-, pero los demás problemas de la cadena son estructurales, de vieja data y de todos los eslabones, aunque el hilo se rompa por lo más delgado, pues en las grandes cuencas lecheras de trópico alto -Nariño, altiplano cundiboyacense y Antioquia-, la mayoría de la leche proviene de pequeños ganaderos minifundistas. Según el Análisis Situacional de la Cadena Láctea (MADR-UPRA 2020), el 63% de los hogares productores de leche se considera pobre, lo cual le da a la crisis una preocupante dimensión social.
La caída del consumo tiene también un componente coyuntural asociado a la tendencia de crecimiento del precio al consumidor desde 2021, que le restó al consumo 18 litros por persona hasta mediados de 2024, mientras el precio al ganadero, que venía cayendo y debería repuntar en el verano, tampoco lo hizo y disminuyó más de un 16%.
Aunque la ministra se refirió al bajo nivel de acopio por parte de la industria, de apenas el 47% de 7.097 millones de litros producidos en 2023, no aludió a uno de los factores estructurales más complejos de la crisis: la asimetría de ese segmento formal del mercado, en el que solo 10 empresas compran el 50% del acopio y 50 compran el 85%, con 350.000 ganaderos detrás tratando de venderles.
Durante años FEDEGÁN ha planteado soluciones a los gobiernos, una de ellas, que la ministra no mencionó, es un fondo tripartito (Gobierno – productores – industria) para fomentar una “línea social” de producto, no afectado por costos como publicidad y empaque, y parcialmente subsidiado por el Estado.
Entre las acciones de solución que mencionó la ministra está la destinación de 7.600 millones de pesos para fomentar exportaciones de leche en polvo y así movilizar inventarios, 4.000 millones para promover, a través de la Bolsa Mercantil, la compra de leche colombiana entre la industria alimenticia y operadores de compras públicas, y 3.000 millones para acopiar volúmenes adicionales de leche; un total de 14.600 millones de pesos aportados por el Fondo de Estabilización del sector.
El tiempo no le daba a la ministra para mayores precisiones, pero a mí sí me corresponde aclararle a la opinión pública que los recursos del Fondo de Estabilización son aportados por los ganaderos cuando venden un novillo gordo o un litro de leche.
Somos los ganaderos aportando a la solución de nuestros problemas, aunque sea un aporte “invisible”, como el que hacemos, desde hace 28 años, para preservar el estatus de país libre de fiebre aftosa, no solo por la salud de nuestros animales, sino para acceder a los mercados internacionales, a los que hoy, precisamente, tratamos de llevar más leche para que más leche sea comprada a nuestros campesinos.
Mencionó la ministra otras acciones para fomentar el consumo y mitigar la disminución de ingresos, todas con recursos de la Nación, y entonces me pregunto por la gran ausente en esta mesa de aportantes: la industria, a la que proveemos su insumo básico y es por ello nuestro aliado natural.
De ahí mi invitación a que, bajo el liderazgo de la ministra, hagamos del Consejo Nacional Lácteo un foro de franca concertación, para avanzar de verdad en soluciones estructurales a problemas estructurales.