Según mis fuentes, el último malestar del Ejército con las conversaciones de La Habana proviene de que el general Barrero sabía de acuerdos y entendimientos de los cuales el general Mora, exmilitar y uno de los delegados del Gobierno, no tenía ningún conocimiento. En alguna conversación entre los dos, este último le confesó a Barrero que De la Calle y Sergio Jaramillo se reunían con las Farc a tratar ciertos asuntos, reuniones a las que Mora no era invitado o, mejor, de las que era excluido.
Es a partir de este momento que, según la fuente, se montó la Operación Andrómeda, autorizada por el ministro de Defensa Pinzón, para espiar las conversaciones y acuerdos con las Farc. Aparentemente, dos de los computadores de esa organización criminal fueron “hackeados” de manera permanente por el Ejército, aunque no me pudieron determinar de cuáles computadores se trataba ni a quienes pertenecían. (Columna: La cortina “Andrómeda”)
Con el tiempo, la Operación Andrómeda fue descubierta por espías cubanos que operan en Colombia y que, de alguna manera, tienen enlaces con la Fiscalía. Advertida esta de lo que estaba ocurriendo, Santos ordenó el allanamiento de las instalaciones de Andrómeda, hecho sobre el cual la opinión pública tiene pleno conocimiento. (Nótese que hasta la fecha, la Fiscalía no ha explicado a la opinión quién ordenó que hiciera el allanamiento, ni cómo se hizo la investigación que llevó al mismo). No obstante, el Ejército pudo sacar a tiempo la información que se tenía sobre los dos computadores interceptados de la guerrilla.
Producido el escándalo, la caída de Barrero se debió al enfrentamiento que hubo entre este general y Sergio Jaramillo sobre Andrómeda, a la exclusión del general Mora de ciertas conversaciones con los delincuentes de La Habana y la operación Andrómeda. Entonces se produjo la intervención del presidente, quien primero señaló que “fuerzas oscuras” habían montado la ilícita operación, mientras al día siguiente se retractó diciendo que dicha operación no sólo era lícita sino que estaba plenamente autorizada. (Columna: ¿Por qué al Ejército? ¿Por qué ahora?)
Esto sucede porque, llamado Pinzón a rendir cuentas ante el presidente, Pinzón se lo advierte y le dice enfáticamente que él mismo había autorizado el espionaje. Cogido Santos entre dos fuegos, quiso, para salvar a su ministro, que tanto Barrero como Pinzón señalaran o indujeran a hacer creer que la “mano negra” detrás del espinoso asunto era la de Álvaro Uribe. Como ninguno de los dos accediera, no le quedaba más remedio al presidente que reventar el hilo por lo más delgado: echar a Barrero y a otros generales a los perros.
Pero la extraña situación no ha parado allí: el distanciamiento entre Pinzón y Sergio Jaramillo, según mis fuentes, ha llegado al extremo de que es ahora Jaramillo quien conspira contra el ministro Pinzón. Es decir, lo quiere tumbar, y lo tiene infiltrado. Además, le hace pilatunas, como inducir a que su agenda de viaje sea publicada con todos los detalles para acosarlo. El tema del apartamento, por ejemplo, fue delatado por Jaramillo, según la fuente, para acabar con Pinzón. El propósito de Jaramillo, y vuelvo a citar mi fuente, es montar un ministro “pacifista”, al estilo del secuestrado e inmolado exministro Echeverry, vilmente asesinado por las Farc.
Esta es la historia reciente que me fue revelada.
*Pablo Victoria es doctor en economía y doctor en filosofía. Ha sido congresista y Senador de la República de Colombia, profesor universitario, escritor, historiador y columnista de diversas publicaciones.