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Augusto Beltran Pareja

Foto: EL Universal

columna

La carne

por: Augusto Beltrán Pareja- 31 de Diciembre 1969

La carne siempre ha tenido enemigos poderosos. Místicos y teólogos la situaron al nivel del demonio y del mundo.

Los bovinos tuvieron poca importancia en las secas breñas de la Helade, que necesariamente se inclinaban por ovejas y cabras.

Hasta los estrambóticos fastos de la Roma Imperial fue relegada por mariscos, ocas y faisanes. Cristo escogió como discípulos unos pescadores, porque la dieta del pueblo de Dios oscilaba entre peces y corderos. Su presencia persiste en oraciones y rezos. Aunque también hubo una vaca en el pesebre.

La evolución humana nos llevó al bipedismo y al lenguaje a través de un crecimiento del cerebro. El consumo de proteínas de alta calidad en dietas que contienen carnes rojas propició este fenómeno. No hay que ser Darwin para comprender que el consumo de carne ha contribuido a la evolución de la inteligencia humana. El tracto digestivo humano evolucionó a omnívora condición. Parece que se fueron logrando intestinos más pequeños y cerebros más grandes. La carne reemplaza al pan y a las harinas. Ahora se impuso tesis que asocia altos coeficientes de inteligencia con la ingesta de proteínas cárnicas.

También padecimos la moda del colesterol que abominó la carne roja y la muy recomendada, sana y elegante costumbre de comer vegetales, que propició dolorosos extremos de anorexia.

Los boletines científicos han modificado esas advertencias al recomendar, sin excesos, la necesaria presencia de la carne en la dieta del ser humano. Especialmente en la infancia.

Aun cuando hemos atentado al futuro de generaciones venideras, porque va a resultar sumamente difícil acomodar tanta gente en el globo terráqueo. A Malthus no se le puso atención. A no ser de una juvenil inclinación al aborto y a la política de uno de los países “desarrollados”, que imponen riguroso control a la Natalidad, nos damos el lujo de incrementarla con nobles programas como familias en acción y otros que crecen la expansión.

Por temor a la escasez de reservas acuíferas habrá que limitar el necesario consumo de agua. Así las cosas, vamos a terminar en un régimen de terror que prohibirá comer carne bovina, beber agua y hacer el amor por las repercusiones que ello trae. Algo peor, mientras el kilo de ganado en pie ha bajado, la carne ha subido. ¿En manos de quién quedó esa $ que tanta falta le hace y maltrata al consumidor?