Tan pronto las autoridades norteamericanas tuvieron que tomar cartas en el asunto, judicializando a Jesús Santrich, miembro de la cúpula de las Farc, el radical Iván Márquez (a la sazón tío de quien estaba negociando la bicoca de 10 toneladas de cocaína, sujeto que además esquilmaba los recursos públicos destinados a la malograda paz, hoy testigo protegido de la DEA) salió corriendo y puso los pies en polvorosa, para refugiarse, como la rata que es, en los terrenos de alias “el Paisa”. El terrorista que hoy le da cobijo a Iván Márquez es el salvaje que maneja el aparato de muerte más letal de las Farc: la columna móvil Teófilo Forero, la misma célula guerrillera que hizo estallar en mil pedazos, de manera vil y miserable, las instalaciones del club El Nogal en Bogotá, entre muchos otros actos despreciables que permanecerán indelebles en la conciencia colectiva de nuestra sociedad, por más que Santos y sus áulicos quieran esconderlos. La Teófilo Forero también ha operado históricamente las rutas de narcotráfico más “prosperas” y efectivas de la subversión. No es casualidad ni invento extranjero que se haya descubierto la “fami-empresa” cuyo “objeto social” era “traquetear” y corromper, y mucho menos que, ante el peso de las evidencias, Iván Márquez corra despavorido a esconderse precisamente en la zona en la que siempre ha delinquido toda su podrida vida. Lo que resulta más preocupante es que esta banda de forajidos lleva 60 años apelando a todas las formas de lucha, y causa una especial atención el hecho de que actualmente existen zonas y territorios que han sido dominados por las Farc, controladas por el temible cartel de Sinaloa. Que nadie se llame a engaños: el plan de las Farc es (gracias al gobierno americano se frustró ese despropósito) entrar en la política por la puerta del capitolio que les abrió Santos de par en par, al tiempo que pretenden desestabilizar, sangrientamente, en una guerra al país regional, aliadas con sus socios históricos: los narcotraficantes mexicanos. El paro armado indefinido en el Catatumbo, el asesinato de 8 policías en Urabá, la guerra entre “pelusos” y el ELN en el corredor entre los departamentos del Valle y del Cauca, y el delirio sangriento de “Guacho” en Nariño y Putumayo, obedece a un plan macabro de la guerrilla para terminar de arrodillar a la democracia y su institucionalidad. Timochenko y sus pérfidos camaradas sueñan con seguir ejecutando el plan de tomarse América, como lo pretendía y casi lo logra Chávez, a punta de gobiernos títeres. Para eso necesitan a Petro presidente, el reemplazo recargado de Chávez y Maduro (que está por caer). Lo que viene sucediendo es la prueba irrefutable de que el mal llamado proceso de paz es una farsa insostenible que ha fracasado. ¡Qué daño tan grande le ha hecho a Colombia Juan Manuel Santos!: dejó entrar el diablo a casa, y la bestia no se sacia con nada. La ñapa I: La culebra está viva: Petro cada día gana más adeptos vendiendo populismo e ilusiones. La ñapa II: La prensa internacional (la local calla) ha informado sobre los sobornos que se habrían pagado a la Academia Sueca, para otorgar los premios Nobel. Ya verán como saldrá a relucir todo lo que hizo el gobierno colombiano para conseguir el premio de Santos. Todo lo que el tartufo toca lo desgracia. La ñapa III: ¡Qué show de tercera ha montado el Estado colombiano en torno a las amenazas contra el caricaturista “Matador”! Triste futuro el de un país que eleva a un humorista con agenda política al grado de pensador. Abelardo De La Espriella: Es Abogado, Doctor Honoris Causa en Derecho, Máster en Derecho, Especialista en Derecho Penal y Especialista en Derecho Administrativo. En 2002 fundó la firma, DE LA ESPRIELLA Lawyers Enterprise Consultorías y Servicios Legales Especializados, de la que es su Director General. Es árbitro de la lista A de la Cámara de Comercio de Bogotá. Ha sido apoderado de los procesos jurídicos más importante de la última década. [email protected]
Iván se fue a la guerra
Por Abelardo De La Espriella - 23 de Abril 2018
Los colombianos no somos tontos. Desde que se firmó la tal paz, el régimen de Juan Manuel Santos, los jefes de las Farc y los medios de comunicación “enmermelados” nos están vendiendo poco a poco la idea de que las “disidencias” son eso y no una retaguardia armada. ¡Mentira! Es una falsedad total porque solo un estúpido creería que unos bandidos de la peor laya, asesinos, secuestradores, reclutadores de menores y terroristas, iban a dejar el jugoso negocio del narcotráfico, para lo cual, obviamente, requieren seguir controlando territorio y rutas.