Que se haya lanzado María Fernanda Cabal al ruedo es una buena señal. En un país donde los aspirantes a ser candidatos presidenciales se caracterizan por negarlo, matizarlo o dejar en el ambiente un no pero si, es por lo menos meritorio que una persona que siente que tiene calidades para aspirar a dirigir los destinos de la nación, diga de frente que va a ser candidata y que se le mide al reto.
Y es que como mínimo esa cualidad si se la reconocen amigos y enemigos, María Fernanda Cabal es frentera y dice lo que piensa. No anda con tapujos o con maquillajes verbales, ni eufemismos. Ella es exactamente lo opuesto a lo que recomienda ser políticamente correcto.
Pero si hay algo que indica que su postulación es correctamente política ha sido la reacción de la izquierda y su extrema. Si se vinieron lanza en ristre contra la candidata frenteramente uribista exguerrilleros y opinadores que promueven la llegada al poder de Gustavo Petro, en alianza con las FARC y con el ELN, en su combinación de todas las formas de lucha, que incluyen unas FARC en el parlamento gracias a las piruetas del expresidente Juan Manuel Santos, y otras FARC en el monte con el mote de disidencias y con el apoyo de Nicolás Maduro, el dictador venezolano, y de contera con el beneplácito de toda la mamertada internacional, es porque María Fernanda le pegó al tablero.
Y ante la retirada de Marta Lucia Ramírez del abanico presidencial uribista, al aceptar asumir como canciller para sacarle las castañas del fuego al presidente Iván Duque ante la comunidad internacional, en medio de un paro que casi arruina al país y logró venderle al mundo que en Colombia se vivía una situación similar a la de Chile de 1973, o la de cualquier dictadura del cono sur de la época, tenía que aparecer alguien que retome las banderas del uribismo sin necesidad de hacerle cocos a los neosocialistas ni muecas a la clase política que casi siempre está dispuesta a irse con el sol que más caliente.
Si hay alguien que esté más cerca que Marta Lucía de ser una dama de hierro es la Cabal. O sea que si el uribismo se juega esta carta de seguro da un paso en firme para retomar el poder con autoridad, sobre todo porque muchos consideran que Duque precisamente por hacerle caso a los asesores y por su actuar políticamente correcto ha perdido liderazgo y en alguna medida le ha dado armas y argumentos a sus detractores que desde un principio son gratuitos por haber sido “El que dijo Uribe“.
Aunque para muchos María Fernanda Cabal no es ninguna perita en dulce, como dicen las señoras, porque en ocasiones es abiertamente provocadora y francota, su temperamento y su coherencia le han granjeado la admiración dentro del uribismo triple A y de la derecha y cada vez se gana más el respeto del centro derecha. Hasta tal punto que ya la prensa comienza a consentirla, como una figura taquillera, en una especie de intuición mediática que les ha hecho cambiar la actitud de caricaturizar sus comentarios y hasta ridiculizar sus frases, que en todo caso han resultado sonoras y para algunos escandalosas, porque mal que bien producen reflexión y generan fuerte reacción en la izquierda.
Es por esta razón que el propio Tomás Uribe, el hijo del expresidente Álvaro Uribe Vélez, a quienes muchos quisieran tener en calistenia y que se aliste para ocupar el solio de Bolívar, reaccionó comparándola con Angela Merkel, la canciller alemana. Uno porque los uribistas consideran que hay que retomar el poder con mayor autoridad que la que ha exhibido el presidente Iván Duque y dos porque de paso se quita de alguna manera el manoseo de su nombre cuando en realidad el propio Tomás sabe que el palo no está para cucharas, no solo porque su nombre sería una forma de brindarle en bandeja de plata el triunfo al antiuribismo, sino porque su preparación para estos efectos aún está en ciernes.
El hecho es que María Fernanda Cabal decidió tomar el toro por los cuernos y no darle largas a una aspiración que desde luego no es un capricho personal sino un pedido de un sector radical de copartidarios que le ven a ella los arrestos para lidiar con la amenaza del Socialismo del Siglo XXI y el arrojo para encabezar una campaña a tono con lo que significa para el expresidente Álvaro Uribe la expresión “Ojo con el 2022“. Cabal no tiene pelos en la lengua y le gusta llamar al pan pan y al vino vino. Le ha seguido los pasos a las diferentes variantes comunistas y se caracteriza por defender la propiedad privada y sin ambages, quiere velar por los interés del empresariado, como condición para generar mayores fuentes de empleo y de riqueza que redunden en beneficio de los más necesitados en la escala socioeconómica.
María Fernanda Cabal se define como una política correcta en cuanto se diferencia de aquellos que ven en la actividad parlamentaria una forma de hacer negocios privados. Detesta esa clase política que representan personas como Roy Barreras o Armando Benedettí, que a su juicio no solo son los típicos oportunistas que hoy son de ultraderecha y mañana de ultraizquierda sin ningún pudor, sino que le resultan precisamente ese tipo de personajes que desacreditan la actividad política porque terminan siempre en escenarios de corrupción y desprestigio que contamina el servicio público y su función social.
El nombre de la Cabal comienza a meterse al sonajero presidencial con pie derecho. Ella no le tiene miedo a los debates con Petro, no le teme a la izquierda ni a la macartización mediática. Es una mujer de armas tomar si se trata de enfrentar a los subversivos y considera que la fuerza pública hay que fortalecerla y no dejar que la izquierda la debilite como lo ha intentado hacer en esta jornada agitacional de paros, bloqueos y quema de policías. No le tiembla la mano ni la voz para gritarle a los mamertos nacionales e internacionales que en Colombia la gente puede estar cansada de la clase política y de su corrupción, pero no quiere ni el socialismo ni a la guerrilla en el poder.
Lo que quedó claro después de las jornadas de protestas y actos de vandalismo es que la gente quiere autoridad y la Cabal ha dado muestras de tenerla. Y ella es experta en denunciar el populismo y las falsas ilusiones que genera Petro y lo imprevisible que resultaría la tibieza de Sergio Fajardo, quien parece que cada vez más se deja abrasar por el Santismo. Y para muchos que creen que con Santos el país dio pasos atrás en materia de seguridad democrática y confianza inversionista, lo que a la final afecta cualquier intento de profundizar las políticas sociales, María Fernanda es una carta cabal. Sabe que no solo hay que tener valor y osadía para enfrentar el peligro comunista, sino que hay que generar mejores condiciones para los pobres para que no terminen víctimas del populismo. Está convencida de que la pobreza es el caldo de cultivo del triunfo de la izquierda y quiere atravesársele a esa perspectiva, que según ella es la ruina total de todos.